Magdalena se abraza. Está enroscada sobre sí misma, como si se protegiera de un ataque, mientras que Timmy, un joven de pelo rosa, le dirige una dura mirada desde la otra esquina de la sala. A pocos metros de distancia y lleno de arrugas, se encuentra Gerónimo. El hombre no observa la escena porque sus ojos, marcados por el tiempo, se han quedado prendados de algún punto suspendido en la habitación. "Cada retrato que hago es un autorretrato", dice junto a ellos Lita Cabellut, la artista oscense responsable de las tres estampas. Sus personajes anónimos, cerca de 70 esta vez, los inauguró ayer la autora en el Museo de Arte Contemporáneo, donde habla de fragilidad y magia bajo el nombre de Testimonio.

- ¿Testimonio de qué?

-Testimonio de lo que es Lita, de lo que he vivido y recolectado. Es como un libro muy fino de poemas visuales, porque cada sala contiene una pequeña historia que explica el sentimiento que contiene.

- ¿Qué cuentan de usted?

-Esta muestra es autobiográfica porque cuento todo lo que me ha preocupado, lo que me ha hecho sufrir, feliz? Ves la absoluta fragilidad, entras en mi estudio y estás con mis materiales? He sacado el suelo de mi taller para reconstruirlo aquí. Se pueden ver los rastros de mis rostros, las capas.

- Emplea hasta doce. ¿Es muy perfeccionista?

-Sí, soy tan brutal como perfeccionista. La brutalidad de expresión que hay en mi trabajo, el trazo? Pero después el perfeccionismo está en observar si he conseguido lo que quería. Aunque esté muy bien pintado y sea bello, si no representa lo que quería decir, no me sirve.

- Trata de remover la conciencia de los espectadores retratando a los perdedores de la sociedad. ¿Por qué a ellos?

-Porque yo creo que son la gente que más nos necesita. Los artistas tenemos que tener un ojo especial para aquellos que no son tan visibles. Esta gente no hace ruido, no están en un sitio donde nos llamen la atención, pero el trabajo del artista es acordarse de ellos.

- ¿Falta compromiso?

-No creo que falte, porque es irremediable. Los artistas siempre estamos en desacuerdo con lo que está establecido para poder mejorar. Pero tenemos que recordar, que el arte está al servicio del ser humano.

- Su tratamiento craquelado de la piel es uno de sus sellos personales, ¿por qué esa atención a esa parte del cuerpo en concreto?

-Porque la gente siempre dice que los ojos son la ventana del alma, pero tú puedes cerrarlos, ponerte gafas que los camuflen, o entrenarlos para que no enseñen lo que sientes. Pero con la piel no puedes hacer nada. La piel te marca, te hace cicatrices y te enseña cómo está pasando o cómo ha consumido la vida esa persona. Si la sonrisa está hacia arriba o hacia abajo, si las cicatrices son de risa o de llanto.

- Su carrera empezó en el Museo del Prado, con Las tres gracias de Rubens, ¿por qué, de entre todos los que hay en el museo, le despertó ese cuadro la necesidad de ser artista?

-Porque era el primero que vi [se ríe]. Cuando entré, todo aquello me apabullaba tanto que recuerdo que el cuadro de Rubens es con el primero con el que me quedé. No es el que más me gusta ahora, ni de lejos, porque en el camino me enamoré de Goya, Velázquez, de Zurbarán, El Greco? Pero Las tres gracias fueron el primer impacto.

- Un cuadro muy centrado en la figura, como su obra ahora.

-Sí, pero yo vengo de una academia de abstractos. El cambio fue irremediable, te pasas de una cosa a otra porque es el proceso, pero podría ser que de aquí a cinco años estuviese haciendo arte abstracto. No me quiero condicionar.

- ¿No es difícil no sentirse condicionada? Se la conoce sobre todo por sus retratos.

-Yo no me he sentido nunca condicionada por el exterior, la única lucha que tengo es sentirme condicionada yo misma en mi estudio, al intentar no repetirme porque lo que el público o las galerías me exigieran? O sea, yo podría haber retratado a Coco Chanel el resto de mi vida, o pintar retratos por encargo. Y podría tener muchísimo más dinero si aceptara todos los encargos que me piden, pero no los hago.

- Aun así su obra es internacional. A aquí le costó más llegar, ¿por qué?

-Porque no era visible. Como todo, hay que conocerlo para poder decidir si es bueno o malo, y a mí nadie me conocía aquí. Ahora, después de esta exposición, se puede discutir si soy una buen artista o no. Y, al final de todo, ¿sabes qué es lo más importante?

- ¿Qué?

-Que habrá mucha gente que haya visto la obra. Y lo que se decida, si soy una artista española que cuenta en el mundo del arte o no? Eso ya no es importante.