Su nombre es Achinoam Nini, pero en el mundo de la canción todos la conocen como Noa. La cantante israelí, casi tan popular por su música como por su firme activismo por el fin del conflicto palestino-israelí, se prepara estos días para su concierto en A Coruña, a donde llegará el viernes 16 cargada de nuevos temas y viejos éxitos. Tras tres años desde su última visita a la ciudad, la artista ofrecerá en el teatro Colón un recital "lleno de ritmos y percusiones", en el que adelantará alguna de las piezas de su próximo trabajo, Letters to Bach.

-En su último álbum, Love Medicine, hacía un repaso por los artistas que la han inspirado. ¿Reservaba a Bach para este nuevo disco que prepara?

-Cuando estaba haciendo Love Medicine, Bach no estaba en mi mente. Aunque he conocido y admirado a este gran compositor toda mi vida, ha sido recientemente cuando me he obsesionado con él de este modo tan completo. Su música empezó a llenar mis ensoñaciones, mis reflexiones... Y las palabras nacieron.

-¿Lo actualiza con ellas?

-Las letras y la voz son dos grandes novedades, sí, aunque el álbum es puro Bach. Las ideas expresadas con las palabras, y el modo en el que se interpretan es mi contribución al legado de este gran compositor. Además, sentí que el mundo se está dirigiendo a un lugar tan oscuro, donde la ira, la vulgaridad, la fuerza bruta y la violencia amenazan cada esquina de nuestras vidas, que quería ir exactamente en la dirección opuesta. Llena de optimismo, tocando el corazón y ennobleciendo.

-Y mezclando, en este caso música clásica con nuevos versos. En su carrera siempre ha apostado por las fusiones. ¿Hasta qué punto es hoy la diversidad parte de su identidad musical?

-Es simplemente lo que soy. El conocimiento de que hay una gran belleza en la diversidad, la complejidad, la valentía de romper muros y construir puentes?

-Usted tuvo que construirlos entre Israel, su ciudad natal, y el Bronx en el que creció. ¿No le desorientó siendo tan joven?

-Me forzó a encontrar mi propia voz. Es verdad que he tenido una infancia muy confusa, pero también la suerte de crecer con una familia cariñosa, y en la fantástica ciudad de Nueva York, envuelta por una magnífica diversidad cultural.

-¿Cómo mantuvo sus raíces, a pesar de la lejanía?

-Mis padres tenían un hogar muy israelí. El idioma, la comida, la música, las tradiciones? Todo estaba ahí, formando un oasis de cultura en medio de Nueva York. Lo cual tampoco es extraño, porque es una ciudad de inmigrantes.

-En la suya, Tel Aviv, lleva tiempo sumergida en el activismo.

-Sí, llevo trabajando por la paz 25 años. Estoy muy involucrada, muy activa.

-¿La música puede realmente marcar la diferencia en un mundo como el que describía antes?

-El único modo de que el mundo pueda salvarse es que todas las buenas personas trabajen juntas por una causa común. Por los derechos humanos, la igualdad, el medio ambiente, los valores democráticos liberales y la paz. La música puede, y debe, jugar un papel importante en lo que debe ser un enorme movimiento global.

-¿Y cuál es ese rol en un conflicto como el palestino-israelí?

-Por ejemplo, yo he colaborado con muchos artistas palestinos. He alzado la voz contra los abusos de los derechos humanos, el racismo y la discriminación. También estoy a bordo de organizaciones maravillosas que trabajan por la paz. Hago mi mejor esfuerzo por derribar muros, y espero ser capaz de contribuir a un cambio en la perspectiva, a una apertura de mentes y corazones y a la creación de un paisaje de esperanza.

-"No hay nada glamuroso en el camino que hemos decidido seguir. No hay nadie tirando flores", ha dicho.

-He pagado un precio, uno alto. Pero es lo que siempre digo: si el precio de hablar es alto, el precio del silencio es mucho mayor. La historia nos lo ha demostrado, el precio será pagado por nuestros hijos.

-¿En qué punto diría que están hoy las relaciones entre ambos países?

-Difíciles. Necesitamos un cambio de liderazgo en ambas partes. Pero yo no he perdido la esperanza. El mundo en el que vivimos está experimentando cambios a un ritmo feroz? Si las cosas pueden ponerse peor, también pueden mejorar.

-¿Lo cree, realmente, entre los rencores de tantos años de conflicto?

-Nuestro conflicto ha sido alimentado por el fervor religioso y el nacionalismo, y sostenido por un liderazgo pobre y cobarde. Hoy, la gente en la calle ha perdido la esperanza casi por completo, y peor aún, ha perdido la confianza. No creemos en la buena voluntad de los demás, estamos aferrados a nuestras opiniones y creencias, nuestras verdades absolutas. Pero debemos desmontar las fortalezas que hemos construido, e iniciar un diálogo basado en el respeto.

-El Festival de Eurovisión, en el que usted ha participado, tendrá el próximo año su hogar en Tel Aviv. ¿Será un nuevo foco de tensiones, o una oportunidad?

-Ambos. Yo espero que sea una oportunidad para Israel, para mandar un enorme mensaje de paz al mundo.