"Es la historia del día en el que a un tipo le cambia la vida". Así resume Pedro Mairal La uruguaya, el libro con el que se hacía en nuestro país con el Premio Tigre Juan 2017. A punto de reeditar la obra de su debut literario, Una noche con Sabrina Love, el escritor argentino visita mañana Moito Conto (19.30 h) para hablar de su último éxito, en el que narra el viaje a Uruguay de su protagonista Lucas Pereyra un autor en plena crisis de los 40.

- Planteaba el protagonista de su obra que su próximo libro sería su "novela total". ¿ La uruguaya ha sido la suya?

-[Duda]. Yo creo que intenté hacer mi novela total con El año del desierto, que es una novela larga. Pero, de alguna manera, bajar un poco la pretensión ayuda a que los libros estén más vivos. La ambición de la novela total puede dar muchas novelas fallidas, o que se podrían haber escrito con la mitad de las páginas. Si uno se sienta a escribir para cambiar la literatura mundial, eso ya está mal encarado. Uno tiene que ser muy sincero, escribir algo que le quede cerca... La vida cerca de uno es muy interesante si uno la sabe mirar.

- "La novela llegó como a salvarme, a sacar lo tóxico que tenía", ha dicho de La uruguaya . ¿En qué sentido le salvó?

-Yo estaba en una situación muy parecida a la de Lucas. Me sentía muy frustrado por no estar escribiendo, estábamos mal de plata, estaba sin trabajar? Y estaba volcando toda mi frustración en la situación de pareja, echándole la culpa. Escribir me ayudó a sacar para fuera cosas muy tóxicas con respecto a eso. Sirvió para que saliese fuera todo un veneno que, si me lo quedaba dentro, creo que me iba a terminar destruyendo a mí o a mi situación de pareja. El libro también tiene algo de Peter Pan, de tipo que no quiere crecer, así que fue como asumir un poquito mi llegada a la madurez [se ríe].

- Un Peter Pan dramático. A Lucas se le derrumban las expectativas de forma sistemática. En el trabajo, en el amor? Es un libro desesperanzador en ese sentido.

-Es amargo, pero no está mal tampoco la idea de conocerse más a uno mismo. Cuando él dice "soy yo" al final de todo, me da la sensación de que es un autoconocimiento un poco más profundo que el de la mañana en la que salió de su casa. Por más que sea duro, conocerse es necesario. Si no, uno vive flotando en una especie de mundo ideal que se creó de uno mismo, pero que es una mentira.

- El enfrentamiento entre lo soñado y la realidad se esconde en todos los rincones del libro. ¿Qué buscaba cuando se propuso explorar ese punto de contraste?

-Eso siempre funciona en las historias. La distancia entre lo planeado y lo que termina sucediendo genera mucha empatía. Todos vivimos planeando cosas que después no salen, viajes hermosos en los que el folleto era precioso y llegas y la habitación es chiquitita y la playa tiene una arena sucia y gris. El pobre Lucas Pereyra estaba pensando que iba a vivir una aventura en Uruguay, y le sale mal. Está contrastada la chica de la que está enamorado y la chica real, y también el Montevideo idealizado y el Montevideo áspero que le toca vivir. Lo mismo sucede con Daniel Montero en Una noche con Sabrina Love. Él tiene una idea de lo que es la sexualidad completamente ingenua, y se topa con una mujer real.

- Parece que su literatura se ha acabado uniendo en los extremos.

-Totalmente. Los dos libros son un viaje detrás de un ideal, que por suerte no sale como planearon. Pero supongo que es una gran metáfora de la vida. Un viaje que creemos que planeamos, pero que no controlamos en lo más mínimo. Creo que hay una continuidad entre los dos libros, los personajes tienen una familiaridad. Pero supongo que también es porque los dos están escritos por el mismo tipo [se ríe].

- En La uruguaya usted juega a ser Lucas. Un escritor que dejó la carrera de medicina, que está casado, que tiene un hijo? ¿La confusión no era arriesgada?

-En mi familia tuve que hacer con mi mujer un asado como de desagravio un domingo, explicando que no estábamos separados [ríe]. Todo el mundo creyó que la novela era 100% autobiográfica. Mi hermana, que sabe que yo toco el ukelele, me decía: "¡¿Pero tenía que tocar el ukelele el personaje?!". Tiene un riesgo hacer personajes tan pegados a uno, porque confunde, pero incluso cuando escribes novelas muy separadas de uno la gente te pega con el personaje. Y está bien que sea así. El escritor es una figura que el lector inventa.

- ¿Y cómo recuerda ese momento en el que se convirtió en un escritor al que inventar con Una noche con Sabrina Love ?

-Uy, eso me dio mucho vértigo. Pero, al igual que el personaje, que ya sale a la ruta, yo también tenía que llegar hasta Sabrina Love. Tampoco me daba cuenta de que fuera una novela. No pensé en los formatos, sino en cómo tenía que contarla. En La uruguaya me pasó lo mismo. La matriz del día me sirvió mucho para trabajar, y para no asustarme, porque a veces uno con el libro se asusta, le parece que es poco. Una noche con Sabina Love me lo parecía, y pensé en meterle unas sesiones de lo que hablaba este chico en terapia después. Imagínate cómo habría arruinado eso el libro.

- El paso de Una noche con Sabrina Love al cine lo vivió con cierto desagrado. Imagino que no teme vivir lo mismo con el de La uruguaya , ahora que puede elaborar su guion.

-Ahora en todo caso va a ser culpa mía [risas], voy a poder protestar menos. Lo que estoy pensando con Hernán Casciari es cómo trabajar en el guion, ver qué cosas aprovechar de la novela y qué cosas transformar. El cine a mí se me va mucho de las manos. Yo me dedico a la literatura porque en mi página en blanco no me molesta nada, no hay productores. Pero también es muy linda la creación colectiva. Va a ser una aventura.