Interesante concierto en torno a Robert Schumann con interpolación de la obra de Mariño, tributo a la música de creación gallega. Obra, esta última, según ha manifestado su propio autor, de lenguaje "vacío", alejada de todo descriptivismo. Mariño, presente en la sala, saludó desde el palco escénico y fue acogido con la cortesía habitual que caracteriza a este público. La partitura de Holloway es muy peculiar ya que, durante 22 minutos, trata siete canciones de Schumann con un lenguaje casi indescifrable, en el que parece advertirse una especial querencia por la politonalidad. Parece razonable que, según se expresa en las notas de programa, "para buena parte de la crítica [resultase] más provocadora que toda su música modernista previa". Las transcripciones del Carnaval schumanniano se deben a once compositores rusos, entre los que destacan Glazunov (seis piezas), Liadov (tres), y Rimsky-Korsakov, Arensky y Tcherepin (una cada uno). La Filharmonía hizo una bonita versión, conducida con su maestría habitual por Paul Daniel. Sin embargo, el gran momento del acto musical se produjo con el concierto de Schumann. La orquesta estuvo muy acertada; sobre todo, en el siempre delicado juego de sonoridades y el perfecto encaje entre solista y agrupación instrumental, mérito que en gran medida hay que atribuir a Daniel. Por su parte, el pianista Angelich realizó un trabajo extraordinario; todo parece hacerlo fácil e incluso es capaz de destacar „sin que el conjunto se resienta, por desequilibrio de los planos sonoros„ motivos que habitualmente no se escuchan. Su versión, formidable, se completó con un bis que le valió una verdadera aclamación: Mazurca en Fa menor, opus 68/4, póstuma, de Chopin.