Una puerta de escape a la rutina llena de cuerdas y piano es la nueva propuesta del compositor Quinito Mourelle, que presenta esta tarde a las 20.30h su Suite de las ocho en el Monty Ambigú. El disco del artista, colaborador de La Opinión en el blog literario Marquide, cuenta con los arreglos de Roberto Somoza, así como con la dirección de Rogelio Groba, al frente de la Orquesta de Cámara Gallega.

- Vuelve a mezclar música clásica y jazz, una constante desde Paradero desconocido .

-Sí, pero es un paso adelante con respecto a los discos anteriores. La música clásica era un referente estilístico en esos otros discos. Aquí también se incorpora como sonoridad, al estar con una orquesta de cuerda.

- ¿Cuánto de hay de improvisación y cuánto de partitura?

-En este disco hay mucho más de papel escrito que de improvisación. Hay algunos espacios reservados para solos, y a veces me tomo lo libertad de hacer mi acompañamiento a piano de una forma u otra, pero la orquesta tiene una función mucho más delimitada.

- ¿Cómo ha sido la colaboración con la orquesta?

-Es la primera vez que hago algo con una orquesta, y ha sido una experiencia maravillosa. También es la primera vez que Roberto Somoza hace un arreglo para una formación clásica. El disco son ocho piezas pero, aparte, hay un tema compuesto por él, y un tema mío a piano solo.

- Somoza definía la música de este álbum como romántica, aunque a usted no le gusta el término.

-No me gusta ese término por el sentido que se le da hoy, como una película ñoña. Es una música romántica en el sentido de que bebe del romanticismo musical del XIX.

- Por el título, también parece música intimista, ¿la concibió con esa idea?

-El título vino después, pero sí que responde al resultado final. Tenía la idea de que iban a ser varias piezas diferentes unidas, y el empaste puede ser un poco esa vía de escape de nuestra vida rutinaria y estresante. Transmite cierta paz.

- Somoza también dijo que es lo mejor que ha grabado hasta el momento.

-Estoy de acuerdo. Lo que pasa es que eso él lo dice con cada disco [se ríe]. En efecto, cada álbum es un paso adelante. Te puede gustar más o menos, pero creo que voy mejorando, hay una evolución.

- ¿Qué ha logrado en él que no lograse en sus anteriores grabaciones?

-Quizá una mayor conexión con el público. Creo que este disco puede llegar a muchas más personas. El componente sentimental que tiene mi música, con esta sonoridad, los arreglos y la cuerda, llegan con más profundidad. En los otros discos, ese sentimiento estaba encauzado más a través de la improvisación, y eso a veces a la gente le llega menos. Esta música es más envolvente.

- Hace unos años decía que no se consideraba músico profesional, a pesar de su trayectoria. ¿Lo hace ahora finalmente, con Suite de las ocho ?

-No me considero músico profesional. Me considero escritor, lo que pasa es que nadie me hace caso como tal [se ríe]. Musicalmente me considero un creador, alguien que tiene la capacidad de componer, que es algo que no tienen muchos músicos. Y, sin embargo, esos intérpretes son mucho más músicos profesionales que yo. Yo tengo muchas más herramientas como escritor que como pianista.

- ¿Qué vínculo establece entre ambas facetas?

-Hay una relación absoluta, como en el proceso de composición, en el que me doy cuenta al final de que lo que he hecho es una historia que tiene un principio y un fin. En la escritura cuido la sonoridad, el ritmo... Le doy mucha importancia a eso. A veces cuando estoy tocando estoy escribiendo, y al revés, no puedo separarlo.

- El año pasado presentaba su novela Mi última reencarnación , tras cinco años sin publicar. ¿Nos espera alguna nueva obra en el 2018?

-Me encantaría volver a publicar en el 2018. Como esos 5 años dan para mucho, tengo 4 novelas inéditas acabadas. También estoy tomando notas para otra. Surge a raíz de una fotografía que compré en un anticuario en Austria, y que muestra a una familia en 1936 en Egipto. Nunca había partido de una imagen, pero cada obra mía es completamente diferente. No será una novela al uso.