Se conocen de los apropósitos, esas piezas que animaban los carnavales coruñeses con su mezcla de burla, costumbrismo y guiños a la actualidad, y que Antón de Santiago paseó sobre las tablas durante más de veinte años. Cuando las administraciones detuvieron su impulso en la urbe, abocando los textos a su desaparición, el dramaturgo se bajó de su vorágine, pero no perdió de vista los contactos que había creado. El grupo Cara de Plata, y el líder de Sal-Monela Teatro, Modesto Gómez, solían acompañarle en aquellos tiempos de entroido, de los que el director ha tirado para dar forma a su nuevo montaje. Antesala, el retrato de un complicado encuentro en una residencia de ancianos, ha propiciado que las formaciones unieran fuerzas de nuevo, para estrenarlo esta tarde a las 20.30 horas bajo los focos del teatro Colón.

La obra es una mezcla de las preocupaciones vitales del ser humano, que se remueven y se entrelazan para mostrar su cara más amable, pero también la más tortuosa. Entre sus líneas hay hueco para los amores perdidos y los reencuentros, para las obsesiones, la desilusión y la mentira, y sobre todo para una reflexión sobre la muerte, que lo corona todo con unos protagonistas que observan de reojo su propio final. "Yo lo llamo comedia dramática. Empieza como una pieza muy optimista, con sintonía, pero se genera una situación complicada que tiene una solución fatal", indica De Santiago, que ha cedido a sus personajes algunas de sus propias aficiones.

Con parte de su carrera dedicada al canto, y con algún repaso histórico en su bibliografía, no sorprende que el dramaturgo haya hecho coincidir a un profesor de música y a un catedrático de historia en escena. Un retorcido hombre de negocios, que busca en la residencia un escondite tras sus tejemanejes, se convertirá en el tercero en discordia para forjar esta tragedia, en la que se plantea esa incredulidad que despierta que el mundo vaya a seguir girando sin nosotros.

"Como historiador, mi personaje quiere seguir contando siempre la historia. Está obsesionado con eso, y busca la manera de lograrlo por todos los medios", explica Gómez, que define su rol como una "bocanada de aire fresco" en su repertorio. Acostumbrado a la comedia que practica desde hace 27 años en Sal-Monela Teatro, el intérprete asegura que el texto de Santiago le ha "despertado" del "letargo en el que estaba", a pesar de haber tenido que aguantar una larga espera para poder llevarlo a cabo. 18 años, desde el 2001, han tenido que pasar para que su creador se decidiera a ponerlo en escena, frenado por el trajín de los carnavales y por un temor ante el que, finalmente, ha decidido plantarse y superar.

El problema, confiesa, era la memoria. "Yo he escrito mucho teatro y lo he dirigido, pero hace mucho que no actúo por culpa de eso. Ahora me vi obligado, porque si le pido a la gente que represente mi obra tendré que poner algo más de mí, pero tengo que hacer un esfuerzo enorme", dice el director. Ni siquiera cuando cantaba, asegura, salía a escena sin partitura. Cuenta que la música fue su antesala, esa en la que siempre vivimos cuando miramos al futuro, y que el coruñés recuerda como "un túnel largo" sin demasiadas perspectivas. "Yo tenía facultades naturales para el canto, pero no había nadie que me orientase. ¿Sabes dónde me desahogaba? En la parroquia. Allí cantaba de monaguillo", recuerda.

La que retrata en su texto es una antesala diferente, marcada por la violencia de no tener mucho más trayecto por delante que recorrer. Ante ello los intérpretes defienden "no tener miedo" sino "vivir intensamente", incluso tras ese momento, apuntan, en el que se acaba la actividad profesional. "Nosotros somos jubilados, pero en pleno jubileo", dicen entre risas los actores, a los que la edad ha dado "responsabilidad", pero no templanza ante un debut. El de hoy lo encaran con incertidumbre, pendientes de la reacción a sus palabras, y con la esperanza de lograr hacerle, como dice con humor De Santiago, "honor a quien las creó".