El dibujante Manel Fontdevila reflexiona esta tarde sobre Los límites del humor en el Ágora, donde estará a partir de las 19.00 horas. El fundador de El Jueves, protagonista de más de una polémica por sus controvertidas viñetas, hablará de las barreras de su profesión como parte de una Jornada de humor inocente, dentro de la programación de Desde Coruña con humor.

- ¿El humor debe tener barreras?

-Las tiene, aunque no queramos. Está el límite de la censura. Que tocar temas como la monarquía, la justicia o la religión pueda estar prohibido me parece una incongruencia y una falta de libertad de expresión, porque la gente tiene que ser lo bastante madura como para saber si le interesan tus chistes sobre si Dios existe o sobre si la monarquía es necesaria. Son cosas que se tienen que poder plantear en humor y en serio. Luego hay la censura editorial, que es normal si se pacta entre revista y dibujante.

- ¿La publicidad afecta?

-Las marcas publicitarias son el tabú de nuestra sociedad. ¿De la corona se pueden hacer chistes? No lo sé. ¿De las fuerzas de seguridad? No lo sé. ¿De El Corte Inglés? No. Al menos, en una revista comercial.

- ¿Qué límites se pone usted a la hora de plantear una viñeta?

-A mí a lo mejor se me ocurre un chiste que me hace gracia, pero que es machista o racista. Yo ese chiste no lo uso ni se lo cuento a nadie. Incluso me avergüenza un poco. Se trata de tus límites como persona, de tus principios.

- ¿Cómo sobrevive un dibujante satírico en este equilibrio entre lo gracioso y lo denunciable?

-Es complicado. Es importante tener claro en dónde te apoyas, si cuentas con el apoyo económico de alguien, porque una denuncia ahora mismo es un marrón, vale dinero aunque no prospere. Lo demás es hacerte responsable de lo que dices. A veces, cuando viene una denuncia se dice: "No quería decir eso" o "lo retiro". Yo creo que lo profesional del humor es quedarse de pie aguantando el chaparrón.

- ¿Es muy fuerte el que le cae por sus chistes sobre el procés?

-Es una parte ahora más controvertida, pero por una simple cuestión de contextos. Yo vivo la relación entre Cataluña y España desde un pueblo en medio de Cataluña donde el ambiente y las cosas que te llegan no son las mismas que si estás haciendo un diario en la Gran Vía. Sí que a veces hay un desajuste, pero yo creo que es enriquecedor, ayuda a dar un punto de vista distinto.

- ¿Eso aporta el humor a la hora de entender la actualidad?

-El humor cuestiona cosas, ese es el valor interesante de la historieta, porque vivimos en un mundo que se sustenta sobre un montón de verdades que hemos hecho incuestionables aunque no lo son. Es bueno que el humor cuestione las cosas cuando las personas no lo hacen.

- Una plataforma en la que usted lo hacía era Orgullo y satisfacción , ¿cómo vive su cierre?

-No es una mala experiencia, porque hemos conseguido 5.000 lectores fieles, pero no son suficientes para mantener el proyecto. Básicamente hemos estado trabajando en el humor y en el soporte digital. Humor sí sabemos hacer, pero soporte digital hemos visto que no. La plataforma sobre la que tiene que funcionar el humor digital no es un PDF, pero no podemos pagarle a alguien para inventar una nueva.

- El último número cierra una etapa, y también un año, ¿qué balance hace de este 2017?

-Es complicado. Visto desde Cataluña, el año se divide en tres partes: todo lo que hay antes del 1 de octubre, el 1 de octubre y después [se ríe]. Luego ha sido un año donde he dibujado montones de jueces. Antes dibujaba más millonarios y corruptos, pero ahora estoy todo el día dibujando a jueces y a gente que tiene conceptos muy pintorescos de lo que es la ley. En ese sentido, ha sido estresante estar todo el día pendiente de la justicia, y no siempre desde un punto de vista que te alegre el día, sino más bien al revés.