Desde que tenía su estudio en Alfonso IX, Juan Miranda siempre quiso montar una galería. "Llevo dándole vueltas a la idea muchos años", reconoce el artista, dedicado a los entresijos de la venta de obras durante las últimas dos décadas. Este mes de mayo, el proyecto se hacía realidad para el pintor en el número 2 de Campo da Estrada. En pleno corazón del casco histórico de la ciudad, Miranda abría las puertas al público de su nueva galería, Bazzart, dispuesto a compartir el trabajo de los artistas con menos oportunidades.

"Las galerías, a veces, son muy inaccesibles. Yo quiero promover a la gente que empieza, o que no está en boga ahora mismo", explica el dueño del local. A lo largo de su carrera como artista, el creador de Bazzart tuvo que enfrentar en carne propia las dificultades de exhibir su producción. Fue su experiencia frustrada durante su primera exposición en Oviedo lo que encendió en él el deseo de dar a los artistas un espacio libre de trabas, en el que pudiera exponer desde el autor novel hasta el más consolidado. "Yo tuve malas experiencias con las galerías. La primera vez que fui, estuve preparando la exposición durante cinco meses. Cuando faltaba uno, la galerista me llamó y me dijo que tenía que hacer 50 pósteres, 800 trípticos a todo color? Yo acababa de empezar, no tenía poder adquisitivo y al final me eché para atrás", recuerda el creador.

A partir de entonces, Miranda cargó con "la espina" de hacer "una galería abierta". Su primer intento fue también en la Ciudad Vieja, donde montó un estudio en el que, entre trabajos de restauración y su tiempo como docente, lograba sacar adelante alguna exhibición. Pronto, sin embargo, la falta de espacio puso en jaque el proyecto. "Quería ponerlo como galería, pero el local no se prestaba, y tampoco tenía tiempo", cuenta el artista, que aparcó todo cuando se tropezó con su actual espacio en Campo da Estrada. El local, por aquel entonces, era tan solo el almacén de un albañil. "Cuando yo llegué no había luz ni agua corriente, pero era ideal", comenta el creador sobre el recinto, que durante años fue un ultramarinos.

Mucho tiempo y capas de pintura le llevó a Miranda acondicionar el espacio que ahora luce el letrero de Bazzart. No es casualidad el nombre de la galería, que tiene por máxima no ponerse límites en cuanto a estilos, formatos o creadores. "Bazzart es que cabe todo, pero relacionado con el arte", comenta el dueño, ilusionado por construir un espacio "que en vez de poner pegas a los artistas" les facilite "el exponer".

Performance, fotografía, piezas audiovisuales e incluso artesanía son algunas de las opciones que baraja la galería de cara a su futuro. Las opciones son infinitas para Miranda, que afronta el reto de echar a andar su proyecto en un momento que, reconoce, no es el mejor para esta clase de negocios. "Son malos tiempos. Los precios han bajado mucho en el mundo del arte, y es difícil vender, hay mucha competencia", lamenta el artista, que afirma que su situación en la Ciudad Vieja, una zona "no muy buena" a nivel comercial, tampoco ayuda.

Lo que queda, asegura el dueño de Bazzart, es "adaptarse". El artista hace un balance positivo de su primera quincena de recorrido, en el que la galería ya ha vendido más de la cuarta parte de las obras expuestas. La mayoría de las ventas corresponden a la producción de Eduardo Valdés. El artista ha enamorado a la ciudad con sus series abstractas, que decoran las paredes de Bazzart junto a los grabados de Diana Aitchison, los cuadros de Elena Malleira y las esculturas de Fernando Groeiro, responsable del busto de Sir John Moore del Jardín de San Carlos. El propio Miranda, que igual restaura como pinta o esculpe, comparte en su espacio una figura de chapa de hierro soldado. Todas las obras podrán verse hasta el 4 de junio, en horario de 10.00 a 14.00 horas de lunes a miércoles, de 10.00 a 14.00 horas y de 17.00 a 20.30 horas los jueves y viernes, de 12.00 a 14.00 horas y de 18.00 a 21.00 horas los sábados y de 12.00 a 14.00 horas los domingos.