Escuchas de las Organizaciones de Guerra alemanas e investigaciones de los servicios de inteligencia británicos libraban una batalla invisible al término de la Segunda Guerra Mundial. Y uno de sus escenarios, a diferencia de lo que se pueda pensar, era A Coruña. "Se intentaba que no enseñaran mucho la oreja, pero actuaban", asegura Felipe García, autor de La carta. Una historia de espionaje en La Coruña. El libro, que retrata los tejemanejes que alemanes y aliados llevaban a cabo en la urbe, lo presentará el antiguo coronel de Infantería el próximo martes en el Sporting Club Casino, donde estará a partir de las 20.00 horas.

- ¿Existió de verdad un entramado de espionaje en A Coruña?

-Sí. En realidad, fue una cuestión general en todos los países y donde había puertos de mar. En una conflagración mundial como la que tratamos, indudablemente los espías de uno y otro bando se instalaron aquí. A Coruña y Vigo fueron importantes, porque tienen mucho tránsito de embarcaciones.

-¿Cómo era la actividad británica y alemana en la ciudad?

-Procuraban, dentro de un orden, mantener las formas. Pero actuaban y lo hacían unos contra otros. Lo que pasa es que, en aquel momento, la Jefatura del Estado español procuraba que ninguno de los dos fuera preponderante. Esto parece un contrasentido, porque Franco ayudó a los alemanes, pero a partir del año 42 se cambia al Ministro de Asuntos Exteriores por Gómez Jordana, que era más anglófilo, y las dos tendencias se nivelan. Como consecuencia, la población civil también se polariza.

-¿De qué modo?

-Las capas altas se inclinaron desde un principio por los aliados. Quizá por la forma de concebir la organización de la sociedad, eran más afines a ellos que a los alemanes. Dentro de las capas medias y populares, había más división.

-Parece que era muy distinta aquella A Coruña que retrata de la que vemos hoy en día?

-Era una A Coruña muy distinta. Más provinciana, más pequeña, completamente diferente a lo que es ahora. Ahora somos más europeos, con otro tipo de preocupaciones?

-El hermetismo del que habla se ve en detalles anecdóticos del libro, como cuando habla de las deficiencias en la programación cultural.

-Claro. Es que era una ciudad muy cerrada. A título de curiosidad, lo que era un tormento era el cine, porque las películas se proyectaban a lo mejor durante una semana o dos, y aquello era un infierno. También intento darle un toque de costumbrismo cuando hablo de un café que conocí, que era el café Rosalía. Estaba en frente del teatro, y era a donde acudían a tomar café todos los artistas que actuaban. Cuento cómo era entonces. Los gritos que se pegaban en el café, el ruido de las fichas de dominó sin tener en cuenta a los que estaban leyendo el periódico? Ahora nos hemos refinado en ese sentido.

-Precisamente en un café sitúa a un espía de las SS. Las bases de radionavegación de los alemanes en A Coruña, ¿tenían su réplica en los británicos?

-Sí. Donde estaban los puertos de mar tenían su sistema de radioescucha y de ayuda a la navegación aérea, igual que los alemanes.

-¿Y por qué tanta preocupación por espiar en un país que entonces era neutral?

-Era determinante porque todas las potencias de uno y de otro lado estaban observando hacia dónde derrotaba Franco. Franco hizo a saber a las potencias que estaba dispuesto a armas a 4 millones de soldados para hacer frente a quien quisiera atravesar la península. Esto a Hitler le hizo pensar y no lo hizo, pero durante un tiempo tanto aliados como alemanes estuvieron dispuestos y proyectaron la toma de la península ibérica para llegar hasta Gibraltar. De hecho, había unos espías ingleses en Portugal que estaban proyectando un lanzamiento de paracaidistas y un desembarco en las playas gallegas y portuguesas para tomar la Península Ibérica.

-Pocos conocerán datos como ese, ¿ignoramos nuestra propia historia?

-Sí. Es una tristeza, pero no conocemos la historia, y cuando queremos reducirla de alguna manera a un manual o aportarle un código ideológico del signo que sea, estamos transgrediendo lo que verdaderamente es. Yo creo que no hemos llegado todavía a tener una visión certera y desprovista de complejos, pero recordarla es un reconocimiento a los que de alguna forma murieron por una idea, equivocada o no.