El camino para salir airoso de las preguntas comprometidas es el que recorre Marcelo Castelo en su nuevo libro, ¡Si lo sé, no lo digo! 12 antídotos para evitar respuestas suicidas a preguntas envenenadas. La obra, una guía para aprender a manejarse en conferencias, ruedas de prensa y entrevistas laborales, la presentará hoy en Afundación el escritor (20.00 horas), que ofrecerá también la charla Los muchos mitos y las pocas verdades de la comunicación no verbal.

- No meter la pata a la hora de contestar preguntas, ¿hay una fórmula para eso?

-Sí. La misma que para todas las cosas en la vida: trabajar y prepararse bien. Hay preguntas comprometidas que nos pueden incomodar. Lo que hay que hacer es prepararse para ellas.

-¿Qué función tiene el carisma en esas respuestas?

-Hay algo. No voy a decir que no haya personas que tengan un don en la comunicación. Pero todas las personas que he entrevistado, y que son magníficos comunicadores, tienen un denominador común: les gusta tanto la comunicación que se han formado mucho en ella. Y todos son conscientes de que parte de su carisma tiene que ver con cómo eres percibido por los demás. En 170 milisegundos, decidimos si una persona nos parece confiable y competente. Las personas carismáticas, de alguna forma, van vestidas en su comunicación para transmitir eso.

- ¿Y cómo ve en ese sentido a los políticos actuales?

-Se ve muy bien cuando el político está formado y cuando está incómodo. En la foto del traspase de poderes entre Pedro Sánchez y Mariano Rajoy, por ejemplo, solo él tenía las manos detrás. Era el que intentaba sonreír más y era el que menos cómodo estaba allí. Todos los demás lo hacían muy bien, pero Rajoy no hizo bien el posado.

-Usted dice que no se le da bien la comunicación no verbal.

-Es una persona con una comunicación no verbal muy singular, aunque ha mejorado mucho. Hay una cosa que tiene Moncloa, y es que la gente entra de una manera en comunicación y sale de otra. Pero la suya es bastante descarrilada. Sobre todo, es una persona que no gestiona bien la improvisación. Pero cuando lleva todo preparado es tremendamente incisivo.

-Decía usted que hablar mucho puede traer problemas, ¿la primera norma es ser escueto?

-No es tanto ser escueto, sino no opinar de todo. Hay que saber parar a tiempo. A los políticos, les preguntas y tienen opinión. Parece que alguien les ha convencido de que tienen que opinar sobre todo.

-Pero en evasión de preguntas tienen rodaje.

-Las evasivas son una técnica, pero he detectado que, aunque las utilizan, no les gustan. La evasiva no suma, y es sinónimo de algo: No has preparado bien el tema. Porque si lo has preparado bien y te están preguntando por algo que no viene a cuento, la respuesta es que no te compete. Y si viene a cuento, debes responder.

-Una conferencia, una rueda de prensa y una entrevista de trabajo son los escenarios principales de libro. ¿Se debe cambiar la estrategia en cada uno de ellos?

-No todo es válido para todos los sitios. Por ejemplo, hay un escenario que denomino "crear alianzas". Lo primero que debes hacer cuando vas a ir a un entorno en el que vas a ser preguntado, es intentar crear aliados. Yo siempre tengo unas palabras con todo el mundo que viene a escucharme. Cuando creas esas alianzas, es más difícil que alguien quiera atacarte. Pero no lo puedes hacer en el juzgado.

-Y si la pregunta llega? ¿La comunicación no verbal influye?

-Siempre. Hay mucho sesgo cognitivo. A partir de la primera impresión, se genera una proyección. Si yo he llegado a la conclusión de que esa persona me cae bien, todo lo que haga va a reforzar ese sesgo. Pero, sino, voy a evitar todas las cosas que digan que me estoy equivocando. Por eso hay que saber qué quieres que transmita tu comunicación no verbal.

-¿Eso se aprende?

-Sí. Somos máquinas de comunicar. Nos estamos comunicando siempre, hasta cuando no decimos nada. Todos somos unos extraordinarios comunicadores en potencia. Ahora bien, esa potencia la puedo desarrollar o la puedo decir aletargada. Y eso es una decisión personal.