Su apellido delata enseguida unos orígenes situados muy al norte, demasiado para poder ser gallegos. Y, si alguien le escuchase en su casa, la lengua también le descubriría. En las conversaciones familiares de Gregorio Keilin, domina el ruso de unos padres que decidieron hacer las maletas y marcharse de San Petersburgo para seguir su carrera musical. Grisha, como conocen todos en la intimidad a Keilin, mantiene hoy un pie en aquella tierra del hielo y otro en A Coruña, que le vio nacer hace 19 años y que, confiesa, no tiene ningún interés en abandonar.

El joven violonchelista no comparte la inquietud de los músicos de marchar a recorrer mundo en busca de maestros de renombre. Dice que a los profesores internacionales ya los tiene en casa, donde desde niño daba sus primeros pasos sentado al piano en el que tanto ha practicado con su madre. María Keilin, profesora del Conservatorio de Danza de la Diputación, comenzó a aleccionarlo a los cinco años. Fue el violonchelo,sin embargo, el que le robó definitivamente el corazón un poco más tarde, después de ver a su padre— el músico de la Banda Municipal, Iliá Keilin—, armado cada mañana con su arco y sus cuerdas.

"Solía verlos tocar en dúo, y los dos instrumentos me gustaban, pero de alma soy chelista y quiero dedicarme a ello al 100%", afirma el intérprete, convencido. Sus entresijos los estudia desde hace dos años en el Conservatorio Superior, donde se le ha presentado una oportunidad de oro. El coruñés ha resultado ganador del X y XI Concurso de solistas que organiza la entidad, y que le permitirá tocar tanto con su orquesta este año como con la banda en 2020.

La primera actuación será esta tarde a las 20.00 horas, en el Palacio de la Ópera. En el directo el artista hará sonar dos piezas de Camille Saint-Saëns, el Concierto para violonchelo y orquesta nº 1 y su pieza conocida como El cisne, que interpretará bajo la dirección de Fernando Briones. De la misma época, también del siglo XIX, data la obra que Keilin escogió para su participación en el concurso. El Concierto para violonchelo nº 4 de Karl Davido v fue su pase para la victoria en las fases previas, en las que se enfrentó con todos los departamentos del conservatorio.

De la primera ronda de audiciones resultaron alrededor de una decena de estudiantes, a los que batió en la prueba final a golpe de acorde. Le empujaban las ganas de tocar "en una agrupación grande" y la sensación de que tenía "cosas que decir"como intérprete, dos ingredientes que le han llevado a realizar su carrera formativa a una velocidad mucho mayor que la de los alumnos de su misma edad.

Sus estudios en la Escuela Municipal A Capela, y en el Conservatorio Profesional— en el que entró ya en sexto curso de violonchelo con 14 años—, pasaron con ese impulso al ritmo del relámpago. En el curso de piano del centro tuvo que realizar solo los dos últimos años, fruto de las enseñanzas de su madre en el instrumento, que dejó de lado para seguir con el violonchelo en el Superior.

La cadencia vertiginosa de su formación convirtió a Keilin en uno de los más jóvenes en la mayoría de sus clases. "Muchos eran mayores y al principio eso me imponía", dice el músico, que reconoce que su carrera hasta el momento "no es la habitual".Tampoco quiere que lo sea su futuro. Frente a las típicas agendas de otros intérpretes, que tienen la formación en el extranjero como una meta a alcanzar, el coruñés huye del "falso prestigio" que proporcionan los estudios en el extranjero,y se atrinchera en la convicción de que el talento debe quedarse en casa. "Los buenos músicos gallegos se marchan a formarse fuera y ya no regresan. Basta con poner el nombre de un maestro foráneo para que la gente piense que es interesante, pero aquí no se enseña peor que en otros países", explica el artista, que espera contribuir a esa docencia en el futuro ejerciendo como profesor. Por el momento,se prepara para su concierto de esta tarde, una cita a la que sumará otra el 16 de junio, cuando tocará con su familia en el teatro Colón.