La actriz Marta Poveda se pone de nuevo esta tarde en la piel de Diana, la famosa condesa de Belflor creada por Lope de Vega en su comedia El perro del hortelano. La obra, que la Compañía Nacional de Teatro Clásico representará a las 20.30 horas en el Teatro Rosalía de Castro, inicia su gira en A Coruña, desde donde llevará al resto de España la imposible historia de amor entre un hombre de baja cuna, Teodoro, y Diana, una mujer atrapada entre sus sentimientos y los prejuicios de la sociedad.

-El perro del hortelano es una obra escrita entre 1613 y 1615. ¿Es difícil comunicar con versos del siglo XVII?

-Si son de un autor de altura como Lope, la verdad es que no. La dificultad está en que la estructura es importante y no te la puedes saltar, y en que, como no estamos acostumbrados a escuchar ese lenguaje, se tarda un poco en entender lo que realmente quiere decir. Pero una vez que lo consigues, los versos ayudan a transmitir los sentimientos. Son emociones que no se pueden expresar de otra manera.

-Son un apoyo en la parte emocional, ¿la trabajó de algún otro modo?

-Estudié las circunstancias y los objetivos del personaje. Diana es complicada, una mujer que vive en una jaula de oro. El amor la empuja a querer sentirse libre, pero es un amor muy complejo; y además vive en un mundo de hombres que la tienen atada de pies y manos.

-A pesar de esas circunstancias, siempre se la ha enfocado como alguien que se mueve por histeria o capricho. ¿Hay una Diana distinta en esta obra?

-No hemos hecho una Diana distinta a la del texto, pero porque tampoco hace falta. La propia historia te la muestra a través de esas circunstancias. Diana es una condesa a la que no la van a dejar gobernar sola, porque es mujer. Le proponen dos pretendientes por los que no siente nada, y de repente aparece alguien a quien sí quiere, pero no le dejan amarlo. En otras versiones, se entiende que ella es una caprichosa y que abusa de su poder, pero aquí lo que más la caracteriza es la torpeza en el amor y el deseo de libertad. Diana es perro del hortelano, pero también lo son el resto. Todos están luchando por conseguir algo, todos están mintiendo y todos están barriendo para su casa.

-Es un personaje con muchos matices, ¿qué ha sido lo más difícil de afrontar como actriz?

-Lo más difícil fueron esos momentos en los que Diana trata de comunicarle a Teodoro lo que siente por él de forma implícita. Intenta seducirle a través de la palabra, porque tiene un miedo atroz a no ser correspondida, y a que su secreto se sepa, pero a la vez no puede evitar intentar enamorarle.

-Ese amor no es solo una sensación, sino también una persona: Alberto Ferrero, que lo personifica en el escenario. ¿No bastaba la interpretación para transmitir la atracción entre ambos?

-Aunque no es una figura necesaria, el personaje de Alberto tiene una finalidad estética. También pretende mostrar que el propio amor es una fuerza grande, que te arrastra y que pisa tu parte cerebral. Te arrasa, y te aboca a la destrucción en algunos casos.

-Además del amor, otro de los temas que se tocan es la hipocresía. ¿Es un aspecto que trae la obra a la actualidad?

-Sí. Vivimos en un mundo tremendamente hipócrita y clasista, a pesar de que pueda parecer lo contrario. Incluso ha habido un repunte del machismo, sobre todo entre la gente joven. Podría haber también un paralelismo entre nuestro actual rey y Diana. Diana podría ser el rey Felipe enamorándose de una plebeya. Que a día de hoy nos escandalicemos, como en el siglo de oro, por cosas como esas, es absurdo.

-Todos los personajes se encuentran en una caótica búsqueda de sí mismos, en especial Diana. ¿Ella se encuentra, al final?

-Creo que desde los primeros versos ella está aprendiendo a buscarse. Seguramente no se encuentre cuando acabe la función, tardará mucho en hacerlo. Pero el fruto de lo que ella es ya está ahí. Es una mujer en constante búsqueda, y eso es lo que me parece más bonito.