-Al final del libro incluye un poema en el que escribe: "Con menopausia o no, la mujer sigue siendo una mujer".

-Exacto. Es un tema muy cercano a mí. El impulso de la novela parte de mi propia experiencia, tratar de desbancar la idea con la que crecí de que, al llegar a cierta edad, se pierde todo el encanto femenino y las ganas de vivir. Hay mucha mitología negativa alrededor de ciertas etapas de la vida de una mujer. La fertilidad es una de las razones por las que se valora a la mujer, y cuando se pierde, existe todo ese tabú y esa concepción negativa de que ya vas a convertirte en una bruja de un día para otro (ríe).

-Su protagonista sufre una serie de cambios repentinos. ¿Esta etapa vital puede suponer una nueva juventud?

-La vida puede dar sorpresas en cualquier momento, lo importante es tener la capacidad de encontrarse a uno mismo. Da igual la edad. Ella decide darse a sí misma la felicidad que ha tenido que posponer para cuidar su familia.

-¿Han ido desapareciendo los tabúes para tratar este tema?

-Se han quitado muchos tabúes. Por ejemplo, cuando Eve Ensler escribe Los monólogos de la vagina (1996) es cuando la gente empieza a hablar de esto como un tema normal. Antes estaba visto como algo secreto. En el mundo hispano parlante somos demasiado pudorosos respecto al mundo anglosajón. El machismo está en todas partes, pero está más instaurado en la sociedad española y latinoamericana.

-Comparando su novela con la de 50 sombras de Grey

-Sí, porque la novela es muy erótica. Es el goce de la liberación, de encontrar la sexualidad no reprimida en vez de provocar una amenaza, como en 50 sombras de Grey, que juega con el morbo. El truco en esa novela es saber si el hombre le va a pegar o no a la mujer.

-Los hijos de la protagonista de su libro pertenecen a una generación postrevolucionaria sin retos. ¿Lo percibe en la juventud?

-El contexto de la novela es Nicaragua. La persistencia de esa división entre ricos y pobres, la revolución como un recuerdo... La gente está resignada. Lo que vino después de la revolución ha sido decepcionante, pero esto es un problema que siempre pasa.

-Siendo miembro activo de la Revolución Sandinista que derrocó a la familia Somoza, ¿cómo recuerda aquella época?

-Fue fantástico. Todos éramos jóvenes, y logramos un gran sueño. Tomar el poder del país, tener la posibilidad de rehacerlo porque tuvimos que empezar de cero. Cuando Somoza se fue hubo una liberación, tuvo que armarse el Estado, los poderes y la forma de gobernar. Fue un reto lleno de idealismo, involucrando al pueblo e iniciando campañas de analfabetización.

-Recientemente fundó el Partido de la Izquierda Erótica. ¿En qué consiste?

-Es un partido que existe más en la imaginación que en la realidad. Surgió de una experiencia que tuvimos en Nicaragua un grupo de mujeres, que veíamos cómo no se estaban cumpliendo nuestras reivindicaciones, empezamos a conspirar entre nosotras para hacer que ciertas cosas empezaran a suceder. Tomé esa experiencia como base a mi novela El país de las mujeres. Lo que quiero es crear una nueva utopía, cambiando la organización social para que la mujer pueda potenciarse plenamente. Lo que planteo en esa novela puede hacerse y sería revolucionario. Me falta tiempo para cuidarlo, pero quiero que sean otras mujeres las que lo lleven.