Por las mañanas, después de dejar a sus hijos en el colegio, Óscar Cabana se quita el traje de padre y se pone el de artista. Sustituye las risas infantiles por los caballetes, por esos botes de pintura que, admite, suelen acabar naufragando en el desorden, y hace sonar la música antes de ponerse a trabajar. Durante las horas que pasa en su estudio, hasta tener que regresar de nuevo a la escuela, el coruñés se vuelca en su taller recién estrenado. Le gusta dejarlo abierto al público, con los olores de los acrílicos y el aguarrás escapando por la entrada, y despertar la curiosidad de los viandantes del barrio para que "se asomen" y se animen a entrar.

Monte Alto, dice el pintor, es una zona "muy artística", ideal para montar un estudio creativo. Ese es el motivo por el que lo escogió, por el que le echó el ojo a aquel local del número 3 de la Travesía Atocha Baja, que inauguraba ayer con amigos y vecinos al son del concierto de su hermana María Jesús Cabana, Astrogirl. Recibiéndolos en la entrada, repartida por las paredes y por el suelo, brillaba una muestra de los más de 150 cuadros que guarda en su fondo de galería. Son "la parte noble, la bonita", la antesala del caos que reina detrás, en la que toca remangarse la camisa y salpicarse las manos de pintura.

Cuenta Cabana que la organización es similar a la de su taller anterior, que tomó como referencia para el diseño del que tiene ahora. Aquel tenía el rótulo de No Importa, un estudio con planta baja común y tres dedicadas a artistas, que echó el cerrojo el pasado 31 de mayo en San Andrés. El coruñés, y "casi todos los socios", querían "estar más cerca de casa" y de los suyos. Ahora Cabana vive "a 10 minutos" de su hogar, tiene "un altillo con materiales para los niños", y un estudio que "casi parece una casa, con su cocina, su nevera y su baño".

Cuando lo compró hace tres meses, confiesa, "no lo imaginaba". "El local estaba de obra, no tenía nada, ni siquiera electricidad", recuerda el artista, hoy encantado. Dice que abrirlo ha sido "un sueño hecho realidad", que ya se encuentra a gusto trabajando en el nuevo decorado. El taller es importante porque confía toda su arte al trabajo, sin aguardar a ninguna musa para crear sus conocidos paisajes urbanos jaspeados de rojo.

"No soy nada bohemio. No me va lo de levantarme en mitad de la noche e ir corriendo al estudio porque he tenido una idea", dice Cabana, y cita a Picasso, su "ídolo", y aquel famoso "que la inspiración me encuentre trabajando". A él le coge ahora en un regreso a sus orígenes, a la arquitectura en blanco y negro de la que se alejó en su última exposición en la ciudad, Ejercicios cotidianos. Lo urbano es por lo que la gente le conoce, con lo que se siente "más identificado", y sobre lo que pivotará la próxima exposición en la urbe que compartirá en la galería Xerión.