Al caer la noche, Alicia echa los cerrojos de su casa. Comprueba las puertas con dedos temblorosas, y se esfuerza por controlar, aunque solo sea un instante, el estremecimiento para girar con prisas la llave de su cuarto. Allí se atrinchera, a salvo, junto a un puñado de tranquilizantes. Confía en que el lorazepam mantendrá a raya la angustia que se le enrosca en el pecho, pero sabe, también, que será inútil contra el temor que le ha dejado como secuela el tiempo pasado con Matty.

Con esa estampa, una instantánea de las consecuencias del maltrato psicológico, comienza Edurne Portela su nueva novela, Formas de estar lejos. Tras el retrato de la violencia de ETA que hacía en su anterior obra, Mejor la ausencia, la escritora se sumerge en la de género para contar los silencios y abusos que sufre una joven en el sur de Estados Unidos a manos de su pareja. El libro lo presentará este miércoles, 10 de abril, a las 20.00 horas en la Fundación Seoane, dentro del ciclo Somos o que lemos.

Consolida con esta novela la violencia como leitmotiv de su trabajo.

En realidad, no me lo he propuesto conscientemente, pero es cierto que la violencia es un tema que siempre me ha interesado. Incluso en mi vida como profesora universitaria, siempre he escrito sobre esos temas. Yo creo que esta novela ha sido dar un paso más.

Pasa de la violencia política de Mejor la ausencia a la sentimental, ¿es muy distinto el foco a emplear entre el abuso visible y el invisible?

No me fue muy difícil abordarlo, porque en Mejor la ausencia pesa mucho la historia política, pero también había unos patrones de comportamientos muy sexistas. En esta novela, continúo esa indagación de qué significa ser mujer y hacerte consciente de tu cuerpo a través de la violencia, porque al final, el maltrato psicológico que sufre Alicia es un reflejo de una sociedad en la que el machismo es brutal. A veces, ese machismo se canaliza a través de una violencia física y a veces con ese intento de hacer sumisa a la mujer, a través del control económico o psicológico de la pareja.

En el libro, todo eso se convierte en un cerco que se estrecha alrededor de Alicia sin que ella se dé cuenta.

Claro, son todas esas señales de alerta que se van viendo, pero que ella no ve o no quiere ver. No está claro hasta qué punto es consciente de que el comportamiento de Matty no son hechos aislados que hay que pasar por alto, porque con la pareja haya que ser generoso? Todos estos comportamientos que a veces tenemos en pareja y que intentan justificar cosas que en realidad nunca deberíamos justificar.

Comienza mostrando esa violencia en pleno apogeo, ¿lo que le interesaba era el proceso de llegar hasta allí?

Sí. Me interesaba y quería que el lector me acompañara en ese proceso. Por eso puse desde el principio ese momento en el que Alicia está llena de miedo y no sabe cómo ha llegado ahí. Esa fue la primera escena que se me ocurrió, y a partir de la que empecé a construir toda la novela.

Si no fuera por ese inicio, a muchos les sorprendería el giro de la relación. Presenta a una pareja en apariencia perfecta.

Sí, tenemos el prejuicio de que en las clases acomodadas estas cosas no pasan, y que el éxito económico y profesional es la clave para el éxito personal. A mí me interesaba escribir la historia desde esa situación, para ir desentrañando que la realidad está muy lejos de eso.

Otra arista que investiga es el silencio de la sociedad ante el abuso. ¿Nos falta implicación de cara a la violencia de género?

Tenemos mucho trabajo que hacer, porque tendemos a no entrometernos en la vida de los demás, incluso si hay signos de violencia. También es que, cuando señalamos cualquier tipo de abuso de poder, ya no podemos seguir con nuestra vida como si nada. Una vez que lo señalas, tienes que involucrarte, y eso supone renunciar a tu tranquilidad.

Hay a ciertos sectores hoy a los que les asusta que se señalen con el dedo estos abusos.

Yo eso lo veo con preocupación. La violencia de género es contra la mujer por el hecho de ser mujer. Eso no puede minimizarse, ni esconderse con palabras engañosas o negarse con datos falsos, que es lo que hace esta gente. Hablamos mucho de educación sexual, pero tendría que haber también una sentimental que tenga que ver con el respeto y la igualdad.

¿Hay fallos en la educación sentimental de la mujer?

Sí, una mujer no debe sentirse inferior por el hecho de ser mujer, pero así es como nos educan. A eso y a tener siempre la sensación de que nos debemos al otro. Mientras sigamos educando en esa división del poder, será muy difícil que las jóvenes piensen que en la relación de pareja no tenemos que asumir una posición de inferioridad.

¿Siguen tan vigentes esos mitos del amor romántico? ¿La nueva oleada de feminismo no ha cambiado las tornas?

Yo creo que hay más conciencia, pero eso no significa que las cosas en el plano de lo real estén cambiando. Solo hace falta ver una comedia romántica. ¿Hay alguna en la que chica no quiera casarse al final? Si los productos culturales más comerciales siguen siendo los mismos, en los que la mujer decide dejarlo todo por amor, vamos a seguir con esto muchos años.