Más de veinte profesionales de la industria musical se dan cita hoy en el teatro Colón como parte de la jornada Mulleres e música. La iniciativa, organizada por la Diputación, abordará desde las 11.00 horas la situación femenina en el sector de la mano de conciertos e intervenciones. Entre ellas, se encontrará la de Tamara Rodríguez, miembro de Mujeres en la Industria de la Música (MIM), una asociación que trabaja por visibilizar la desigualdad de género en la industria mediante estudios y programas formativos.

- Se habla mucho de la desigualdad de la mujer a nivel social, pero su situación dentro de la industria de la música tiene menos eco. ¿Hasta qué punto es visible esta problemática?

-La desigualdad de la mujer en la industria musical tiene menos eco que en otras industrias, pero este último año ha cobrado una especial relevancia la visibilización de la ausencia de cabezas de cartel femeninos en los festivales. Muchos colectivos profesionales y feministas lo han denunciado, y pensamos que eso puede ser la punta de lanza que haga que la sociedad se pregunte qué pasa en el resto de la industria.

- ¿Y qué es lo que pasa?

-Una brecha de género y un problema de falta de referentes en todos los ámbitos profesionales. En la actualidad, la preparación y capacitación de las mujeres en la industria musical está en aumento, incluso superando el número de hombres en muchas carreras. Pero los mejores resultados académicos no se trasladan a una mayor presencia de las mujeres en la industria.

- ¿De qué modo cambia la situación de la mujer en función de si se encuentra sobre o detrás de un escenario?

-Si ya es difícil encontrarnos con mujeres encima del escenario, detrás se vuelve más complejo. Pero es curioso. Las que están ahí normalmente suelen ocupar puestos de producción que exigen gran capacidad de trabajo en equipo, estrategia e ingenio. Sin embargo, son grandes ausentes en puestos de dirección. Es absurdo que estén habilitadas para desarrollar tareas de producción, el corazón de un festival, pero no de tareas más específicas.

- Iluminadoras o técnicas de sonido también son una rareza.

-Los empresarios del sector musical siguen pensando que el nuestro es el sexo débil y que no estamos capacitadas para mover bultos o cargar pesos. Es raro ver chicas de carga y descarga o montadoras de escenario, porque no se les permite el acceso a estas profesiones.

- Denunciaban artistas como Ses que el papel de la mujer en la música parecía estar restringido al de cantante, ¿es así?

-Es muy complejo encontrar referentes instrumentistas, pero lo cierto es que las hay. Estamos ante la primera generación de mujeres de la industria que está dispuesta a luchar por sus derechos en masa. Es maravilloso ver a guitarristas o bajistas tocar, porque las niñas que hoy empiezan a estudiar música necesitan tener un modelo que seguir.

- ¿Antes había una autolimitación?

-La ha habido debido a la falta de referentes en puestos directivos o técnicos que les abran los ojos a esa posibilidad. Pero esto está cambiando. La mujer cada vez se siente más capacitada y está más dispuesta a pelear por su reconocimiento.

- El machismo también se traduce en la objetificación de la artista. Hay esa fijación con su aspecto.

-Nosotras hemos analizado 183 festivales durante el año pasado, y vimos que sólo 31 superan el 40% de presencia femenina. Lo más importante es contratar a un artista por su calidad y no por su género ni por su aspecto. Nadie juzga a una banda masculina por su vestuario, su sensualidad o actitud. A las artistas femeninas, se las juzga por las tres.

- En las jornadas de hoy van a presentar una propuesta para avanzar en la igualdad de género en la música. ¿En qué va a consistir?

-Se trata de una apuesta por crear una cultura de igualdad, por tanto, con medidas en el ámbito de la educación, pero también de la responsabilidad de los gobiernos en sus acuerdos de financiación de eventos. No podemos olvidar que existe una ley de igualdad que se está incumpliendo, tanto en los circuitos musicales estatales- pagados con fondos de los organismos oficiales- como indirectamente en los festivales que gozan de mayor nivel de subvención y que, por tanto, tienen que responder en la medida en la que son participados con dinero público.