Son pequeños, y muchas veces odiados o ignorados, pero este diciembre se convertirán en las estrellas. Los insectos y su misterioso mundo de saltos y colores, aterrizarán a finales de este año en el Coliseum de A Coruña, al que llegarán entre los días 21 y 30 del mes como parte de la gira internacional del Circo del Sol. El espectáculo que llevará a escena, Ovo, se sumergirá en sus actos. El modo de jugar de las hormigas, el trabajo de las arañas, o los brincos de los grillos serán el centro de este show itinerante, que unirá teatro y acrobacias al son de la música y la danza brasileña.

En total, el ecosistema estará formado por 17 insectos, a los que darán vida más de medio centenar de artistas. Los gimnastas realizarán piruetas, vuelos y saltos imposibles alrededor de un huevo misterioso, que suscitará la curiosidad de todos mientras realizan sus actividades cotidianas. "Nos movemos con él cuando hacemos nuestras acrobacias. El resultado es un show muy feliz y divertido, para toda la familia", explica Aruna Bataa.

La contorsionista de Mongolia encarna desde hace cuatro años a la araña blanca en la función. En su número, teje, se retuerce y se balancea en su tela, haciendo gala de una flexibilidad que se complica al tocar el suelo. "Lo más difícil es caminar como ella. Tienes que estar en el piso todo el tiempo, durante horas", indica la artista, que señala como otro punto intrincado el trasladar de forma correcta al público "el concepto" de ser un insecto.

Para transmitir el de ser una araña, Bataa estuvo entrenando durante todo un mes, en la sede que la compañía tiene en Montreal. Allí se gestaron también las coreografías del espectáculo, para las que la directora Deborah Colker se adentró en museos de insectos con el fin de descubrir el modo que tienen de moverse. "En general hacemos muchos números de aire. Hay chicas volando, y saltos en la cama elástica", cuenta la acróbata.

El vestuario, obra de la canadiense Liz Vandal, ayuda a perfeccionar el trabajo de campo. Más de 1.000 piezas entre trajes, zapatos y pelucas crean en el espectáculo la ilusión de estar viendo a estos animales, que exhiben sus llamativos verdes, rojos y amarillos orquestados por la mano experta de Mar González. El trabajo de la jefa de vestuario es, indica, "interesante pero intenso". "Siempre hay ropa que arreglar, zapatos que pintar o maquillaje que dar a los artistas", para los que se busca materiales "seguros, resistentes" y que faciliten la movilidad. "Somos un departamento muy ocupado. Como llevamos con nosotras nuestras propias máquinas de coser, lavadoras y secadoras, tenemos que montar todo cuando llegamos a cada ciudad, además de lavar toda la ropa, preparar los sombreros y hacer las pruebas de vestuario", explica la santanderina.

Para atender todos los frentes, el Circo del Sol cuenta con un equipo de 4 personas, al que se suman en cada parada un puñado de locales. La diversidad de Ovo, en el que participan gimnastas de 14 países distintos, se cuela así también entre bastidores, dando lugar a un puzzle de culturas en el que a veces las piezas resultan arduas de encajar. "Siempre es complicado trabajar con un equipo tan variado. Una vez estuvimos en Rusia, y la gente no hablaba inglés. Fue difícil entenderse", recuerda González, curtida en el vestidor de otros espectáculos de la empresa, como Alegría.

También como veterana llegaba en 2009 Bataa al Circo del Sol. La acróbata, tercera generación dentro de una familia de artistas circenses, abandonaba la carrera de Derecho para dedicarse al escenario que pisaba desde niña, y en el que ahora, dice, realiza un espectáculo total. "No es solo circo tradicional, es una reinvención. Tenemos danza, acrobacias, teatro... Lo combinamos todo en un solo show", concluye.