Comentaba hace pocos días las coincidencias que se producen a veces en nuestra ciudad entre diversas instituciones que organizan conciertos. El pasado martes, hubo tres actos de carácter musical aunque de muy distinta naturaleza y además, uno de ellos, en una urbe vecina: función de ballet en el Colón, concierto de cámara en el Rosalía y presentación, con partituras y grabaciones a cargo del Quinteto Zoar, de la música para quinteto de viento de Carlos López García, en Betanzos. El crítico, aun lamentando perderse la enésima representación de un ballet de Chaikovsky y el desplazamiento a la querida ciudad brigantina, optó por asistir al maravilloso programa que ofreció el Trío Arbós en la Filarmónica. Extraña obra, el trío denominado "fantasma", de Beethoven, por contenido, por estructura y por desarrollo de las ideas; original, singular y de dificultad extrema. El Trío Arbós la planteó acentuando los contrastes de volumen, haciéndola si cabe aún más fantasmagórica; el problema es que, incluso gozando de la excepcional acústica del Rosalía, los pianísimos a veces se hacían inaudibles y el imprescindible balance sonoro se resentía. Versión, pues, de interesante planteamiento y discutible resolución. El cambio fue total al abordar el maravilloso quinteto de Schubert. La interpretación fue soberbia de principio a fin, con un perfecto equilibrio instrumental y una actuación memorable de cada instrumentista, incluido el contrabajo, al que el compositor encomienda algunos pasajes en condición de protagonista. Grandes ovaciones y exclamaciones de entusiasmo despidieron al Trío Arbós que, sun embargo, no ofreció ningún bis.