En todas las épocas de la historia de la música, se han producido gran cantidad de obras que no han perdurado y, en muchos casos, sus autores han tenido el mismo destino. En general, se mantienen en el repertorio las partituras que, debido a su calidad excepcional, ni las cambiantes modas ni el transcurso del tiempo -a veces, varios siglos- han podido erosionar su grandeza. Es verdad que en ocasiones se ha rehabilitado a excelentes creadores y música de alta calidad que habían caído en el olvido; pero el tamiz inexorable del tiempo elimina gran parte de las creaciones de épocas determinadas. Sin duda, va a suceder con muchas partituras y numerosos compositores de este siglo y del pasado; pero quedarán las mejores y permanecerán en la memoria los mejores. El concierto del pasado viernes se abrió con el primer trabajo orquestal de Adams que se adscribe a la tendencia llamada "minimalista". De larga duración (cerca de media hora) y de una reiteración que a veces exaspera y las más de las veces aburre, me atreveré a pronosticar que en unos años nadie se va a acordar de este experimento. Otra cosa es que el compositor haya demostrado en otras creaciones, abandonando la tendencia minimalista, que es un músico importante. Lo que causó un verdadero impacto en el público fue el Concierto para orquesta (2002), de Jennifer Higdon. La riqueza inventiva, los ritmos cambiantes, las originales sonoridades que obtiene de una orquesta amplia con ocho percusionistas, la hacen enormemente atractiva, variada y de extraordinaria calidad. Ha sido estreno en España. Inmenso acierto de nuestra Sinfónica al programarla. Versión impresionante de la orquesta. Aclamaciones del público. El maestro Spano estaba radiante. No podemos olvidar el bonito concierto cuya autoría se discute (Michael Haydn o Antonio Rossetti), debido sobre todo a una actuación memorable de dos trompistas de lujo: el joven y talentoso Nicolás Gómez Naval y el siempre enorme David Bushnell. Largamente aclamados, ofrecieron un bis: versión para dos trompas solas del Vocalise, opus 34/14, de Rachmaninov.