Muy franco, y bastante desencantado con la interpretación, pero también ávido por echar un vistazo a través de la "mirada fresca" de sus alumnos. Así afronta Carmelo Gómez la charla abierta que protagonizará junto a Emi Ecay mañana en el Colón, donde desgranará la realidad del actor a las 20.30 horas. Moderado por Mateo Franco, el debate será el inicio de las lecciones que impartirá hasta el viernes en Casahamlet, en las que le sucederá a partir del 24 de junio el estadounidense John Strasberg.

Por un lado, dando clases de interpretación, y por el otro intentando que su hija la deje. ¿No es contradictorio?

Es una buena forma de empezar a atacar [risas]. Efectivamente, no quiero que mi hija se dedique a esto. Y, cuando llegamos al trabajo, lo que pienso es: "Supongo que esta gente sabe dónde se mete". Pero, del mismo modo que pienso que mi hija tiene que hacer su vida, también lo pienso de los alumnos. De todos modos, muchos no tienen la necesidad de dedicarse profesionalmente a la actuación. Y ahí es donde todo cambia.

¿Los problemas vienen con la profesionalización?

Claro. Ahora no hay oficio de actor porque no se vive de esto. Hay gente como yo, que hace teatro con Pentación y tiene una gira garantizada de años. Pero no puedo decir que sea lo normal, porque hoy los teatros nacionales no te contratan más de dos meses. Por eso animo mucho a la gente a hacer esto, pero no a vivir de esto.

Gran parte de la que acude a sus talleres es joven, ¿qué le hubiera gustado saber a usted a esas edades?

Nosotros les hablamos de la técnica, pero eso se aprende. Ahora, el trabajo del actor que se implica en el espacio es una cosa mucho más sencilla de lo que parece, y eso es lo que a mí nunca me dijeron. En las escuelas me hablaban de lo difícil que es, y, con el tiempo, lo que he visto es que este es un oficio posible porque es fácil.

¿Le han cambiado en más aspectos los años?

En que ahora puedo hacer cosas que antes no me atrevería. Pero los años no pasan en balde. Se me nota la seguridad en el escenario, pero también el cansancio. A estas alturas, no puedo soportar que el público aún vaya al teatro a hablar y a mirar el móvil. De joven lo asumía, pero ahora me desquicia [ríe]. Eso es cansancio.

¿Falta respeto por el teatro?

Falta saber qué es el teatro, que es casi una homilía. Sin embargo, sí podemos entender que en misa hay que callar, pero en el teatro no. Y el teatro te pone muy en contacto contigo y con la vida.

¿Usted recuerda por qué se hizo actor?

[Silencio]. Diría que no lo recuerda nadie. Pero creo que me hice actor porque era el único sitio donde me sentía bien. No me sentía pequeño, ínfimo, poca cosa... Me sentía grande. Esa es la razón que te impulsa, pero luego te pones delante de un Ibsen...

Es que los clásicos siempre han sido su debilidad.

Porque me obligan a ordenar el texto, la respiración y, evidentemente, mis sentimientos. Son textos que nos hacen reconocer que el lenguaje es la fuerza por antonomasia, y que tocan los grandes dilemas del hombre.

¿Cuál fue el primero al que se enfrentó?

Creo recordar que fue un texto de Lope de Vega. Una función entre regular y entre regular que te cagas [ríe]. Sin embargo, ahí ya me quedé enganchado.

Y pasó del campo leonés a recoger Goyas... Parece el sueño americano.

[Ríe] Sí, pero el ostracismo de las viejas glorias también es el sueño americano, lo que pasa es que siempre hablamos de la parte del éxito. Cuando los actores pierden su poder de seducción, América los olvida. En España pasa lo mismo, como me está pasando a mí. Por otro lado, a mí me encanta.

¿Por qué?

Me gusta volver a la precariedad, porque fue mi estado natural como hombre de campo que soy. Cuando triunfé, yo no tenía ni idea de todo lo que me estaba ocurriendo. Parecía que era algo natural porque yo era la hostia, que te lo llegas a creer de tanto que te lo insisten. Pero esa no era mi vida y, cuando se ha puesto en su sitio, de alguna manera lo agradeces.

¿No frustra?

Si piensas que toda la vida se puede vivir en la cresta de la ola, es frustrante. Tenemos una sociedad basada en el éxito, y el éxito se gana porque triunfas sobre el otro. Cuando ya no lo tienes, después de haber pisoteado todo lo que has podido, entiendes que te pisoteen a ti. Va a pasar, eso es lo que no nos dicen, y hay que estar preparado.

Pero usted está con proyectos, como Todas las noches de un día. Y es una obra muy adaptada a usted.

Me lo han dicho. Es un hombre solitario, que se convierte en un amante del silencio y, sobre todo, de una mujer de la que no espera nada. En eso, puede que yo me parezca algo, aunque yo soy mucho más práctico que todo eso. Yo soy un capricornio jodido [risas].

Su personaje se retira del ruido del mundo, usted quiere retirarse de la interpretación...

Me voy retirando poco a poco, pero no del todo. Ahora mismo me voy a poner con esta idea de dar talleres, y posiblemente por ahí voy a tener un camino largo. ¿Y el cine? Yo lo dejé por completo porque ya no hay cine, lo que hay son series y todo está vinculado al hecho televisivo. Han cambiado los tiempos, y en ellos tienes que saber si te tienes que apartar o quedarte. Yo me he ido, y nadie me ha echado de menos.