Un mundo más esperanzador frente a la codicia, los tejemanejes políticos y la intransigencia del flamenco purista habita en Paraísos mejores, el último trabajo de Javier Ruibal. El cantautor, Premio Nacional de Música, estará este domingo, día 24, en el Garufa Club (20.00 h) para presentar su nuevo disco, en el que será su único concierto en Galicia.

- ¿Cuál es ese paraíso con el que sueña Javier Ruibal?

-Un lugar de más justicia y sensibilidad, de menos zarandeo a la conciencia, donde seamos menos vulnerables. Yo lo que quería dar a entender es que tenemos derecho a pedir más y mejor, y que siempre hay algo nuevo que ambicionar.

-¿Estamos realmente hoy para aspirar a grandes sueños?

-Cuanta más cizaña nos ponen en el camino, más estímulo debemos tener. Sentarse no conduce a nada. Creo que hay un empeño en que nos desentendamos de todo para que las cosas sigan igual de mal, pero no hay que renunciar.

-¿El disco es fruto de ese hastío por lo que ve en la sociedad?

-No, hay bastante optimismo. Incluso hay una canción que se llama El fin del mundo fue ayer, que es un canto a que tomemos conciencia de nuestros escombros y construyamos algo mejor. También es un canto, después de tanta ambición, sobre el fracaso de nuestra codicia.

-De la codicia política también habla. Los másteres falsos se pasean por su disco?

-Es que dejamos que hagan y hacen lo contrario de lo que tienen que hacer. Hay un descrédito de aquellos que se han metido en la política directamente para robar. Y todo a base de colarse en un lugar donde no necesitas cualificación ninguna salvo tu astucia, tu capacidad de hacerte pasar por lo que no eres, y tu sinvergonzonería.

-La denuncia social es habitual en su música, pero quizá no lo es tanto en la industria actual...

-Depende de las personas. Se da una paradoja. Nosotros venimos de un tiempo en el que era tal la carencia y el abuso, que igual éramos presa de todo ese pasado blanco y negro. Y ahora hemos llegamos a un punto en el que el colorín es tal que se nos ha olvidado de dónde venimos. Hay músicos que tratan de hacer reflexiones, y otros que están en la mera diversión. Y yo no los censuro. Pero la industria no va a meterse en esos berenjenales, porque lo que quiere es hacer dinero.

-Su disco no se queda solo en la reivindicación social. También tiene sitio para la musical, como en La geisha gitana . ¿Ese purismo extremo que retrata es lo que hará peligrar el flamenco?

-Totalmente. El peligro no está en recrear el flamenco, el peligro está en el inmovilismo. Quien quiera lo puro siempre va a poder escucharlo. Lo otro son ganas de, desde la atalaya, opinar sobre el mundo. Perdona, mira el mundo, y entonces tendrás capacidad de opinión.

-Sorprende esa defensa que hace, cuando se ha resistido tanto a que le identifiquen con el género justo aludiendo al respeto?

-No me he resistido, lo que no quiero es otorgarme el rango de flamenco porque los flamencos tienen un aprendizaje. Enrique Morente jugó con él, pero sabía cantar todos los palos, lo mismo que Rosalía. Yo no tengo formación suficiente como para decir que soy flamenco.