Carla Simón tenía seis años cuando perdió a su madre. El VIH, la misma enfermedad que se había llevado a su padre apenas tres años antes, convertía a la directora en huérfana y la conducía a una nueva familia, la de sus tíos y su prima, a la que pronto acabaría llamando hermana. La historia de aquella época, que Simón ha bautizado como Verano, 1993, la narra ahora en el filme que representará a España en los Óscar, y que se proyectará este jueves en el CGAI a las 18.00 y 20.30 horas con la presencia de su creadora.

- ¿Cuánto ha acabado habiendo de usted en este largometraje?

-Tiene mucho de mí, pero es verdad que no recuerdo tanto de esa época, así que tuve que preguntar mucho, inspirarme en las fotos, y leer sobre psicología infantil para entender bien cuál iba a ser el viaje de la niña. Al final cuenta la historia que yo quería, pero a nivel de imágenes no es exactamente lo mismo, porque eso es complicado.

- ¿Entendió algo nuevo de aquella época con el rodaje?

-Muchísimo. Me ayudó a entender más cómo me sentía y también a los otros personajes. Aprendí mucho de mi familia.

- Existía el riesgo de caer en el drama. ¿Lo temía?

-Eso fue una cosa que siempre hablé mucho con mis productoras, porque el argumento suena muy dramático. Pero en realidad yo no tenía miedo, porque el filme tenía más que ver con ese modo de supervivencia de los niños, que intentan seguir adelante sin dejar de serlo. Para mí era importante que tuviera ese tono luminoso y que el mensaje fuera de esperanza.

- ¿Es diferente, como directora, dirigir un filme tan personal?

-Sí. La ventaja que tiene contar algo que conoces tanto es que tienes un conocimiento muy profundo sobre los personajes. Lo malo es que tomar distancia es difícil. Muchas veces eso era una lucha interior durante el rodaje.

- Su papel lo interpreta Laia Artigas. ¿Qué tenía que tener la actriz para ser su alter ego?

-Lo más importante era que, jugando, pudiera creerse lo que estaba haciendo y que se pareciera a la protagonista en la personalidad. Su relación con la pequeña en la vida real también tenía que parecerse a la del filme. De hecho, a veces fuera de cámara nos encontrábamos con situaciones que tranquilamente podían haber estado en la película.

- ¿Por ejemplo?

-Por ejemplo, ese amor incondicional de la pequeña hacia la mayor. En la vida real también pasaba. Laia tenía ese poder sobre Paula por una cuestión de edad evidente.

- ¿Cómo hicieron para que se metieran en el papel?

-Intentamos trabajar situaciones previas al verano del 93 para crear recuerdos comunes entre los actores. Cocinábamos, paseábamos? Pero siempre dentro del rol.

- Le hablaba al principio del éxito de esta película. ¿Será una presión o una ventaja para su próximo proyecto?

-Las dos cosas [se ríe]. Sin duda es una presión muy grande, pero la ventaja es que me ha hecho sentir confiada con mi forma de trabajar. Cuando estás rodando por primera vez una película el equipo te mira raro, porque a ratos parece que no sabes lo que estás haciendo. Ahora siento que encontré algo en la manera de trabajar con los actores y en la naturalidad que me gusta.