"El primer concierto fue un 27 de diciembre, lo que quiere decir que Siniestro Total es Capricornio, exactamente igual que Cristo. Eso es una señal del cielo, y habrá que celebrarlo". Así habla Julián Hernández de su concierto aniversario, con el que celebrará esta noche en el Playa Club sus más de 30 años al frente de la banda. El grupo, famoso por su cóctel de estilos y la irreverencia de sus letras, soplará hoy sus 37 velas a partir de las 22.30 horas, con los éxitos de su repertorio y el disco El mundo da vueltas.

- 37 años ya en escena, ¿ronda cerca la crisis de los 40?

-¡Esperemos que no se produzca! [risas] Da un poco de vértigo si lo piensas, pero como nosotros tenemos muy pocas neuronas, pues vamos tirando y ya está.

-Mencionaba alguna vez la madurez en el rock. ¿Cuándo se da uno cuenta de que ya está asentado en el género?

-¿Pero es que hay alguien que se haya dado cuenta de eso? Nosotros no. Yo creo que envejecer envejecemos todos porque no queda más remedio, pero madurar si te dedicas a esto del rock es bien difícil. Somos como preadolescentes metidos en el cuerpo de unos viejos [se ríe].

-Algunos les consideran los responsables de llevar el punk al país, ¿se queda con la medalla?

-No, en absoluto. Aparte de que nosotros tenemos claro que el punk no es un género musical, sino una especie de batiburrillo dadaísta e iconoclasta, en España antes de nosotros sí que hubo gente haciendo cosas. Por ejemplo, Caca Deluxe.

-Es que ustedes no empezaron muy temprano.

-Sí. Hasta que no nos dimos la hostia con el coche? Que probablemente nos matamos, y estamos en un quirófano con unos cirujanos luchando por nuestra vida.

-En los inicios de Siniestro costaba encontrar a alguien en el grupo que se atreviese a cantar, ¿por qué tan largo el camino de la batería al micrófono?

-Porque soy un trepa. Empecé con la batería porque éramos tres guitarras y alguien tenía que tocarla. Y como yo había empezado en el Conservatorio primero de percusión, me tocó. Luego fui dando codazos y acabé ahí delante.

-Durante algún tiempo estuvo a caballo entre la escena viguesa y la madrileña. ¿Prefería la movida de Vigo o la de la capital?

-Yo no creo que hubiera una diferencia muy gorda. Quiero decir, éramos cuatro monas en los dos lados [risas]. Si acaso había más gente en Madrid, pero por pura estadística demográfica. Hombre sí, Vigo se lo tomó muy a pecho, como una especie de identidad. Y podemos echar todas las pestes del mundo, pero Vigo antes de los 80 no salía en los mapas del tiempo. A partir de ese momento, sí que empezó a ser una referencia del clima en Galicia.

-Fue música contra el anonimato.

-Sí, porque siempre salía: "Llueve en Galicia" ¡Y al carallo! Pero nadie hablaba de Vigo, A Coruña? A partir de ese momento dijeron: "¡Ay, no! ¡Si es que hay ciudades en Galicia!".

-En ese momento eran coetáneas de grupos como Os Resentidos. Se habla mucho de Miña terra galega como himno, pero no sé si le gana Galicia caníbal .

-Si es una afirmación, estoy de acuerdo. Si es una pregunta, no sé qué contestar [risas]. Yo creo que Galicia caníbal es la canción en gallego más popular de todos los tiempos. La historia caló muy hondo. Pero la verdad es que entre Os Resentidos y nosotros hay una cierta confusión. Hay gente que piensa que somos lo mismo, y realmente es cierto, porque vivíamos juntos, estábamos en el mismo local y cantábamos en los discos de unos y de otros. Era una concupiscencia totalmente aberrante que yo creo que el Papa Francisco no aprobaría.

-Tampoco las letras de algunas de sus canciones.

-Es que vivimos en el disparate desde que nacimos. Es el sistema operativo, las cosas nos salen así.

-¿No había un propósito un poco revolucionario?

-El propósito era tocar las pelotas, ahí no podemos ocultarlo. Nosotros no creemos que el rock sea poesía, todo lo contrario. Y sí pensamos que podemos molestar.

-¿Han molestado mucho?

-Sí, hay gente que no tiene sentido del humor. Qué le vamos a hacer, es una tragedia como otra cualquiera, pero no podemos contentar a todo el mundo. Si a alguien le parece algo mal, no le queda más remedio que largarse.

-¿Pero qué le ha ocurrido a la sociedad para que ahora escandalice lo que antes divertía?

-Bueno, yo no estoy muy de acuerdo con que ahora se escandalicen más la gente. La gente viene escandalizada de serie. El problema está en judicializar las cosas. Y, por otro lado, interiorizarlas. Decir: "No voy a escribir esto, no vaya a ser que se ofenda alguien".

-¿Se imaginaban en los 80 que se juzgaría a alguien por la letra de una canción?

-Ya veníamos de antes, quizá más por cuestiones políticas, pero la canción en Galicia y Cataluña estuvo muy perseguida, con exiliados, la Policía en los conciertos? Fue una época muy dura, pero siempre ha habido eso.

-Lo que sí ha cambiado es la industria musical. Ustedes tuvieron que pasar del casete a la red.

-¡Nosotros casi empezamos con el fonógrafo de Edison! [risas]. Sí que hemos pasado por un montón de formatos, hemos ido utilizando los que teníamos a mano.

-¿Por qué quisieron reunir los singles de los últimos años en El mundo da vueltas ?

-Porque lo que nos apetecía era sacar un disco de 10 pulgadas, que no lo teníamos. Nosotros ahora mismo no estamos en ninguna carrera de nada, no somos Rosalía ni estamos en OT. Podemos hacer lo que nos dé la gana.

-¿El único límite es no acabar copiándose a uno mismo?

-Quizás sea imposible no copiarse a uno mismo. De alguna manera, tú tienes una manera de hacer las cosas. Es como la caligrafía o la huella digital. Hombre, caer en una repetición agotadora? A lo mejor sí que es un miedo que hay ahí. Pero como hemos sido una cosa más ecléctica? Punk, rock, heavy, blues? Hemos robado todo lo que teníamos que robar, y aún nos quedan por robar cosas.