Laura Restrepo se adentra en la antesala del crimen con su última novela, Los Divinos, basado en un feminicidio real ocurrido en Bogotá. La autora estará esta tarde en la Fundación Seoane, donde presentará su obra a las 20.00 horas como parte del ciclo coordinado por Javier Pintor Somos lo que leemos.

- Dice que este libro era inevitable.

-Sí. Me di cuenta de que no me quedaba más remedio que escribir sobre esto, porque no podía pensar en nada más. La novela es una historia de ficción, pero el detonante es un hecho real que sucede en Bogotá, donde una chiquita es raptada, violada y asesinada por un individuo de los estratos más altos. Ese hecho de que el criminal fuera alguien que se suponía que estaba del lado bueno, despertó el clamor de la ciudadanía. Y también la preocupación de pensar en qué sociedad vivimos, por qué pasa algo así.

-¿Encontró la respuesta?

-Respuestas nunca encuentras, pero por lo menos la novela es un intento. Yo hice una exploración en ese mundo masculino, muy narcisista, en donde lo que se quiere se tiene. Moviéndome en ese campo, creé este grupo, los Tutti Frutti, cinco muchachos que hacen una especie de manada.

-¿Por qué optó por el punto de vista masculino?

-El punto de vista de repudio total que uno podía tener como mujer impedía tratar de buscar motivos. Era demasiada la bronca que producía el hecho. Pero el punto de vista de alguien tan cercano al asesino te obligaba a ponerte en sus zapatos.

-A través de él, denuncia la impunidad de las clases altas.

-Es que había la sensación de que este muchacho pertenecía a un grupo de presión que hacía factible que no lo tocaran. Parte de la indignación era por esa expectativa, tanto que sentías que podía caer hasta el propio presidente si no lo condenaban, porque era toda la estructura del proyecto la que se estaba poniendo en tela de juicio.

-¿Cumple realmente la ciudadanía un papel decisivo a la hora de hacer justicia?

-En Colombia hay una justicia independiente, pero también la sensación de que ciertos grupos sociales y políticos, o vinculados a las fuerzas armadas, tienen mecanismos para pasar impunes. Creo que es la sensación que ha quedado en España con respecto a La Manada.

-¿Cómo recibió esos puntos en común del caso con los protagonistas de su novela?

-Fue muy interesante. Cuando yo escribí todavía no conocía el caso, pero en varias partes del libro menciono al grupo como la manada, y hago énfasis en ese comportamiento de pandilla depredadora en busca de su presa. Eso dice que estamos apuntando a una cierta tipología de asociaciones masculinas, que derivan su falsa fortaleza en el hecho de dañar a uno más débil.

-Tras el dictamen judicial de La Manada, se denunciaba la existencia de una cultura de la violación. ¿La justicia sigue sin ser justa para la mujer?

-En el mundo entero. Sigue habiendo una estructura patriarcal en la base de las leyes que nos rigen, una serie de mecanismos perversos que llevan al silencio. En el caso de La Manada, hay quien le echa la culpa a la niña. ¿Cómo es posible que todavía haya un sector de la población que piensa que las mujeres tienen la culpa de las agresiones?

-¿Es a eso a lo que se refiere cuando señala la sociedad como cómplice de estos crímenes?

-Eso por un lado, pero habría también mecanismos más secretos Para mí era importante meterme en las relaciones de cada uno de los integrantes de los Tutti Frutti con otras mujeres, porque en todas ellas había algún grado de desprecio. El crimen es la punta del iceberg, pero por debajo hay un maltrato velado por parte de la sociedad.