La fauna y la naturaleza de Río de Janeiro inspiran el nuevo disco de María Toro, Araras, que presentará mañana en el Jazz Filloa a las 22.00 y a las 23.00 horas, dentro del ciclo 1906. La flautista coruñesa, que componía su primer trabajo en Nueva York, cambia ahora la urbe estadounidense por los paisajes brasileños, en los que fusiona flamenco, jazz y música popular del país junto a nombres como Hermeto Pascoal.

- Segundo disco propio. ¿Se ha sentido más segura a la hora de abordarlo tras Contraluz ?

-Sí, de todos los procesos aprendes. Ahora me siento con más capacidad de liderar el equipo. El primer proyecto lo saqué en el 2014, en Nueva York. Entonces llevaba muchos años tocando la flauta, pero no tantos haciendo música popular. Aprender a tocar un instrumento es una carrera de fondo, y yo la primera parte la dediqué solo a clásico.

-Luego optó por el jazz. En Araras lo fusiona con los ritmos brasileños. ¿Cómo casan los estilos?

-Yo creo que en la música popular es muy difícil definir fronteras. ¿Dónde empieza el jazz?, ¿dónde está la música brasileña?? Son muy permeables, y es muy fácil contagiar una de la otra. La que yo compongo nace de una unión entre el flamenco y el jazz, pero, como la grabé en Río de Janeiro, es imposible escaparse de esos matices de Brasil. Su jazz está influenciado por la música brasileña.

-¿Le inspiró mucho Río de Janeiro para el disco?

-Muchísimo. Especialmente los elementos de la naturaleza y de la geografía. Esos paisajes de montaña? Y la fauna. Aunque tú vivas en la ciudad, ves de todo: monos, pájaros, insectos que generan sonidos exóticos. Y la gente de la calle, como los vendedores ambulantes, cantan unas melodías absolutamente espectaculares para venderte una fruta. Todo eso a mí me inspiraba mucho para componer.

-A los vendedores ambulantes les rinde homenaje en una de las pistas, Você quer .

-Sí. Está dedicada en particular a un vendedor ambulante que estaba en la playa de Ipanema, a donde yo iba. Siempre estaba vendiendo mate, que es muy típico de allí, y diciendo que si querías algo solo tenías que llamarlo, que él iba corriendo y te lo daba. Y cantando. A mí eso me marcó muchísimo.

-El país también le sirvió para el título. Se refiere a una especie de ave de allí. ¿Por qué la escogió?

-Es un pájaro que me ha inspirado para todas las melodías que aparecen en el disco. No es tan común verlos volando todos los días, pero tienen un canto muy particular y unos colores muy bonitos. Se les ve siempre en pareja, y para mí representan la cotidianidad en Río.

-Allí se encontró con Hermeto Pascoal, uno de los protagonistas del disco. ¿Cómo ha sido la experiencia de trabajar con él?

-Ha sido espectacular. Hermeto es una figura mundial del jazz brasileño. Trabajar con él fue cerrar con broche de oro esa etapa, porque no solo vino a grabar. Yo le conocí en su casa, conocí a su familia, me regaló dos composiciones? La grabación fue la culminación de esa relación, para que quedase constancia de lo que habíamos vivido.

-¿Es el músico con el que más ilusión le ha hecho trabajar?

-No sé si es el que más ilusión me ha hecho, pero creo que es con el que menos me esperaba trabajar. Porque yo a Hermeto lo escucho desde hace muchos años. Cuando estudiaba jazz en Madrid, iba a clase con Yayo Morales, que fue quien me lo descubrió. Recuerdo perfectamente el día que me dijo: "Te voy a poner una composición de un músico que hace una armonización de los cantos de unos pájaros". A mí eso me sonaba a chino.

-¿No lo entendía?

-Nada, para mí era otra galaxia. Salía de clase desesperada, llorando, porque no conseguía entender lo que hacía este hombre. Pero pasaron los años, y lo seguí escuchando como referencia, aunque cuando me fui a Brasil nunca pensé en hacer nada con él. Ha sido una experiencia musical muy fuerte.

-Tuvo otras en Madrid, Nueva York? ¿Qué le han aportado a su música estos escenarios?

-Si yo no hubiera visitado esos países, mi música sería otra. Yo defino estos viajes como procesos de intercambio musical. En cada país que vas, encuentras una manera diferente de entender la música, una forma distinta de defenderla y de intelectualizarla. Para mí, lo más interesante de este proceso era aportar lo que yo traigo y recoger lo que me están brindando. Gracias a eso, creo que tengo la cabeza completamente abierta a todo tipo de sonidos, estilos, colores?

-¿Era algo que no tenía con la música clásica, se le quedó pequeña?

-No sé si pequeña, porque la música clásica a mí me sirvió muchísimo como herramienta para defender lo que soy hoy. Para tener disciplina y técnica. Pero se me quedaba capada la creatividad. Cuando terminé la carrera, era incapaz de tocar sin partitura. No podía crear mis propias melodías o improvisar. La música clásica no me servía para lo que yo quería en ese momento.

- ¿Y ahora? ¿Hay algún estilo que no le interese?

-No. A mí me interesa toda la música que esté bien hecha. Cuando menos, escucharla. Al final, el estilo es una cuestión circunstancial. La música existe en el universo y se manifiesta en diferentes elementos. El estilo es dotarla de unos colores concretos, para que se vea de una manera determinada.