Ni yo lo entiendo, pero entré un ratito a ver si había novedades. No las hubo. Eduardo Inda berreaba en La Sexta como de costumbre, retorcía los hechos con la impunidad que le da esa cadena, Paco Marhuenda defecaba parodiándose a sí mismo haciendo esa serie de gestos del tiempo "hombre, ya está bien", "por favor, pero esto no es serio", "si queréis me callo, hombre, venga", y 'La Sexta noche' se me volvía a caer encima como un edificio con aluminosis. Telecinco, a la misma hora, está intratable, desconchada, absurda un sábado más con el cuento para no dormir del 'Deluxe' ese. Y recalo en La 2. Y veo a Miguel Poveda cantando versos de Federico, y de Quevedo, y de Hernández, y luego cantándole a la casi granadina Eva Yerbabuena, que temblaba en la escena del Liceu de Barcelona en un taconeo entre eléctrico y sagrado y reverencial.

No hace falta ser muy sensible para quedarse pillado con un programa así un sábado por la noche. Éste trataba de la gala Miguel Poveda, música para la investigación, concierto benéfico para recaudar fondos para investigar contra el cáncer. Claro que el arte, el buen gusto, la poesía, el flamenco, el baile, la buena música, y el talento traspasan la pantalla y se hacen contigo y, sin estar allí, casi te crees que estás. Veo a Miguel Poveda suelto, feliz, liberado, disfrutando de la vida, de su vida, del cante, del escenario, libre, lo veo y lo noto libre. Con él han estado, además, Niña Pastori, Pedro Guerra, Ana Belén, la cantaora María la Terremoto, o el actor, intenso, emocionado y emocionante, Jorge Lucas. El concierto acabó sobre las doce y media de la noche. Al salir del oasis, Inda seguía enseñando su sonrisa de hiena.