Ha sido Quevedo, Miguel Alcántara y hasta Francisco Franco, y esta tarde se meterá en la piel de uno de los mayores pintores del expresionismo. Juan Echanove, actor con más de 40 años de experiencia, subirá hoy y mañana (20.30 h) al escenario del teatro Rosalía para plantear en Rojo el dilema moral de Mark Rohtko, y el encargo que recibió del elitista Four Seasons de Nueva York para pintar unos murales. Junto al que fuera su compañero de reparto en Cuéntame, Ricardo Gómez (Ken), el intérprete pondrá sobre la mesa los conflictos del arte y del relevo generacional, en una pieza firmada por John Logan.

- Se reencuentra en esta obra con Ricardo Gómez. ¿Se crea una dinámica especial al trabajar con alguien al que conoce tanto?

-Sí. Yo a Ricardo le he visto prácticamente nacer en la interpretación, y en los últimos 3 o 4 años le he visto dar el salto hacia una calidad interpretativa ya robusta. Me produce una enorme emoción verle trabajar, incluso hay muchas veces que tengo que controlarla porque me puede sacar de mi proceso.

-¿Ha cambiado la visión del teatro de su generación a la de él?

-Desde luego. Una de las cosas que yo envidio es que funcionan como bloque. Tienen muchísimo más claro de lo que teníamos nosotros que las individualidades no llegan a ningún sitio. Lo que vienen haciendo tiene mucho más que ver con Europa que con "hagamos una función por el mero hecho de entretener". Están más comprometidos con el teatro como experiencia.

-Precisamente el arte como producto comercial es el epicentro de la obra. ¿Usted se ha enfrentado a ese tipo de dilemas?

-Sí, claro. Mi carrera va a cumplir 41 años [se ríe], y en ese trayecto ha habido de todo. Lo que sí que tengo muy claro es que, en teatro, no. Yo he podido hacer alguna cosa comercial en el mundo audiovisual, algo que a lo mejor no entroncaba directamente con lo que siente el actor que llevo dentro, pero todo lo que hago en teatro no está mediatizado por el mercado.

-En él se iniciaba muy joven. Apenas había entrado en los 30 cuando ya se había hecho con la mayoría de los premios. ¿Cómo vivió aquellos reconocimientos?

-Un reconocimiento muy potente como el que a mí me ocurrió puede llevar a cometer errores que tienen que ver con la vanidad. Yo siempre he luchado contra eso...

-Pero caer debe ser fácil.

-Sí, claro. Hay que pensar también que, cuando todo es bonito y funciona, uno nunca cree que pueda dejar de funcionar, y ahí es donde tienes a los amigos. A mí me pasó cuando me dieron la Concha de Plata. Estaba esperando para salir a escena y estaba a mi lado Robert Mitchum. Me dijo: " Remember that you are not the best, you are only the winner" [Recuerda que no eres el mejor, solo eres el ganador]. Esa frase se me quedó grabada.

-Muchos de sus papeles han estado ligados a la historia de España. La ha ido desgranando.

-Sí, sí. También es verdad que el teatro es un espejo en el que la sociedad se tiene que ver reflejada.

-¿Cómo se refleja España?

-A mí me hubiera gustado que siguiera vivo el guionista Rafael Azcona. Todo este maremágnum en el que estamos viviendo, toda esta situación medio convulsa? La hubiera clavado. Ya Cervantes dio con la definición de un ADN que poseemos, y que nos acercan a estas cosas que vemos que ocurren. Yo creo que dentro de nuestro carácter está el ser permisivos con fenómenos como la corrupción, con nuestra capacidad de votar no castigamos con la contundencia que deberíamos.

-¿Y a la cultura? ¿La castigamos?

-Uno de nuestros más graves problemas es que a la cultura no se le ha dado el sitio que merece. Nos han dicho que es de ricos y prescindible, que se puede vivir sin ella. Y eso es un grave error.