Cuatro años en su Argentina natal no han sido suficientes para retener a Andy Chango. El humorista, que desde sus inicios en los 90 ha sido también músico, escritor y periodista, comienza su nueva estancia en España con una incursión en el mundo de los monólogos, en el que se estrena con su espectáculo El Hombre Nada. El show, una mezcla de humor y canciones inéditas, llevará al artista este viernes a la sala Garufa, donde hablará desde las 23.00 de temas tan universales como el amor y la paternidad.

- ¿Cómo se convirtió Andy Chango en El Hombre Nada ?

-El origen tiene que ver con que mis abuelos ucranianos. Cuando emigraron a Argentina, mi abuelo dijo su apellido original, y el funcionario de aduanas escribió Fejerman, que no existe. De ahí surgió el nombre, pero no es solo por el pasado, sino también por el presente, porque al volver a España otra vez, me quedé sin papeles por colgado y estoy empezando de cero. Este constante mudarse, dejar el rock, no saber qué hacer con mi vida?

- ¿No sabe qué hacer?

-Tengo muchos proyectos, pero son todos nuevos. En Argentina me dediqué dos años a la televisión, que era algo nuevo, escribí mi primera novela, ahora estoy haciendo mi primer unipersonal? Estoy flotando en terrenos que no controlo.

- ¿Por qué regresó a España?

-Había estado aquí 16 años. Volví porque estaba un poquito saturado de Argentina y también por motivos familiares.

- Amor, policía, paternidad, rock, alcohol... Son alguno de los temas de los que hablará, ¿hay algo con lo que usted no bromee?

-No [se ríe]. En realidad, no bromeo con nada, porque todos los temas que toco en general me producen angustia. Es un humor donde me descargo bastante y básicamente me estoy cagando en todo. En la violencia, en el Estado, en la policía, los abogados?

- Y en las situaciones más complicadas, como en la etapa del Capitán Angustia , ¿fue difícil reírse de aquello?

-Sí. Era un momento bastante deprimente, y traté de convertirlo en algo alegre. Se ve que es mi recurso ante el dolor y la impotencia que me da el mundo. Me parece que las cosas están fatal, la vida que llevamos me produce angustia y esa angustia la convierto en risa porque creo que es la única manera que tengo de sobrevivir. No tengo otra religión.

- Hace 10 años de su último disco. ¿Ya no está para el rock?

-El rock me parece patético con la edad, muy poca gente envejece bien con él. Tengo un género nuevo, la cumbia existencial, que es música popular lo más hortera posible con letras metafísicas que nos hagan reflexionar. También tengo algunas baladas en el piano.

- ¿Qué hay del proyecto de hacer los 20 años de su primer disco solista?

-Eso es para el año que viene. Piensa que estoy puesto en todas las estafas que se pueden hacer. Esto lo aprendí de Fito Páez en Argentina, que cada año iba haciendo el homenaje de un disco anterior además de los discos nuevos. Yo esos trucos los incorporo. No solo por la broma de decir "vivir sin trabajar, no hago nada", sino porque que me parece que es un repertorio que tuvo poca difusión por la temática que tocaba y por mi personalidad más marginal.

- Me hablaba antes de su libro, Indianápolis . ¿Siempre quiso ser escritor?

-La verdad es que sí. Me parece un oficio precioso, porque es pura mente, no hay que poner el cuerpo. Bueno, hay que ponerlo porque es verdad que cuando escribo bebo bastante, entonces hay un precio, pero no hay que caminar ni cargar teclados. Eso me interesa y lo hace sobre todo para la tercera edad, que por cierto creo que ya estoy en ella.

- ¡Qué va!

-Igual ahora son cuatro [risas]. Lo que más me gusta es la variedad. En algún momento sentí que el rock se había acabado. La canción está muy bien para un sentimiento o una historia liviana, pero para otros temas el mejor soporte son los monólogos o los libros.

- ¿Con qué se queda del viaje que narra en el suyo?

-Con el propio viaje. Fue una maravilla, porque me pasé 35 días por todo el país. Y después la experiencia de escribir.

- Tengo entendido que fue más larga de lo que pensaba.

-Sí, estaba totalmente engañado. Fue un parto total, además tuve que apelar a métodos alternativos. Yo pensé que había descubierto el método de escribir borracho y editar sobrio, pero se ve que hay mucha gente que lo hace. En mi caso bebía una botellita de vino por día para trabajar cinco o seis horas y así durante 4 meses seguidos.

- ¿Habrá un Indianápolis recorriendo España?

-Me encantaría. De todas maneras, tengo otro libro por delante, pero todavía no puedo adelantar nada.

- El que tiene suma la faceta de autor a sus otras caras como músico, monologuista y periodista. ¿Nunca siente la necesidad de quedarse en una sola cosa?

-No, pero a veces me cansa emprender tantas cosas nuevas porque los principios siempre son difíciles. Cuando empecé en la tele como cronista en Argentina, me quería matar cada vez que tenía que hacer una nota, me moría de vergüenza. En la radio, los primeros programas fueron un desastre, y ahora con los monólogos es parecido. Siento que me falta adquirir soltura, pero creo que llego a Galicia con un producto potente que tengo muchísimas ganas de estrenar.