Paco Franco pudo vivir el nacimiento del Aquarium desde dentro, primero como técnico y, a partir del 2002, como director técnico del espacio. De estos veinte años que lleva en el centro de divulgación marina, el museólogo se queda con las exposiciones y con el nacimiento de las primeras focas como momentos estelares del acuario, y lanza la mirada al futuro con ansias de renovar salas y de conquistar al huidizo público adolescente.

¿A qué le sabe este vigésimo cumpleaños?

Me sabe un poco a madurez, con todo lo que eso implica. Creo que cada vez hacemos actividades más interesantes, y que hemos aprendido mucho en el manejo de los animales. Indudablemente, hay nostalgia, porque antes éramos más jóvenes y la energía era mayor. Esa ilusión que se tenía al principio la echo de menos, pero se compensa con la experiencia.

Habla de inicios, ¿cómo recuerda los suyos al frente del centro?

Para mí fue un bautismo de fuego. Al poco de tomar posesión como director tuvo lugar el accidente del Prestige, con todo lo que eso supuso para el Aquarium. A partir de ahí todo ha sido más positivo, pero hubo momentos difíciles, como en 2014, cuando las olas entraron en el edificio.

El Aquarium fue el último de los museos científicos en nacer, ¿se benefició de la tradición que asentaron la Domus y la Casa de las Ciencias?

Sin duda. El Acuario se benefició muchísimo de lo que se había aprendido de la Casa de las Ciencias y de la Domus. Dése cuenta de que fue muy innovador en la museografía española. Aquí hay módulos interactivos, exposiciones temporales... Elementos que no encuentras en otros acuarios. Todo ese saber procedía de los otros museos, y del acuario de Monterrey, en California, que fue nuestro gran referente.

¿Se sintieron pioneros?

Sí, porque fue el primero que era un híbrido entre un centro de ciencia y un acuario. Hoy seguimos siendo una rara avis dentro de los acuarios, casi todos son clones unos de otros.

Ese enfoque didáctico tan claro con el que nacieron, ¿no era arriesgado, frente a los grandes efectismos de otros museos nacionales?

Sí, desde luego. Pero la sorpresa fue un ingrediente muy importante del éxito inicial del Aquarium. Ahora menos, porque la ciudadanía ya lo ha asumido, pero al principio, la gente que venía a visitar, nos esperaba otra cosa: tanques de gran volumen, peces de colores... Les sorprendían encontrar un jardín botánico, módulos interactivos... Pero fueron comprendiendo nuestro enfoque.

¿Cuál diría que ha sido el mayor logro del centro estos años?

A nivel biológico, hubo especies que fue muy difícil adaptar. El conseguir exhibir rapes y bancos de sardina, por ejemplo, fue complicado, y también los programas de cría de los caballitos de mar y de las maragotas. A nivel museográfico, hacer exposiciones también ha sido un desafío. En general, las muestras temporales son un gran reto, porque suponen desarrollar una tecnología de mantenimiento de animales marinos y, al mismo tiempo, toda una serie de recursos museográficos muy especiales.

¿Y cuántos de esos retos han acabado en fracaso?

Recuerdo algunos intentos de tener especies que no han fructificado. Tratamos de exhibir esturiones en el tanque de la Nautilus, pero no lo conseguimos. Adaptar las especies para vivir en el acuario comienza con un experimento, y no todos terminan en éxito. Pero ahora vamos a volver a intentarlo.

Se habla a veces de una falta de renovación de museos, como por ejemplo el de la Domus. ¿Al Aquarium también le pesan este tipo de problemas?

Nosotros hemos conseguido ir renovando contenidos. Aunque reconozco que los museógrafos somos insatisfechos permanentes, y que nos gustaría tener la posibilidad de renovar mucho más.

¿Como qué?

A mí me gustaría poder renovar el contenido de la Sala Maremagnum, que nos lo permitiesen las circunstancias.

¿La innovación es la dirección en la que ha querido que se desarrollara el Aquarium?

La vertiente que más me ha interesado desarrollar es la de la museografía, convertirnos en un museo de ciencia maduro. He intentado participar en proyectos europeos, y que cada nueva exposición temporal fuese una provocación a la inteligencia del público. También he intentado involucrar a los ciudadanos directamente en el desarrollo del acuario, como en la última muestra [ Sexo Azul], que cuenta con esculturas elaboradas en talleres por los usuarios.

Entre ellos, hoy se está despertando mucho la conciencia ecológica. ¿Qué papel quiere jugar el Aquarium en esta nueva ola verde?

Nosotros hemos tenido siempre como objetivo el proponer soluciones. Como dices, la gente está cada vez más preocupada por las cuestiones medioambientales, pero a veces es sobrecogedor la cantidad de noticias negativas que hay sobre la polución y la sobrepesca. Nosotros intentamos que la gente vea que son problemas con solución. Lógicamente, depende mucho de que se involucren los gobiernos, pero también los ciudadanos y, sobre todo, los profesionales que trabajamos en estas áreas.

Con esa premisa, ¿cuál es su meta para los próximos 20 años?

Para nosotros es muy importante mantener el contacto con el público. Los usuarios han ido evolucionando, y creo que es importante mantenerse conectado con ellos. Además, hay un sector del público, los adolescentes, que es como el Guadiana. Nosotros tenemos una enorme cantidad de visitas de niños, y muchas de adultos, pero hay que intentar mantener el vínculo con los adolescentes que, en cierta medida, desaparecen de los museos. Ese es el reto y la vía hacia el futuro.