Las melodías "únicas" de Enrique Granados fueron las que cautivaron a Rosa Torres-Pardo para sumarse a El amor y la muerte, el documental sobre la vida y la obra del compositor leridano que dirige Arantxa Aguirre. La pianista, Premio Nacional de Música en la modalidad de Interpretación, ofrecerá un coloquio este domingo en el teatro Colón (19.00 horas) antes de la proyección del filme, en el que la propia Torres-Pardo y otros intérpretes versionan sus piezas más y menos conocidas.

¿Se encuentra cómoda en el modernismo musical de Granados?

Es una música que conozco desde que nací, porque que mi madre la bailaba. También me resulta familiar porque está en parte inspirada en la música popular española, así que su mezcla de romanticismo y modernismo la reconozco desde siempre.

Es una música muy personal. Versionarla no debió de ser fácil?

Sí, pero tenemos la suerte de contar con grandes artistas que se prestaron a participar. Hablo de Rocío Márquez, Adolfo Gutiérrez? Con ellos hicimos una pequeña muestra de su música menos conocida, pero también de la que tenía que estar ahí, como Goyescas.

Es una pieza inspirada en la pintura. Tiene algo de esa mezcla de disciplinas que a usted le gusta transitar

Yo me identifico con Granados, porque lo comprendo y porque me gusta mucho. Además, cuando uno se sumerge en la música de un compositor, tiene que haber una química muy grande. Cuanto más profundizas más entiendes, y la partitura de Goyescas es un mapa que te da muchas pistas. Hay que intentar comprender por qué hizo eso en ese momento, y pienso que esta película lo explica muy bien.

No es este su primer coqueteo con el cine. Ha trabajado con Carlos Saura, y ha grabado documentales sobre Lorca y Albéniz, ¿le atrae convertir la música en algo más?

La verdad es que sí. Siempre que toco pienso en una coreografía o pongo palabras porque eso me ayuda a interpretar. Comprendo la música a través de la danza y de la imagen. Como he tenido cercanía con gente del cine, y tenía esas visiones cuando tocaba Iberia, por ejemplo, le propuse a Saura hacer una película. Luego hicimos la de Soler, que también es de Arantxa Aguirre.

¿Se ha propuesto recuperar la figura de grandes pianistas?

Es que, de repente, uno de da cuenta de que el cine es una buena manera de transmitir el conocimiento, y para que se conozca a los compositores y su música...

La que hace no se ajusta a la carrera de un pianista clásico. La fusiona con danza, poesía? ¿Huye del encasillamiento?

En realidad, si haces cine ya te encasillan, si haces poesía también? Y si quieres volver a los conciertos de Beethoven, te dicen: "Ah, yo pensaba que hacías música con danza". Qué le vamos a hacer [risas]. Hay que estar rompiendo barreras constantemente.

Hoy eso lo siguen a rajatabla muchos músicos con formación clásica...

Porque tú ahora ofreces un programa romántico y clásico, o incluso del siglo XX, y dicen: "Ay no, quiero algo más". Fíjate que a mí me han criticado a veces por hacer cosas que van un poco más allá, pero ahora ya les cuesta aceptar que ofrezcas lo contrario.

¿Ahora lo que no se acepta es lo clásico?

Sí, ahora quieren algo más rompedor. Lo cual tampoco está mal, pero tampoco tiene por qué ser la norma [se ríe].

Dentro de su vertiente clásica, encontramos muchos nombres rusos. ¿Su debilidad son los compositores del país?

Hay una química especial, por esa música con energía. Yo creo que el carácter de los músicos rusos y españoles tiene mucho en común. Es muy sentimental, muy apasionado? Y a mí eso me gusta mucho. Stravinski, Prokófiev? ¡Un piano puede hacer tanto con esa música!

Habla del piano, pero a usted le hubiera gustado ser cantante

Porque la voz es el mejor instrumento que existe.

¿Le pudo al sueño las teclas?

En la vida hay que estar eligiendo siempre por dónde se va. Cuando estás con el piano, es como si estuvieras en un camino y es tan importante que no lo puedes dejar. Y, al fin y al cabo, tienes que ser buenísimo en algo para hacerlo. Si yo no soy una gran cantante, y se me da bien el piano, mejor ir por el piano [risas].

¿Qué sensaciones tiene cuando se sienta frente a uno, dispuesta a tocar una partitura?

Una de ilusión, de ir desentrañando los misterios que hay entre las notas y ver hasta dónde se puede llegar. La interpretación también es recreación, y es muy mágico. Tenemos una profesión maravillosa, si no miramos nada más que la parte artística.

¿Y si miramos otras?

Es un mundo mucho más difícil y duro. Los proyectos no son fáciles de sacar adelante, hay que pelear mucho para grabar un disco. Y pensar un nuevo recital que tenga un sentido y que te lo programen? Esa parte es la más difícil, y la que más aburre.

¿La crisis también ha alcanzado a la clásica?

Sí. Yo tardé en verlo, pero lo vi. Y quién no. Pero hay que adaptarse y seguir adelante, porque lo único que tiene sentido en este mundo es el arte. La música es lo único que le da sentido a estar en esta locura de vida.