Conquistó al público adulto con Una madre, y demostró que también los más jóvenes se rinden ante su pluma con Un hijo, con el que se hacía en 2016 con el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil. En Un secreto, segunda parte del relato, Alejandro Palomas ahonda en la visión infantil para tratar los matrimonios de conveniencia a través de la voz de Nazia, una niña llena de silencios, a la que presentará esta tarde en Moito Conto a partir de las19.30 h.

Siempre habla de la familia como un modo de contar el mundo. ¿Qué parte cuenta la voz de un niño?

Va a sonar un poco redicho, pero creo que la parte más cándida. A mí la candidez me provoca reacciones encontradas. Por un lado, refleja la inocencia del niño y esa capacidad de convertirlo todo en magia. Y, por otro, me pone muy nervioso, porque es la incapacidad de hacerle frente a las cosas.

En Un secreto pone en duda esa incapacidad. Los enfrenta a cuestiones duras, como la muerte o el matrimonio infantil. ¿No son temas demasiado oscuros?

Con Un hijo pasaba lo mismo y, a priori, había esa reacción. Pero como lo vemos a partir de la visión de los niños, los temas se convierten en algo muy suave. De todos modos, yo creo que los niños no son discapacitados emocionales. Hay que tratarlos como lectores capaces de asimilar muchas realidades, no solo las tamizadas.

Dicen que los artistas lo son porque conservan dentro al joven que fueron. ¿Ha sobrevivido el Alejandro Palomas niño en el adulto de hoy?

[Lo piensa] Ha sobrevivido la curiosidad, sobre todo. Lo que ha remitido, gracias a mi trabajo personal y a mi terapeuta, es el sufrimiento. Yo fui un niño muy infeliz y temeroso, acosado durante mucho tiempo. No veía el momento de terminar con la infancia.

En la novela habla de niños iceberg. Suena a que escribir ha sido volcar la experiencia.

Sí. Los niños iceberg son los que se muestran siempre perfectos, los que no dan problemas... Pero hay que leer a los niños como si fueran una calcomanía, del revés. Yo era uno de ellos, por eso conozco el material.

¿Y hoy? ¿Es un autor iceberg?

Es algo que me estoy planteando últimamente. Hasta qué punto soy yo, hasta cuál soy lo que el mundo quiere que sea... Si el niño iceberg es un hombre iceberg.

"La imaginación es a veces el único salvavidas en un mar oscuro", cita en su libro. ¿Le ha salvado de todo ese hielo?

La imaginación ha sido para mí como la capa de Superman, me ha salvado mucho. Gracias a ella pude sobrevivir a la sensación de que yo era un impostor. Es un síndrome que todavía tengo a veces. Cuando tengo éxito, siempre temo que alguien se vaya a dar cuenta de que no lo merezco.

Quizá le venga de aquello que dice, de que en la narrativa nadie le quería.

Sí, nadie quiso ser el primero en poner el foco sobre mí, porque yo era incómodo. Y, cuando se puso, entonces todo el mundo quiso.

El triunfo comenzó con Una madre, y le siguió Un perro, Un amor... Todo un universo de determinantes.

¿Sabes qué pasa? Cuando terminé de escribir Un amor, me di cuenta de que yo no escribo novelas, yo construyo mundos. Por eso necesito varios libros. En realidad, yo siempre estoy escribiendo un planeta.