Arte y ciencia se cruzan en las piezas de Javier Martín, que desarrolla sus coreografías como una investigación en la que intervienen disciplinas tan dispares como la medicina o la arquitectura. Su proceso creativo lo explica el bailarín en Cuaderno de creación, artes del movimiento, que presentará este jueves en Lume a las 20.00 horas.

- Un libro de coreografías no es algo muy habitual.

-Sí, la verdad es que tengo que estar muy contento porque, tal y como está el panorama de la cultura en relación a las artes escénicas, una distinción de este tipo es un orgullo. En realidad, representa un encargo del Museo Universidad de Navarra, para recoger la colaboración que tuve con ellos.

- ¿Cómo fue?

-Estuve de artista residente casi dos años, en los que hice tres piezas. El libro es un acercamiento a lo que está alrededor de la coreografía: compañeros de viaje, estudio del movimiento, influencia del vestuario en el personaje...

- Control , Sypthoma y Oximórica son las piezas que describe en este cuaderno. En la segunda, trabajó mano a mano con el pianista Oleg Karavaichuk.

-Fue muy interesante. Nos dimos cuenta de que un lugar de encuentro entre ambos era la naturaleza vibratoria. En su caso, la vibración de su cuerpo con el piano devenía en música y, en el mío, en danza. De ahí relacionamos nuestro trabajo con el de los neurólogos de la clínica de Navarra, para estudiar los grados de temblor del cuerpo en la enfermedad.

- Tengo entendido que fue él quien le buscó.

-Se enteró de que estaba bailando su música, y me escribió diciendo que tenía la esperanza de que hiciéramos alguna locura juntos. Al mes siguiente yo ya estaba en San Petersburgo, ensayando con él.

- ¿Cómo lo recuerda?

-Fue una conexión a nivel de trabajo. Él se sentía interpelado por mi modo de bailar, decía que le hacía hacerse cargo de que yo entendía las intenciones que esbozaba en su música.

- Usted aborda el baile como una investigación, ¿es un arte tan teórico?

-Yo vengo del mundo de la ciencia, llegué a la danza desde mis estudios en química y mecánica cuántica, así que estoy muy interesado en la naturaleza del movimiento como un algo material. Es importante tener un rigor investigador que incida en este punto.

- Le convierte en un coreógrafo inusual.

-El mundo de la danza a día de hoy es muy plural, somos muchos los que trabajamos desde un punto de vista de creación de conocimiento. Si algo nos ha traído la contemporaneidad es el poder emplear el escenario como un lugar para la reflexión y no solo para el entretenimiento. Siento que esa es una batalla que muchos de mis compañeros y yo mismo estamos luchando con fuerza.

- ¿Es habitual cruzar la danza con áreas tan científicas, como hace usted?

-Cada vez más. Al igual que otras artes en las que las relaciones interdisciplinares son una constante, sucede lo mismo en el teatro, la danza o la performance. Ya es el pulso de una nueva generación.

- También abre el proceso creativo al público. ¿Cuándo descubrió su papel decisivo?

-Es algo que hago desde hace algunos años, y me he dado cuenta de que es muy útil. Tiene que ver con el hecho de generar un entramado de relaciones que pongan en cuestión la pieza para que se haga grande entre todos. La vamos llevando lejos juntos.

- Lo hizo con Método Negro , la obra que estrenará este año.

-Sí, en mayo. He acompañado dos asignaturas de facultades gallegas, una en Arquitectura, en la que los chavales propusieron la escenografía. También he estado bailando a través del festival Sinsal en la cámara anecoica de la Facultad de Ingeniería de Vigo. En ese lugar, en el que todo el ruido desaparece, empiezas a escuchar tu respiración, tus latidos y todos los chasquidos de tus articulaciones. Fue como un proceso de afinación.

- ¿Ese es el concepto que moverá Método Negro ?

-La idea del silencio para mí es importante. El enfrentarse con ese más allá que no escuchas habitualmente me interesa. Para mí, ese es un ejercicio que propone un método negro, que es un arte que se produce desapareciendo.