"Yo era más alegre, reía más. Tenía sueños. Ahora no sé si voy a tener vida". Así reflexiona Pablo Ibar, un hombre que lleva más de dos décadas encerrado en una cárcel de Florida, en la que entró tras ser condenado a muerte por triple homicidio. Detrás de su acusación, se oculta un reguero de irregularidades judiciales. Pero ni la ausencia de pruebas y testigos, ni un abogado inestable e incapaz de realizar una defensa con garantías, fueron suficientes para absolverle. Su periplo lo recoge ahora el escritor Nacho Carretero con En el corredor de la muerte, su último libro tras el exitoso Fariña. La obra, que presentaba ayer en Fnac, se adentra en el desconcertante camino hasta prisión de Ibar, que volverá a jugarse la vida en octubre después de que el Tribunal Supremo de Florida reconociese que su juicio no fue justo.

- Lo de que toda vida es una novela usted lo está demostrando a rajatabla.

-[Risas] Sí. La manida frase de que la realidad supera a la ficción está muy escuchada, pero es que es constantemente pertinente aplicarla. Yo me he encontrado con que hay realidades que no tienen comparación con nada más, y que son dignas de contar, y la de Pablo Ibar es una de ellas. Es una historia llena de injusticias, y que también invita a mucho debate y reflexión.

-¿Qué novedades tiene sobre el caso, ahora que se aproxima el nuevo juicio?

-El juicio arranca el 1 de octubre, y digamos que lo esencial ahora es que Pablo va a tener un juicio justo, porque ya tiene un abogado con garantías. Ese escenario es muy favorable para él. Lo que pasa es que nadie se fía, porque ha recibido tantos golpes, que están temerosos. Date cuenta de que en los próximos meses se va a jugar la vida. La sensación que predomina es la cautela.

-¿Acogió con la misma desconfianza su propuesta de escribir un libro sobre él?

-Sí. No era ni es una idea que le guste. Lo único que le preocupa es el caso. Tienen mucho miedo, porque cualquier cosa se puede volver en su contra?

-¿Cómo fue entonces su primer encuentro con él, hace ya seis años?

-Fue difícil, sobre todo por el sitio en el que tuvo lugar. El corredor de la muerte es un muy desagradable, pones un pie y ya estás deseando sacarlo, pero quedó un poco compensado por el tipo de persona que me encontré. Una persona con un discurso muy lúcido y coherente, a la vez que con mucha sensibilidad para hablar de su familia y del empeño que tiene en demostrar su inocencia? Me llamó la atención esa fuerza mental para que no le ocurra lo que le sucede a muchos presos del corredor de la muerte. Pierden la cabeza, porque el castigo es tan extremo que no pueden mantener la cordura.

-Dice que ha tratado de ser aséptico a la hora de reflejar todo aquello. ¿Eso es posible con algo tan trágico?

-Yo intento ser aséptico siendo un narrador que expone los hechos, para que el lector saque sus conclusiones. Pero es verdad que en el instante en el que incides en la perspectiva de Pablo, o en el momento en el que la familia de las víctimas no quisieron hablar conmigo, ya caes en dar más peso a uno de los puntos de vista. Además, he generado un vínculo emocional con la familia. Al final empatizas cuando hay un caso con gente sufriendo tanto.

-Sorprende además que se de en un sitio como Estados Unidos. Solemos pensar en él como un lugar de libertad, pero luego nos encontramos con que este tipo de condenas siguen vigentes.

-Yo creo que hay que diferenciar entre estados. Hay lugares en Estados Unidos donde no se aplica la pena de muerte y donde además tienen una visión más progresista de la justicia. Pero Florida es uno de los estados más conservadores. La pena de muerte está totalmente respaldada, y hasta hace poco ni siquiera se necesitaba la unanimidad del jurado. Tampoco es necesaria una prueba física, como es el caso de Pablo. No hay pruebas de ADN, y sin embargo se le condena igual.

-La justificación es un fotograma borroso.

-Sí. Las pruebas son muy débiles, y lo dice el propio Tribunal Supremo en Florida. Ahora, al admitir que se repita el juicio, está diciendo que se le condenó sin una defensa adecuada y con pruebas escasas. Lo único que hay es una imagen borrosa y en blanco y negro, que admite debates sobre si es Pablo o no. De hecho, no pocos expertos faciales consultados indican que no es él.

-Su historia se publica en un momento muy bueno para usted a nivel profesional, una situación impulsada por el éxito de Fariña . ¿Le ha cambiado la vida?

-Completamente [se ríe]. Sería hipócrita contestar cualquier otra cosa. El libro funcionó muy bien desde el principio, y es verdad que cuando llegó el secuestro alcanzó una dimensión extraordinaria. Me cambió la vida en ese momento.

-En él retrata el narcotráfico en la Galicia de los 80. Este año nos encontrábamos con un repunte. ¿Cómo se explica esta tolerancia de la sociedad?

-Es que es menos visible. El consumo de drogas hoy es mucho mayor que en los 80, pero es mucho más invisible, porque está localizado y controlado, así que digamos que no molesta al ciudadano medio. Por tanto, la alerta baja. Pero el narcotráfico sigue ahí.

-Su descripción de él triunfaba en la pantalla como serie. Ahora, Bambú Producciones también han comprado los derechos de En el corredor de la muerte . ¿Augura el mismo éxito?

-Ojalá [sonríe]. Yo creo que tomar Fariña como listón siempre va a ser injusto porque lo ha dejado muy alto. La serie estoy seguro de que va a tener nivel, pero el éxito es impredecible, como cuando yo escribía Fariña en mi casa. Decía: "A ver si en Galicia le gusta a alguna gente", y de repente vende más de 100.000 ejemplares.

-¿Y su nuevo libro? ¿Cree que ayudará al caso de Ibar?

-Yo creo que cualquier cosa que sea dar visibilidad a un tema ayuda. En este caso, yo creo que está ayudando a que mucha más gente conozca lo que ha ocurrido con Pablo, y sea consciente de las irregularidades que ha padecido. Eso puede ayudar porque la gente se sensibiliza, y aquí la Asociación Pablo Ibar está haciendo un crowdfunding para intentar recaudar fondos para pagar la defensa. Puede ayudar a que alguno eche una mano pero, en general, echar luz sobre una injusticia siempre es ayudar.