Se despidió de uno de sus personajes estrella, Judith Becker, hace ya dos años, pero desde entonces a Cristina Castaño la han reclamado en todos los registros. Ha sido una boina verde en Cuerpo de élite, Constanza de Borgoña en Al final del camino, y la famosa Sally Bowles en el incombustible Cabaret, donde le daba impulso a su faceta como cantante desde los teatros. Estos días, la actriz gallega combina el rodaje de la serie Toy boy con la gira de ¿Quién es el Sr. Schmitt?, un texto del autor francés Sébastien Thiéry. En él, la intérprete une su talento artístico al de otro peso pesado de la dramaturgia, Javier Gutiérrez, junto al que construirá una historia surrealista en el Rosalía el próximo 22 y 23 de marzo (20.30 h).

¿Cuánto tiene de locura esta obra?

Parte del teatro del absurdo, de una situación absolutamente irreal, que sería demasiado extraño que fuera verdad. Pero los personajes la viven como si lo fuese. Se crean situaciones de comedia delirante, pero con un trasfondo filosófico muy grande.

Pronto se transforma en una historia de suspense. ¿Thiéry engaña con esta historia?

No es que engañe, sino que el texto da para aunar todos esos géneros. Puedes estar contando una escena graciosa y, cuando ves que los personajes están muertos de miedo„ porque hay alguien que les ha cambiado el salón y la ropa de los armarios no es la suya„ pasar a narrar un thriller.

El epicentro de la obra es preguntarse quién es en realidad uno mismo.

Sobre todo, quiénes nos han dicho que somos, y cómo podemos llegar a dudar de ello según lo que el otro diga de nosotros.

¿Es amplia esa brecha a día de hoy?

Es constante. Desde un físico determinado que tenemos que tener, lo que nos plantean qué es la belleza... O un ejemplo muy sencillo, el horóscopo. A ti te han dicho que eres Géminis, pero imagínate que mañana te dicen que eso era erróneo y que eso era Capricornio, y te dan sus características. Te las creerías. Podrías adaptarte a ello, porque la mente humana es una esponja, y creo que es muy interesante hacer el paralelismo con nuestra vida. Nos dicen cómo debemos de ser y nosotros nos lo creemos.

¿Tiene responsabilidad en ello la cultura?

Sí. La cultura la contamos nosotros, que estamos influidos. Yo lo veo muy claro cuando hablamos de la visión masculina en el mundo del arte. La realidad muchas veces está contada desde ese punto de vista, y eso es lo que se proyecta al exterior. Debe haber más presencia femenina en los equipos creativos, y más proyectos hechos por mujeres, para que cuenten una realidad más femenina.

Le hablaba antes de la identidad. ¿Cuánto tardó usted en saber quién era como persona?

Uy, yo todavía me voy encontrando. Creo que el camino más fascinante del ser humano es conocerse a uno mismo. La madurez en ese sentido es bonita, porque cuando eres joven, no te apetece nada ser mayor, pero los mayores siempre dicen que se sienten mucho mejor consigo mismos. Quizá sea porque se conocen mucho más.

¿Usted se siente más liberada que cuando era más joven?

Yo creo que sí. Con los años siempre va mejorando.

De la juventud hasta ahora ha pasado por la mayoría de las series que han marcado la historia reciente de la televisión española. Pratos combinados, Al salir de clase? ¿Nunca hace balance?

Sí, y la verdad es que es bonito. Personajes como Paula Barreiro, de Pratos combinados, siempre quedarán en el corazón de la gente. Y Lydia, y Judith?

Contaba Cristina Medina el modo en el que afectaba a su vida el interpretar a un personaje tan conocido como Nines. ¿Judith también la perseguía en su día a día?

Cuando estás 7 años interpretando a un personaje en una serie que tiene una media de 4 millones de audiencia y que se convierte en un fenómeno social, evidentemente es un personaje que está presente en tu vida. A mí me conocen tanto en Vallecas como en Serrano. Pero nunca lo he considerado una carga. Y en el momento en el que consideré que podía ser algo perjudicial para mi carrera, decidí irme. Hay momentos en los que hay que tomar decisiones para que el resto no te encajone.

¿En qué notaba ese riesgo?

Tenía la intuición de que muchos directores y productores de casting no me llamaban para otros proyectos porque sabían que estaba en La que se avecina, y que el público me reconocía en ese personaje. Era el momento de dejarlo y darle vida a otros. Por ejemplo, el de la serie que preparo ahora [ Toy boy], Macarena Medina, es un papel que se aleja de lo que la gente está acostumbrada a ver de mí.

Es un personaje poderoso, algo que durante mucho tiempo no fue habitual en los papeles femeninos, ¿siguen faltando referentes de mujeres con autoridad en la dramaturgia?

[Silencio prolongado] No lo sé. Este, por ejemplo, es un personaje que generalmente estamos acostumbrados a ver en un hombre. Es una mujer de 40 años líder de la empresa familiar, una mujer multimillonaria, con mucho poder, que se liga a un chico de 20 al que le compra lo que quiere. Normalmente vemos al hombre maduro con una chica joven, pero en este caso es una mujer. Yo diría que las cosas están cambiando.