Se escribieron hace cinco siglos, pero continúan tan vigentes como entonces. Los entresijos más oscuros del poder, retratados por Maquiavelo en su famosa pieza El príncipe, regresan esta semana al escenario del Teatro Rosalía de A Coruña de la mano de Juan Carlos Rubio, que se sumerge en la figura del filósofo para explorar lo que les sucede a los hombres cuando se les concede autoridad. Con Fernando Cayo como protagonista, el director cordobés ofrecerá una visión renovada del significado de la teoría del diplomático, que se representará en dos funciones el viernes y el sábado a partir de las 20.30 horas.

La obra más conocida de Maquiavelo no ha sido la única que Rubio ha empleado para su adaptación. El director ha bebido también de otras piezas del italiano, como sus cartas personales, con las que ha profundizado en un pensamiento que, aunque lejano, todavía no ha perdido su validez. "Vivimos una época políticamente muy confusa, con mucha corrupción, intereses y dudas respecto a los gobernantes. Quería hacer algo y releí El príncipe. Maquiavelo lo escribió hace 500 años, pero su legado sigue igual de vigente", explica el director, que pretende "hablar de la condición humana" y de "lo que ocurre" cuando alcanzamos "el poder".

La idea desde la que lo ha hecho ha sido la invariabilidad de la naturaleza humana. "El hombre frente al poder siempre es el mismo", dice Rubio, que asegura que los gobernantes de hoy siguen los preceptos que Maquiavelo transmitía en sus páginas. "Siempre que pienso en lo que está pasando ahora mismo, recuerdo su frase de: 'Un buen enemigo a tiempo es muy bueno para un gobernante'. Se refiere a las cortinas de humo, a exaltar a la población para hacer mientras otras cosas que no salen en el telediario", comenta.

Rodearse de buenos consejeros, ser fuerte y tener la capacidad de tomar decisiones difíciles son otros de los consejos que el filósofo recoge en la obra. Rubio la saca de su tiempo con una escenografía ambientada en los años 60, que cambia a medida que se descubren los problemas y sentimientos del hombre escondido tras el discurso. "Me interesa la relación entre creador y creación. Mi elección ha sido pasar de la obra a la persona", cuenta el director, que ha querido compartir una percepción más humana de la que habitualmente se tiene sobre el diplomático.

En la tarea, el contexto histórico ayuda. Era 1513 cuando Maquiavelo escribió la obra, un momento de "gran sufrimiento para él" por haber perdido su puesto como embajador y haber sido desterrado de Florencia. El resultado de sus reflexiones de entonces se reflejaron en El príncipe, un "manual de cabecera para políticos" en el que Rubio ve más una advertencia que una guía. "Siempre existe la duda de si fue escrito para ayudar a los gobernantes o para que los ciudadanos sepamos cómo nos manejan. Yo creo que nos dio un aviso", opina el cordobés, que asegura que se ha "acusado" a Maquiavelo "de prácticas que él solo analizaba". "Habla de las medidas para conservar el poder, no dice que estén bien o mal", añade.

¿Y el poder? ¿Está él condenado siempre a esa inmoralidad? Rubio duda, pero ve esperanza al final del túnel. "Cuando tienes poder, a veces es difícil no aplicarlo en provecho propio. Pero yo creo que hay gente preparada para no caer tan fácilmente en la falta de ética", dice el director que, junto a Maquiavelo, ha rescatado en sus obras a personajes como el de Federico García Lorca. "Me queda Séneca, me interesa su planteamiento vital. Y es un modo de acercar figuras de nuestra historia a los espectadores", alega.