¿Qué rastros del franquismo pueden encontrarse en las nuevas generaciones? ¿Ha marcado la Transición española a aquellos que ni siquiera la vivieron? ¿Y las heridas de la dictadura? ¿Siguen sangrando en los jóvenes, más de 40 años después? Esas son las preguntas que la directora y dramaturga Sílvia Ferrando propuso en un taller creativo del Institut del Teatre de Barcelona, donde un elenco de siete actores se puso manos a la obra para darles respuesta en el escenario. El resultado fue Los bancos regalan sandwicheras y chorizos, un espectáculo sobre el espinoso tema de la memoria histórica, que se representará este viernes 15 de febrero a las 20.30 horas en el teatro Rosalía.

La obra, llevada a cabo bajo el sello de la compañía José y sus Hermanas de la que forman ahora parte los actores, aborda el paso de la dictadura a la democracia desde la distancia que aporta la edad. Ahondando en su experiencia como veinteañeros y treintañeros, y en los referentes desgajados de un pasado que no ha sabido cerrarse, el reparto ha armado sus pensamientos acerca de aquel periodo oscuro de la historia española, y de todos los efectos que sigue provocando en la realidad actual. "Queríamos traducir todo lo que nos pasaba en el corazón y convertirlo en algo transmisible. Hacemos una reflexión desde nuestra generación sobre el franquismo y sobre cómo todavía, a pesar del tiempo, seguimos inmersos en una democracia con muchas comillas", explica uno de los actores, Alejandro Curiel, que no se arrugó ante la brecha generacional entre el elenco y la dictadura.

Mucha documentación, e intercambios con personas que sí habían vivido aquellos tiempos fueron el punto de partida para dar forma a una pieza "muy vinculada" a un presente en el que, advierten, se siguen sufriendo las consecuencias de una "mala gestión de la memoria histórica". "Nuestra Transición fue un gran error. Se construyó una democracia a partir de un proceso no decidido por nosotros, y eso es un lugar extraño desde el que poner la etiqueta democrática", dice Curiel, que repasa en la obra alguno de los signos de esas heridas "a las que no se les ha prestado suficiente atención" y que "hay que sanar".

Los asesinados por el franquismo que no han sido debidamente enterrados, y que permanecen anónimos en fosas comunes, y "un rey y una reina que nos han venido impuestos" en la mudanza hacia una etapa de luz democrática se rodean de interrogantes a raíz del espectáculo, que no duda en adentrarse en polémicas como la del futuro del Valle de los Caídos. "Es fuerte que, después de tanto tiempo, haya un templo dedicado a un dictador, y que todavía quepa la duda de qué hacemos con eso. También que sea ahora el momento de hablarlo", lamenta el actor, que asegura que "tenía que haberse hecho antes".

Los bancos regalan sandwicheras y chorizos alumbra de forma cegadora todos esos '¿por qué aún ahora?' y '¿por qué todavía no?' que pueblan el pasado y el presente de España, y que lucen más obvios si se comparan con el cierre que tuvieron otras dictaduras foráneas. La comparativa, en este caso con el nazismo alemán, la hizo la compañía en el proceso de preparación de la obra, para evidenciar "el contraste entre los referentes históricos que existen y los pocos que tenemos sobre nuestra propia historia".

A ese respecto, Curiel advierte que "vamos con retraso en comparación con otros países porque hay muchos puntos que nos hemos saltado". La consecuencia es "un país anclado en la derecha", una que "ahora necesita aliarse porque ve que la gente se ha cansado de vivir" en un "letargo" del que también han despertado los jóvenes. "El 15M hizo que la juventud mirara el mundo de otro modo, y que la política volviera a formar parte de su agenda. Ahora está bastante politizada", comenta el actor, que afirma que "lo mejor" del espectáculo son las "experiencias" que el público comparte cuando cae el telón a nivel "intergeneracional".

Mientras aún permanece en alto, los espectadores pueden estar seguros de que se encontrarán con todo menos con un "documento histórico" disfrazado de teatro. La compañía hace desfilar en escena pasos de baile, reguetón, flamenco y pancartas, con los que intentan tratar el pasado desde una nueva perspectiva. "El sentido del humor está buscado para generar ese contraste. A veces hay que mirar las cosas desde otros lugares, y la risa es un buen elemento de reflexión", justifica Curiel, que espera que estas espinas clavadas no se aborden solo en el teatro. Quizá, desde el escenario, las cuestiones que plantea lleguen a saltar al público y, con él, al resto de la sociedad.