Héctor Francesch tenía apenas 16 años cuando decidió que iba a ser artista. "Fue en clase de Matemáticas, cuando estaba en segundo de BUP", asegura sin dudarlo el coruñés, que acababa optando por la Sociología ante la falta de medios para ir a cursar Bellas Artes. La carrera, recuerda entre risas, no tenía que ver con los pinceles, pero él no los olvidaba. El tiempo que sus compañeros de carrera perdían charlando en los bares, Francesch lo invertía en práctica, con la pasión de quien se sabe seguro de su camino. "En vez de latar en la cafetería, me iba a un rinconcito especial que tenía para pintar, porque siempre aposté por esto. Luego tuve la oportunidad de intentarlo", recuerda el artista.

La ocasión para probarse se le presentó un día de noviembre. En una taberna del Orzán, el pintor compartía por primera vez su trabajo con una exposición, de la que se cumplen este año dos décadas. La efeméride, y su tiempo desde entonces en la ciudad, lo celebra ahora el artista con un proyecto de doce ilustraciones, en el que reinterpreta los símbolos más característicos de la urbe bajo el título de Suite Coruñesa. "Es una celebración de la ciudad que me ha visto crecer como persona", explica Francesch, que presentará hoy a las 12.30 horas sus creaciones en el Museo de Arte Contemporáneo.

La Torre de Hércules, el Obelisco, el gigante Gerión y los choqueiros de Monte Alto serán algunos de los iconos que se podrán ver en la sala. Junto a ellos, el artista ha escogido también otros menos monumentales aunque igual de característicos, como la noche de San Juan, el surf, el viento y Estrella Galicia. "Son cosas sencillas, para que al primer golpe de vista sepas lo que estás viendo. Lo que busco es nuestro amor propio. No hay mejor embajador de la Estrella que un coruñés, por ejemplo, deberían subvencionarnos", comenta con una carcajada el pintor.

Sus dibujos, realizados con su habitual tono pop, no se quedarán solo en arte. Suite Coruñesa tendrá también una línea comercial, y se reproducirá en objetos cotidianos como libretas y tazas, que estarán disponibles tanto online como en tienda física. "Será una edición amplia, pensada para toda la ciudad, no solo para a los que les gusta el arte", dice Francesch, que asegura que la serie es el proyecto que más le ha absorbido.

La idea de llevarlo a cabo, reconoce, venía de largo. Hacía tiempo que el pintor quería rendir homenaje a A Coruña, testigo mudo desde hace años de cómo perfilaba su carrera. Hoy, Francesch se declara feliz de vivir aquí, aunque confiesa que no siempre tuvo ese sentimiento. Su relación con el escenario que ahora dibuja pasó por algún que otro momento delicado, en el que tenía la sensación de que la urbe se le quedaba pequeña. "Durante un tiempo, llegaba a María Pita y me sentía como en El Show de Truman. Era como si llegase al final del decorado. Pero ahora no querría vivir en ninguna otra parte", dice el artista, uno de los pocos que disfruta del lujo de dedicarse al pincel de modo profesional.

Lograrlo en la ciudad no resulta sencillo. "En los sitios pequeños hay falta de oportunidades, que en el arte significa presupuesto", explica con humor Francesch. Su forma de sobrevivir a carencias como esa, indica, es más la tenacidad que la genialidad. También la innovación juega un papel importante en la duración de su trayectoria, en la que apuesta constantemente por explorar nuevos caminos. "Yo concibo el arte como algo que tiene que cambiar, como la propia vida. No apoyo que una persona haga siempre lo mismo y diga que es artista. Si haces eso, entonces tienes una fábrica", defiende el pintor, dispuesto a ampliar su serie en el futuro. "Yo le he hecho lo mejor posible. Ahora tiene que funcionar".