De cara al exterior, es determinada y valiente, siempre preparada para enfrentarse y derribar cualquier obstáculo. Por dentro, en la intimidad, es un volcán de cicatrices e inseguridades. "Estoy harta de ser fuerte, cierra bien las cortinas, tengo arañazos", canta Malú en Oxígeno, su nuevo disco, en el que se ha propuesto ser "más autobiográfica" que nunca. El álbum lo llevará en directo al Coliseum de A Coruña el próximo sábado 1 de diciembre (21.30 horas), en un concierto que, confiesa se "muere de ganas" de afrontar. Tras la lesión que sufría en el tobillo el mes pasado, y que le obligaba a atrasar el inicio de su gira, la cantante está ya "al 100%" para subir al escenario, y retratar sin tapujos los fantasmas que se esconden tras el idílico escaparate de la fama.

- Se sumerge mucho en usted misma en este disco.

-Es un trabajo muy difícil, porque cuando entras en un lugar tan profundo de ti, el contarlo, el cómo hacerlo y el cuándo es algo complicado. Pero tenía la necesidad de contar quién era yo y mi realidad. Y que sí, que soy una mujer fuerte y que peleo, pero que también soy vulnerable, que tengo mis inseguridades y fantasmas que me rodean. Tenía la necesidad de contar esas cosas, sobre todo en este mundo tan irreal en el que vivimos.

-¿Le ponemos hoy muchos filtros a la vida?

-Sí. De una forma digital, solo vemos las cosas perfectas y buenas de las personas, y la vida social fascinante que tiene todo el mundo. Yo quería mostrar mis imperfecciones. El cuerpo me pedía contar algo muchísimo más mío, ser más autobiográfica.

-"Dolor" es una de las palabras que más se repiten en esa biografía...

-Pero yo creo que no tiene por qué ser algo negativo. El dolor muchas veces te hace aprender y evolucionar, te hace también sentir luego la felicidad. Es vivir. Fíjate además que quizá en una primera escucha el mensaje que puedes entender es ese, mucho dolor y miedo, pero el poso real creo que es positivo. Eso es la vida que ha habido en mí durante 20 años. Sensaciones que están dentro de mí y que así fluyen, pero sigo estando aquí.

-Esa reconstrucción de la que habla es uno de los temas principales de Oxígeno . ¿Los momentos de dolor son también paradas para respirar?

-Totalmente. Y yo creo que al final, cuando no pasas de largo por la vida, la vida duele. Pero también te alimenta de muchísimas otras cosas. Es todo un cúmulo de sensaciones que uno luego tiene que saber equilibrar para crear a la persona que eres. Y en una carrera de 20 años en la que empiezas con 16, imagínate todo lo que puede haber pasado en ella.

-Empezar tan joven tuvo que ser complicado.

-Es un poco tormenta, pero también algo muy bonito. Quizá te hace crecer y vivir de una forma diferente a lo que te hubiera correspondido por la edad que tenías...

-¿Siente entonces que se ha perdido algo?

-No. ¿Sabes lo que pasa? Que he ganado tanto por otro lado, que no tengo la sensación de haberme perdido nada. He podido vivir cosas tan brutales, he podido hacer lo que he querido hacer durante todos estos años... Que no te puedo decir que me haya perdido nada, si no todo lo contrario. Y todas esas cosas que a lo mejor no pudiste hacer en su momento, tienes la fortuna de que con 36 años, las puedes vivir como cuando tenías 15 o 16.

-La recuerdo a esa edad, diciendo en una entrevista que su carrera no le permitía tener vida.

-Ya, ya. Yo hacía entrevistas que eran un poquito de: "Cállate, Malú" [se ríe]. Ahora las veo y digo: ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué no te callabas en aquel momento?!" [risas]. Pero bueno, yo tampoco tenía ni idea de manejar esas situaciones, y probablemente me pillaba en ese momento extraño en el que, efectivamente, no tenía vida. Y lo contaba tal cual, no le ponía ningún tipo de florecita [ríe].

-Entonces ya era la Malú fuerte que siempre ha mostrado de cara a la galería, ¿no choca la que retrata ahora?

-Yo siempre he dicho que he sido una cobarde muy valiente. Que me dan miedo muchas cosas, pero que me enfrento a ellas. Que soy un ser humano. Y creo que se está recibiendo con la realidad que ves, y me parece muy bonito, la verdad.

-Pero en algunas canciones, como Todos los secretos , parece que se expone a juicio. ¿La juzgan o se juzga?

-Yo creo que mi peor enemiga soy yo misma. Al final, la que más se autoexige, se juzga y pelea por dar más si cabe cada día soy yo. El peor enemigo acaba siendo uno mismo cuando eres tan exigente.

-¿Es tanta la autocrítica?

-¿Por mi parte? Lo mío es asquerosamente horrible [se ríe] Yo tengo un nivel de autoexigencia que pasa a ser una patología ya [risas]. Sí, es verdad que te da muchas cosas buenas, como la satisfacción de subirte a un escenario y tener el show que quieres, pero también tiene una tendencia destructiva. Lo bueno es que, desde los 16 a los 36 viviendo al ritmo que he ido viviendo, es algo que he podido ir equilibrando.

-En ese tramo ha tenido un compañero indiscutible, Alejandro Sanz, que compuso su Aprendiz . ¿ Llueve alegría era una deuda pendiente?

-Sí. Es bonito cuando yo le pongo esa canción a Alejandro y cómo automáticamente nos damos cuenta de que era nuestra deuda pendiente. Porque hemos colaborado miles de veces, pero nunca hemos grabado nada inédito juntos.

-Se unen para homenajear a Paco de Lucía. Sorprende cómo transforma su pérdida en un tema tan tierno.

-Yo creo que la única forma de hacer algo así ha sido cinco años después. Romper ese silencio que se te queda dentro, y poderlo contar ya desde otra perspectiva y sin dramas. Eso no podía haberlo hecho antes, y él no se merecía que yo le recordase de una forma tan dramática como a lo mejor lo he vivido durante todos estos años. Así que fue muy bonito, porque solamente Alejandro podía entender y estar en esta canción como yo.