Richard Wagner consideraba que la vida no era el escenario adecuado para que Tristán e Isolda consumaran su profundo amor. El Festival de la Ópera cierra mañana su LXI edición ofreciendo, por primera vez en Galicia, una de las grandes piezas de la cultura Occidental. "Es una gran presión que no se haya estrenado un Tristán e Isolda aquí", confiesa el tenor Stephen Gould, una de las grandes voces a la hora de encarnar un personaje del compositor alemán.

El estadounidense nunca había visitado A Coruña, aunque todavía no ha podido ver nada. Los ensayos se prolongaron esta semana cada día en el Palacio de la Ópera, espacio que define como "un gran auditorio para trabajar". Eso sí, en los ensayos prefiere cantar lejos del escenario. La obra, de cinco horas de duración, fracasó en su primer intento de representación en Viena tras ensayarse más de 70 veces entre 1862 y 1864. Tuvo que ser el rey Ludwig II de Baviera quien estrenase la obra en Múnich un año después. "Este tipo de música es increíblemente exigente, para la orquesta, las voces y el público", replica Gould ante la complejidad de llevar esta composición al escenario.

El tenor volverá a ser Tristán tras triunfar con ese papel en Berlín, Dresden o Tokio, aunque será el debut de la soprano wagneriana Eva María Westbroek como Isolda. La de mañana no será una ópera representada, por lo que Gould considera que será una "gran oportunidad para encarar este personaje". Y es que los dos figurarán en 2015 como Tristán e Isolda en el Festival de Bayreuth, dedicado a la representación de óperas del compositor.

El norteamericano comenzó su carrera como barítono, porque cuando era joven tenía problemas para decidir hacia dónde iría su voz. De hecho, fue en esos orígenes cuando fue de gira con El Fantasma de la Ópera. "En Wagner, los cantantes deben esperar a que su voz llegue a cierto punto de madurez", indica. Un ejemplo lo encuentra en piezas como Sigfrido, en la que el protagonista es un adolescente de dieciséis años con rasgos muy juveniles, sin embargo, su voz "requiere un tono que no se suele alcanzar hasta los 45 años". Por eso el artista bromea con que, "en estos tiempos de MTV, la gente puede llegar a quejarse al no haber artistas atractivos en una obra que va muy lenta".

Gould compara trabajar en esta ópera con "lo que para un actor sería hacer un Rey Lear de Shakespeare". El músico asegura que "llegar a lo más profundo del alma de cada personaje es un largo recorrido", una labor "casi intelectual", donde considera que "transmitir la naturaleza del amor es mucho más complejo que la propia trama".

A ojos de la crítica, el nivel de sofisticación que presenta Tristán e Isolda supera cualquier otra pieza escrita por Wagner hasta ese momento, incluyendo El oro del Rin o Las Valquirias. "La complejidad es que no solo se trata de una historia de amor, sino también de muerte", añade el cantante, que apunta a la filosofía de Schopenhauer y al budismo como sus principales influencias.

"Creía en un mundo en el que todo lo que vemos son representaciones, por lo que no sabemos si lo que vemos es real o no". Un modo de concebir la vida en el que las personas "no podían conectar en vida, solo tras la muerte", algo que Wagner demuestra en esta ópera. El tenor entiende que "Tristán trata de suicidarse en varias ocasiones, porque cree que no puede unirse a Isolda en vida". Así lo demuestra la brutal lucha con Melot o el acto final en el que Tristán se desprende de sus vendas para desangrarse hasta morir.

El encargado de tomar la batuta de la Orquesta Sinfónica de Galicia será el israelí Eliahu Inbal, "un gran maestro desde hace muchos años". Para Gould, el director cumple con un requisito indispensable para su posición: "ganar y reclamar el respeto de tus músicos".

Siempre existirá controversia sobre la ideología y obra de Richard Wagner. Esa es la impresión de Stephen Gould, argumentando que es "imposible separar al compositor de la forma en que su música fue utilizada". El alemán había expresado su antisemitismo en El judaísmo en la música, a pesar de que el compositor llegase a emplear artistas judíos en sus óperas. Sobre sus textos, el tenor arguye que "muchos melómanos elogian la poesía de Wagner sobre su música", aunque él contradice que "por encima de su poesía -un poco pomposa y torpe- está su tremenda composición".