Una "novela de ficción tan posible" que a veces duda de si fue real. Así define María Tena Nada que no sepas, su último libro, en el que regresa al Montevideo de su infancia para construir a partir de recuerdos una vida "inventada" llena de preguntas. Las incógnitas de su pasado, los silencios alrededor de la muerte de su madre y aquella huida a finales de los 60 a España desde Uruguay son los frentes a los que su protagonista se enfrenta en esta obra, con la que ganaba el Premio Tusquets Editores 2018. De ella hablará esta tarde a las 20.00 horas en la Fundación Seoane, dentro del ciclo Letras de otoño.

- La memoria, la familia y la pareja. Sus tres ejes como escritora se acaban dando la mano en esta novela.

-Sí. Yo siempre estoy en los mismos temas. La familia siempre me ha interesado, porque es como un laboratorio para hacer novelas. Tiene todo: drama, celos, amores, odios? Es una especie de laboratorio de la vida, y de ahí salimos, en realidad.

-¿Qué le llevó de regreso al tiempo que pasó la suya en Uruguay?

-Nosotros pasamos la infancia en Uruguay, y durante muchos años no volvimos. Lo teníamos muy idealizado. A los niños de nuestra familia, Uruguay nos parecía la época de más libertad que habíamos tenido en nuestra vida, porque estábamos todo el día con los amigos en un barrio muy agradable. Y de repente, a los 40 años de estar en Madrid, un hermano mío empezó a obsesionarse con que teníamos que volver. Yo dije: "Lo tengo demasiado idealizado, no quiero volver porque nadie nos va a reconocer", pero este hermano mío se murió de cáncer, y a los pocos meses de morirse decidí regresar yo sola. Y fue una cosa increíble. Habían pasado cosas en esos 40 años, pero era como si no hubiera pasado nada.

-¿Fue esa emoción lo que impulsó la novela?

-Fue esa repetición de: "Aquí tengo un trozo de mi vida a la que le había dado la espalda". De repente, pensé: "Nosotros vivimos allí, y lo habíamos olvidado. Este es el tema de una novela". Y me ha salido como del fondo del alma.

-Me hablaba de Uruguay. El Montevideo de los años 60. ¿Era tan sofisticado como retrata en el libro?

-Esa sociedad sí. Era una época de mucha bonanza económica en la que Uruguay se había quedado como la Suiza de América. Y luego la gente era muy culta. Las personas de una clase media-baja se saben las novelas argentinas y uruguayas, leen continuamente, sabe mucha poesía? Yo me acuerdo de oírlos por las noches leyendo a Cervantes en alto, o poesías de Miguel Hernández. Y eran muy divertidos. Se tomaban todas las noches unos whiskys, bailaban el tango? Entonces eran jóvenes mis padres, y muy libres. Eso fue una mezcla durante años extraordinaria, comparada con la España de Franco.

-Usted llegó a ella a los trece años, ¿cómo le marcó aquello?

-Fue un choque total. Llegamos a un colegio en el que los niños y las niñas estaban separados y las niñas iban con faldas largas, cuando nosotras veníamos con minifalda y pintadas como carros [se ríe]. Nos encontramos de repente con una gente totalmente dominada por sus padres. Nosotros éramos adolescentes, pero hacíamos nuestra vida. Ese ambiente lo tengo dentro, la frustración al llegar. No era solamente mi adolescencia, era un periodo en el que los padres y los hijos estábamos muy unidos, vivíamos en un entorno muy familiar? De repente todo eso se cayó.

-Menciona la unidad familiar, pero en esta novela muestra lo alejados que pueden llegar a estar los mundos de los hijos y los progenitores.

-Sí. Nuestro barrio era tan pequeño que vivíamos mucho con los adultos, y por eso estábamos siempre sospechando de ellos. Sabíamos que ellos tenían otra vida. Cuando vuelves de mayor a Uruguay te empiezan a contar cosas y te quedas impresionada. Éramos muy inocentes, pero algo se notaba.

-¿Nunca llegamos a conocer del todo a nuestros padres?

-No, claro. No los conocemos. Uno de los experimentos de esta novela para mí ha sido ponerme a hablar con ellos. Hay como una serie de conversaciones pendientes con mis padres que me he planteado con esta obra. En el fondo este libro es una búsqueda de identidad. Los autores escribimos para intentar entender de qué va la vida, porque la ficción es mucho más coherente.