¿Es arte o es diseño? Esa es la pregunta que plantean con sus piezas los más de un centenar de autores de Drift. Miradas cruzadas entre diseño y arte contemporáneo, la nueva exposición comisariada por David Barro en el Museo de la Fundación Naturgy. Inaugurada ayer, y compuesta por creadores de cerca de una veintena de países, la muestra traza un recorrido por los límites más blandos que existen entre ambas disciplinas, construyendo una panorámica de su historia y de los puntos en los que sus fronteras se diluyen.

La cara más artesanal de la cerámica, los entresijos de la tipografía y hasta objetos tan cotidianos como un exprimidor son algunas de esas zonas de convivencia, que podrán disfrutarse en la ciudad hasta el próximo día 30 de diciembre. La exposición juega a confundir al que la observa sobre el área en el que las piezas deberían englobarse, demostrando, como apuntaba en la presentación el comisario, que el arte y el diseño se encuentran desde hace tiempo en "un lugar común". "A partir de la posmodernidad, los diseñadores empiezan a trabajar desde la óptica del arte, buscando lo que no tenga funcionalidad. Del mismo modo, también se comienza a usar el diseño en el arte", explicó Barro, que señaló las inevitables imperfecciones de la artesanía- hoy asumidas por el diseño- como uno de esos puntos compartidos.

La propia muestra recoge algunas de estas piezas de creación manual a través de la cerámica de artistas como el estadounidense Haim Steinbach, o Luis Seoane, responsable en la exposición de la obra Ramo vermello. Situada al lado de una silla de Isaac Díaz Pardo, la pieza de Seoane está considerada por el experto como una de las primeras obras de Sargadelos, con la que representa un diseño más local que acaba siendo muchas veces más desconocido. "El diseño gallego y el español suelen obviarse", comentó Barro, que escogió el estilo nórdico y especialmente el italiano como otros de los protagonistas de la muestra.

El lenguaje, terreno de juego tanto para diseñadores como para artistas, es otro de los pilares de la exposición. Algunos de los carteles más destacados realizados por Paula Scher para The Public Theater de Nueva York, y otros más sencillos del portugués João Onofre, con tan solo unas frases sobre la propia fuente tipográfica, evidencian esta apropiación de las disciplinas, que no dudan en internarse en el propio hogar para mezclarse en los objetos más mundanos. "El objetivo es que la gente vea que el diseño lo tenemos en casa. Nos parece que la belleza es incompatible con la funcionalidad, o que el arte, a pesar de ser reivindicativo, no es útil, pero no es así", explicó el comisario, poniendo como ejemplo los ceniceros giratorios del diseñador Ame Jacobsen y la cafetera de aluminio del arquitecto Aldo Rossi.

De cara al futuro, augura Barro, la tendencia seguirá. El diseño y el arte contemporáneo no se detendrán en su camino para fusionarse, hasta el día en el que sea imposible distinguir el uno del otro. "Creo que habrá cada vez más convergencia y reversibilidad. Más que de artistas o diseñadores, hablaremos de creadores de formas", concluye.