Paul Goodwin (Warwick, 1956) se enamoró de Bach a una edad muy temprana, cuando cantaba por semana a los cuatro años como corista. A la larga, y cautivado por un compositor que, dice, "da vida al alma", acabó abandonando su carrera con el oboe para dirigirlo con un lavado de cara contemporáneo, que llevará este viernes 24 de mayo al Palacio de la Ópera (20.30 horas) al frente de la Sinfónica de Galicia.

Se ha hablado mucho de la lectura que hace de Bach, ¿qué ha dicho sobre él que no hayan dicho otros directores?

[Silencio] Es una pregunta interesante. Lo que ocurre con Bach es que es indestructible, y todo el mundo lo hace de algún modo. Yo trato de hacer estos proyectos más inusuales. Lo que traigo a esta orquesta es el estilo a la hora de interpretarlo. Hacerlo de ese modo significa que puedes conectarlo, por ejemplo, con Stravinski.

¿No desconcierta a la audiencia esa mezcla de música clásica y contemporánea?

Por mi experiencia no, porque a la audiencia le encantan los retos. Le emocionan esos contrastes. Si pones una pieza inusual en el medio de un programa de Bach, cuando vuelves a él lo haces con un oído y una perspectiva diferente. Así que son complementarios, en realidad. Además, como me he pasado la vida haciendo a Bach y a Händel, me gusta divertirme con ellos. Cuando más sabes sobre las obras del XVIII, más entiendes que no debemos ser reverenciales, porque ellos jugaban con su música, así que yo hago lo mismo.

Suena a que es un director ambicioso

Soy ambicioso por no hacer lo que llamo conciertos de "carne y vegetales". Con eso me refiero a una obertura, un concierto de piano y una sinfonía. Mucha gente hace eso, pero yo no lo necesito. A mí me gusta mezclar las cosas.

Dice que siempre trata de introducir algo que eduque a la audiencia, ¿el espectador tiene que aprender en un concierto?

No. Cuando la gente va a los conciertos quieren escuchar y relajarse. Pero también me gusta hacer estos proyectos más educacionales. Por ejemplo, encargo muchas piezas a compositores modernos, y a menudo son obras que beben de otras. Es el caso de la pieza de John Corigliano [ Fancy on a Bach Air], que está basada en Bach. Muchas de las veces que he tocado a Stranvinski también he pensado: "Esto es muy Bach".

¿Los directores también se retroalimentan los unos a los otros, como los compositores?

No sé cuánto saben otros directores sobre los programas que hago, porque los directores somos individuos solitarios en nuestra propia burbuja. Sé que he influenciado a gente con algo de lo que he hecho, pero en general trato de hacer las cosas a mi modo y ese esa es la razón por la que las orquestas me invitan. El resto tampoco quiere hacer lo mismo que yo, porque para ser un buen director tienes que ir con tu propia pasión.

La suya le llevó incluso a abandonar su carrera con el oboe. ¿No extraña los conciertos de solista?

¡Lo hago! [risas] Extraño ser parte de una orquesta, y tener esa increíble conexión con tus compañeros, y también tocar como solista. Pero como oboísta me especialicé en música clásica y barroca, y extrañaba un repertorio mayor.

¿Sigue tocando en la intimidad?

A veces toco mi oboe, y suena bien durante los primeros 5 minutos, pero a los diez es terrible [se ríe]. Para ser un buen instrumentista de oboe tienes que ser como un atleta: hacer muchas horas cada día y seguir practicando.