Para muchos era solo su viuda, una anciana encantadora que acudía a las exposiciones de aquel que había sido su marido, Luis Seoane. Para quienes la conocieron, sin embargo, y para el propio pintor, María Elvira Fernández López llegó a ser mucho más que eso. "Está por reivindicar su calibre y su interés. Es verdad que no era artista o escritora, pero hizo un gran trabajo", indica Juan de la Colina, responsable de la muestra que hoy, en la Fundación Seoane, inaugura con su nombre.

Esta tarde, a las 20.00 horas, el profesor de arte abrirá las puertas a la psicología y el mundo personal de la coruñesa, invisibilizada durante años bajo la extensa sombra que proyectó la trayectoria profesional del dibujante. La labor de apoyo y conservación que realizó a favor de sus obras, pero también su personalidad, su compromiso político y su propia historia como mujer se reúnen ahora en Maruxa Seoane: achegamenteo a María Elvira Fernández López, a modo de demanda de todas aquellas "mujeres de artistas" que fueron, en realidad, "tanto o más importantes que sus maridos". "Es una exposición emocional y reivindicativa de Maruxa como personaje clave de la cultura gallega contemporánea", explica el comisario, que se propone con esta exhibición retratar la "psicología" de la coruñesa.

Más de dos centenas de piezas, entre fotografías, óleos y documentos, ayudarán a componer la imagen en la sala, en la que quedará patente la identidad de Fernández y lo determinante de su apoyo a la carrera artística de su marido. Desde su enamoramiento en 1927, cuando cristalizaba una relación que se alargaría hasta la muerte de ambos, la apodada como Maruxa ejerció de pilar del trabajo del pintor, al que ayudó en su carrera tanto en Galicia como en su exilio en Buenos Aires. "Colaboraba desde montando los bastidores hasta llevando las negociaciones con las galerías. Siempre dijo que estudiar Comercio no le había servido para nada, pero en realidad le fue útil para llevar esa empresa que era Seoane", cuenta De la Colina, que destaca su contribución escrita a la revista que editaron en Argentina, Galicia Emigrante.

Su papel como musa, inspirando las figuras femeninas de las pinturas de su esposo, fueron otras de las consecuencias inevitables de aquella relación, que dejó su sello en álbumes como su Homenaje a la Torre de Hércules. Algunas de estas obras, y las que conservó junto a ella tras la muerte de Seoane, ocuparán desde esta tarde la sala de la calle San Francisco, que incluye como punto central una recreación del inmueble en el que Fernández vivía. "El corazón de la exposición es la casa de Maruxa como la dejó al morir, con los cuadros y las fotos que quiso conservar", asegura el organizador, que ha contribuido a la muestra con su propio material.

Maruxa, el filme que dirige, se proyectará en la fundación para profundizar en la cara más personal de la coruñesa, de la que se podrán ver además cartas y fotografías de infancia. La lucha que mantuvo por el legado de Seoane, tras su fallecimiento en 1979, será otra de las claves de la muestra, que resalta el trabajo que realizó para reunir las piezas de su marido. "Hizo un esfuerzo titánico de agrupamiento de la obra de Luis. Y luego consiguió hacer esta fundación [la Fundación Luis Seoane], para que hubiera un centro de reflexión sobre él", dice De la Colina sobre la coruñesa, fallecida hace 15 años. Los archivos sobre su figura, y el propio servicio que prestó, no han gozado, lamenta el comisario, de mucha "prioridad". Su Maruxa Seoane tratará de poner remedio desde hoy a ese velo con el que se ha tapado su figura, que vuelve a descubrirse para exhibir a una mujer "culta, tertuliana" y relevante.