Una música "cada vez más mía y con más personalidad". Así describe Mariza los temas de su nuevo trabajo homónimo, que llevará esta noche a las tablas del Palacio de la Ópera a partir de las 20.30 horas. La cantante portuguesa, que incluye por primera vez una composición propia en el álbum, interpretará en la urbe su mezcla de ritmos africanos con el lado más tradicional del fado, al que le reabría las puertas con el éxito masivo de su primer disco Fado em mim.

- ¿Cómo encaja con su momento vital la selección de canciones que ha hecho para este trabajo?

-En todos mis discos normalmente hago una pesquisa y trabajo directamente con los compositores y con los autores. Necesito las palabras de otras personas para conseguir expresar mis emociones. Cada disco es un momento de la vida, porque como viajo bastante y soy muy observadora, todo eso influye en el modo en el que miro y siento la música. Este álbum es eso, una celebración de vida, de la música? Es todo lo que observo.

-Me habla de palabras ajenas para expresarse, pero una de las novedades de este trabajo es que incluye una composición suya, Oração .

-Sí, por primera vez aparece un tema escrito por mí. He hecho de todo para que no estuviera en el disco. Yo escribo desde hace un montón de años, pero nunca he tenido ganas ni coraje para mostrar lo que escribo, porque es muy personal.

-¿Qué fue diferente esta vez?

-Cuando yo recibo los poemas, normalmente los escribo a mano para entenderlos perfectamente y para visualizar la historia que el poeta me ha enviado. En el medio de los poemas que envié al compositor Tiago Machado, iba uno mío. Pasó un montón de tiempo sin que me dijera nada, y le llamé y me dijo que ya me los había enviado musicados. Yo había perdido el email, así que me dijo: "Estoy cerca del piano, te lo voy a mostrar". Y empezó a cantar mis palabras. Y pensé: "Por Dios, lo que ha hecho?".

-Fue un accidente, entonces.

-Sí. Yo ahí no he tenido voto, nadie ha querido saber lo que pensaba yo [se ríe]. Todos se mostraron encantados, pero yo he sido la única que lo ha vetado hasta el último minuto.

-¿Por qué esta reticencia a escribir sus propias canciones?

-Es una cuestión de protegerme, porque yo cuando canto soy muy verdadera. Estoy cantando sentimientos que son parte de mi vida, sentimientos que yo sé por qué los canto. Cuando canto algo escrito por mí es mucho más personal, me siento mucho más desnuda. Por eso es muy raro que la cante en los conciertos.

-En este álbum también ha colaborado con artistas de ritmos africanos, como Héber Marques. ¿Ha mirado más a su tierra natal?

-Sí, cada vez soy más consciente de mis raíces y cada vez necesito más a mi continente, África. Toda mi familia está ahí, y mi hijo también sabe que es su casa. Pienso que con la edad esta conciencia se va tornando muy presente, aunque desde que empecé a cantar siempre he estado cerca de África. Mi madre siempre me ha mostrado mucha música de allí, así que mi conciencia musical es muy grande, y es natural que no me sienta solamente una cantante de fado, sino una intérprete de música.

-Lo del fado le vino de su padre. Los primeros los cantó en la taberna que tenía.

-Sí, recuerdo que era algo muy natural, porque en el barrio en el que yo he crecido, Mouraria, toda la gente cantaba. Nosotros no teníamos juguetes, así que la música era lo que hacíamos. Cantábamos, escuchábamos a otros? No existía esa conciencia de "este es un público", sino que estábamos todos juntos, compartiendo.

-¿Qué ocurría con el fado más allá de los barrios?

-Nadie quería saber de fado, era algo de los mayores. Cuando llegué al ciclo en la escuela, y me preguntaron qué hacía en mi tiempo libre, dije: "¿Yo? ¡Yo canto fado!", porque para mí era algo natural. Y mis amigos me miraron tipo: "¿Quién es esa?". No sé si sucede lo mismo con el flamenco, pero en los 80 en Portugal el fado se escuchaba solo en los barrios típicos.

-¿La música de raíz siempre cuenta con esa desventaja?

-Sí, porque las músicas tradicionales se quedan dentro de un círculo de personas que las mantienen y las cantan, pero no son músicas de masas. Y con el fado ha sucedido eso. Se mantenía en los barrios, porque es una música de los trabajadores y de clase baja, pero fuera nadie lo escuchaba. Las personas pensaban que lo más cultural era escuchar música francesa, italiana, el jazz? Pero el fado era algo pesado. Cuando hice mi primer disco, no había ni un sello en Portugal que estuviera interesado, cuando hoy todos quieren tener una fadista.

-¿Hasta dónde llega su responsabilidad en ese cambio?

-Yo el primer disco lo hice por mi padre, no para tener una discográfica. Pero un amigo mío me dijo que era muy bueno y que buscáramos un sello. Yo no estaba interesada, pero sin saberlo fue a varios aquí y todos le dijeron que no, porque el fado no vendía. Fui a cantar a Holanda, y ahí apareció el presidente de una discográfica pequeña. Me dijo: "Firmas conmigo y, si en los próximos meses sientes que es un error, se acabó el contrato". Y firmé. El disco salió en Portugal y vendió en la primera semana 120.000 copias. Ahí se abrió la conciencia de que era una música buena.

-¿Le ha abierto la puerta a las fadistas que venían detrás, entonces?

-En realidad, no había muchas con este tipo de fado. Primero, porque yo tengo una forma muy propia de presentarme. Las cantantes de fado todas tenían el pelo oscuro y se vestían de negro, no tenían un cuidado más fashion. Y yo soy una fanática de la moda. Las personas empezaron: "¿Quién es esta loca que canta fado con el pelo rubio?". También el fallecimiento de Amália Rodrigues ha abierto un hueco. La muerte de la gran diva del fado dejó un espacio abierto para que pudiese aparecer alguien, y aparecí yo.