Un mundo en el que cada vez se distinga menos lo analógico de lo digital. Eso es lo que augura para el futuro Felipe G. Gil, director de contenidos audiovisuales de la plataforma Zemos98. El comunicador, disertador habitual en torno a fenómenos como memes y gifs, reflexionó ayer en la Domus sobre narrativas digitales en el coloquio Que hai en Internet?, en el que analizó el valor y la viralidad de estas nuevas herramientas comunicativas.

-¿Realmente existe una fórmula de la viralidad?

-Hay como una obsesión por parte de las empresas en descubrir cuál es el origen de la viralidad. Pero es bastante impredecible. Lo que sí es seguro en estos fenómenos de viralidad- que a veces también son negativos, porque la viralidad puede destruir la identidad de una persona- es que a la gente le gusta recordarse a sí misma quién es. Cuando compartes algo que te hace reír o te preocupa, es porque te está recordando quién eres.

-¿No es pecar de egocentrismo?

-Las redes sociales tal y como las conocemos están muy enfocadas hacia esa identidad individual. Yo sí que veo de forma crítica que falten espacios donde se represente una identidad colectiva en lo digital, porque en redes hay una cierta tendencia a espectacularizar tu día a día.

-O a polemizar. Twitter ya se ha ganado esa fama de cuadrilátero de la red.

-Twitter es un lugar magnífico para indignarse. Y, en el fondo, hay una parte de eso que tiene una potencia política positiva. Yo recuerdo que en el 15M me acercaba a Twitter como si fuera una especie de televisión con miles de reporteros. Esa fue una fase luminosa de la herramienta, pero es verdad que con el paso de los años ha mostrado el lado oscuro de una indignación desde otro punto de vista, el de no tolerar el error. No deberíamos vivir en un mundo en el que equivocarse esté prohibido, aunque quizá otra cosa que se debería analizar es por qué la sociedad está enfadada.

-¿Está Twitter a la cabeza en esa creación de nuevas narrativas digitales?

-Yo no distinguiría. Hay gente haciendo cosas muy creativas en YouTube, Instagram... Creo que lo que está pasando es que hay una necesidad de expresarse creativamente. Hace 10 años hablábamos de la democratización en el acceso a este tipo de herramientas. Hoy estamos viendo a una generación que ha crecido con ellas y hay que fijarse en los contenidos. Es evidente que hay una fuerza imparable del feminismo, que se está convirtiendo en creatividad. A veces se viralizan chorradas, pero otras tienen capacidad de movilizar a las personas.

-¿Tanto poder tienen?

-No sé muy bien qué poder tienen, pero lo que sí sé es que son omnipresentes. Tanto si tienes redes sociales como si no, la forma que tenemos de comunicarnos está invadida por completo por este tipo de elementos. No creo que sea ninguna tontería pensar que la lengua y literatura del futuro deberían contemplar los gifs y los memes como parte de lo que hay que entender, igual que entendemos hoy los sintagmas.

-¿No hay demasiada reticencia de una parte de la sociedad para eso?

-Evidentemente siempre hay una tensión constante entre el viejo mundo y este nuevo que está a la vanguardia. Pero la clave es tratar de entenderlo seriamente. No considerar solo: "¡Los memes son una chorrada y ya está!".

-¿Deberíamos considerarlos contenidos culturales?

-Totalmente. Los memes y los gifs son cultura. A mí los gifs me fascinan, porque destruyen por completo la noción de autoría. Es un fragmento sacado de contexto y aplicado a otra cosa que a lo mejor no tiene nada que ver con el contenido original. El gif es cultura le pese a quien le pese. Otra cosa es que la nueva directiva de copyright quiera ponerle coto a eso. Pero es muy difícil, porque hay una generación entera de personas que han crecido considerando que podía intervenir en cualquier objeto de consumo que tengan a su alrededor.

-¿Ese famoso artículo 13 no será entonces la muerte de los memes , como se dice?

-[Risas] Creo que pueden retenerlos por un tiempo, pero es una cuestión generacional. Yo entiendo que lo que se busca es proteger los derechos de autor, pero para las personas no hay límites muchas veces. Se reutilizan contenidos continuamente, y me cuesta imaginar un mundo donde vayan a dejar de existir los memes y los gifs.