"Es imposible saber cuáles son las decisiones importantes, porque uno las toma sin darse cuenta y cuando llegan las consecuencias ya no puedes volver atrás". Esa es una de las frases que pronuncia Tristán Ulloa cuando se mete en la piel de Víctor, un policía cercano a la jubilación que se reencuentra con su hermano tras la muerte de su padre. Como el personaje, parte de la obra El precio, de Arthur Miller y dirigida por Sílvia Munt, el actor subirá este viernes 18 y sábado 19 a las tablas del teatro Rosalía. Allí abordará sueños truncados, crisis económicas y problemas familiares, en estas dos funciones que comenzarán a las 20.30 horas.

- Sílvia Munt habla de El precio como un espejo al que nos asomamos. ¿Qué vio reflejado en él?

-Algo que se puede constatar: el hecho de que nadie está a salvo de la precariedad y que las tornas pueden girar en cualquier momento. Luego, por otro lado, quien más y quien menos tiene a algún familiar que se ha ido, y el pasar por el trance remueve muchas cosas del pasado. Es fácil sentirse identificado con eso.

-¿Y con Víctor, su personaje?

-Víctor toma una decisión en un momento dado, que era sacrificar sus sueños en aras de cuidar de su padre, que estaba devastado por la crisis económica del 29. Por la otra parte está su hermano, que decidió volar y hacer su carrera. Tanto uno como el otro han sido libres de elegir, pero luego el tiempo te pasa una factura, que es el precio del que hablamos. Todas las decisiones que tomamos conllevan un precio.

-Menciona la crisis del 29. ¿Las palabras de Miller tienen hoy un nuevo significado para quien acuda al teatro?

-Me parece que es un significado muy conocido por todos nosotros, esa es la grandeza de Miller. Es una obra que se escribió hace 50 años, y da miedo la vigencia que tiene. Para mí era un visionario, porque supo ver que esto era algo cíclico, que se iba a repetir una y otra vez. Mi personaje lo dice: "Cuando todo se vaya a la mierda otra vez, que volverá a pasar, daremos las gracias por tener un techo". Cada vez que lo repito me da la sensación de estar diciendo un texto contemporáneo.

-La pieza retrata los obstáculos que suponen a nivel personal las crisis económicas, ¿ha superado la sociedad la prueba que significó la crisis de 2008?

-No, para nada. Se ha polarizado muchísimo la población económicamente, la clase media tiende a desaparecer, y muchos de los que lo eran ahora se las ven y se las desean para llegar a fin de mes. Superar una crisis no es solamente las cifras macroeconómicas. Uno a veces en el día a día también quiere ver resultados, y los que primero sufren el impacto de la crisis son los últimos en recibir el impacto de la bonanza. Yo no soy muy optimista con lo que se viene.

-¿Por qué?

-Creo que va a ser más de lo mismo. El sistema es voraz, lo hemos hecho así. Ahora mismo lo que está pasando con el boom inmobiliario es de locos. Salimos de lo que salimos y seguimos inflando el globo. No se sacia nunca. Esto es un sistema montado por tres o cuatro que no están dispuestos a desmontar el chiringuito.

-Me hablaba al principio del precio que pagamos por nuestras decisiones. ¿Cuál le ha costado más a usted a nivel actoral?

-[Lo piensa] Muchísimas. He tenido que decir que no a más de un proyecto por incompatibilidad de fechas, y lo he sentido. Más allá de eso, seguramente he cometido errores, pero uno nunca sabe. A veces no nos damos cuenta de la importancia que tienen las decisiones cuando las tomamos.

-En 2018 lo hemos visto no solo en la obra de Miller, sino también en Fariña , Snatch y La catedral del mar. ¿Ha sido un año especialmente prolífico?

- Fariña y La catedral del mar las hice en 2017, otra cosa es que luego de repente se junte todo. Lo único que he hecho en 2018 ha sido El precio y Snatch. Pero cuando se estrena todo a la vez parece que estás en todas partes. A mí la gente no para de decirme: "¡No paras de currar!". Y yo: "¡Pero si no estoy haciendo nada!" [risas]. Es lo que pasa con nuestro oficio.

-¿Cuando uno está en ese auge mantiene el miedo a esa etapa en la que no suena el teléfono?

-Yo estoy en ello. Llevo unos meses haciendo solamente teatro y estoy pendiente del teléfono. Uno nunca deja de estar con la guardia puesta, y más cuando tienes responsabilidades. En nuestro país la demanda de actores a partir de cierta edad, como puede ser la mía, es más complicada. Uno es consciente de esto.

-Pero este año le veremos también en Terminator 6 . Ahí ya no hablamos de Arthur Miller, sino de Tim Miller.

-Tim es un grandísimo director, y he tenido la suerte de trabajar al lado de Linda Hamilton? Recuerdo estar en un cine de Vigo, siendo adolescente, y viendo Terminator. Y quién me iba a decir a mí que iba a estar con esta mujer ayudándola a huir de los robots [ríe]. Mi personaje es pequeño pero bonito, y ha sido una experiencia hermosa.

-Junto a usted, participan también en el filme Alicia Borrachero y Enrique Arce. ¿Se está exportando al fin el talento español más allá de nuestras fronteras?

-Lo que está pasando es que está habiendo muchas producciones extranjeras que vienen a nuestro país a rodar. Yo estoy encantado porque nos permite trabajar en producciones internacionales y muchas veces sin salir de tu propia casa. Por otro lado, tenemos unos grandes actores y técnicos, y estas producciones extranjeras se benefician de eso.

-Aún así, se mostraba de acuerdo en redes con el productor Enrique López Lavigne, cuando afirmaba estos días que "hemos perdido en nuestro cine el entusiasmo por experimentar y por arriesgar". ¿El cine español se ha acomodado?

-No. Creo que a lo que se refería Enrique era al tema de la autoría. No se arriesga tanto en producir a directores-autores en este país. Lo que se busca es una rentabilidad y un producto efímero. El cine de autor sufre por ello. Grandes películas de grandes autores tienen una vida muy efímera en nuestro país.