Cada mañana, Alison Dalglish acude al Palacio de la Ópera para ensayar con la Orquesta Sinfónica de Galicia (OSG). Traduce con su viola partituras barrocas o contemporáneas, atiende a las indicaciones que el director le da desde el atril, e intercambia, entre rasgueo y rasgueo de su arco, alguna mirada cómplice con otros miembros de la sección de cuerdas. Dorothea Nicholas, Mihai Andrei y Enrique Iglesias desde los violines, y Teresa Morales y Todd Williamson desde el violonchelo y el contrabajo, se la devuelven agarrados a sus instrumentos. Piensan ya en el segundo ensayo, ese que volverá a reunirlos bajo el paraguas de la música clásica pero con un nombre diferente, y que les permitirá abandonar el mundo de los adultos para enfrentarse al reto que, como público, representan los niños.

"La Sinfónica hace conciertos didácticos, pero un grupo pequeño como el nuestro funciona mucho mejor. Nosotros quitamos la barrera de la partitura, tocamos de memoria, y eso es clave, porque los pequeños tienen que sentir que importan en el espectáculo", explica Dalglish. Desde hace seis años, la intérprete mantiene con otros músicos de la OSG la banda Arcos Iris, pensada para acercar las composiciones clásicas al espectador infantil. Llevan ya dos shows en cartera, uno de iniciación a la música y otro sobre la emoción que supone, y se preparan para añadir a la lista el que será el más ambicioso hasta el momento, uno con el que hacer volar.

El mundo suena se estrenará esta tarde a las 18.00 horas en el teatro Colón, que adquirirá en apenas una tarde la forma de la Torre del Oro de Sevilla, el brillo del Río de la Plata y las sombras perfiladas de los rascacielos neoyorquinos. Arcos Iris propone en él un viaje por "los continentes del planeta", que comienza en Andalucía y discurre por África, Latinoamérica y Estados Unidos para atreverse luego a descubrir, en su trayecto, los sonidos más desconocidos de Oceanía, Oriente Medio y China.

La novedad de las partituras es clara, pero la formación no ha podido resistirse a introducir pinceladas de su estilo fetiche. Con compositores que todavía no quiere desvelar, el grupo recoge en su vuelta a Europa "el sabor de la cultura y la historia de nuestra música", el mayor desafío, apunta la artista, que se han encontrado a la hora de desarrollar la obra.

Los ritmos de Oceanía, África y Asia fueron también retos para los músicos. "Los instrumentos que emplean no tienen nada que ver con los de aquí, así que tuvimos que improvisar y tratar de conseguir sonidos parecidos con ellos", relata la intérprete. De ella surgió la idea del espectáculo, enfrentada con otras propuestas en la "pequeña democracia" de Arcos Iris, que acomete su estreno con más de un exitosos simulacro detrás.

La formación ha llevado ya a algunas aulas gallegas la pieza durante estas dos últimas semanas. Lo que más ha triunfado ha sido Estados Unidos y China, donde desarrollan una breve historia en la que cada músico tiene un rol. No solo con música se cautiva a los niños, y eso el grupo lo tiene claro. En su espectáculo se dan la mano desde la coreografía hasta los cuentos y la caracterización, cualquier cosa por "involucrar" a los más pequeños y evitar que desconecten ante las piezas sinfónicas.

Dárselas a escuchar antes, como aquellas películas "que no se cansan de ver una y otra vez", es otro modo de hacer del concierto algo positivo. Dalglish lamenta que lograrlo sea tan complicado, y que la gran frontera entre los niños y la música acabe siendo, como apunta, el propio sistema educativo en el que se forman. "Hay una gran carencia para ellos en cuanto a actividades creativas. Los niños cantan y bailan antes de hablar y caminar, pero a medida que se hacen mayores eso se les va quitando y todo acaba siendo ciencias e historia", critica la inglesa. Con El mundo suena, los pequeños podrán volver a afinar la voz, y salir a la pista. También los adultos podrán volver a retomar el contacto musical con el próximo espectáculo del grupo, que cambiará de registro con un show de cabaret.