Si alguien echara un vistazo a la agenda de Xoel López, probablemente se encontraría con un puzle de fechas, entre las que es difícil encontrar un hueco para respirar. Es por eso por lo que, aunque apenas esté despuntando el verano, el coruñés ya renquea. "Estoy jodido, pero contento", confiesa entre risas, sabedor de que estará en forma para su concierto en casa.

En buena compañía, junto a Iván Ferreiro y Néstor Pardo, el músico abrirá el jueves el programa estival de Marineda City, en cuya plaza tocará a partir de las 20.00 horas. Para el próximo año, proyecta regresar a la urbe con un nuevo disco, el cuarto en solitario tras Sueños y pan, en el que buscará "canciones más rítmicas" compuestas a varias manos.

Se habla de que ha alcanzado la madurez, ¿son cosas de los 40?

Es algo que me dice la gente [risas], pero yo creo que es una proyección típica. Parece que cumples los 40 años y ya te toca decir eso. Yo no veo que haya habido un cambio sustancial en mi música, ni un punto de inflexión, sino una evolución progresiva.

Pero sí se le ve mucho más asentado, ¿se acabó lo de dar bandazos?

Sí, recuerdo que es algo que decidí expresamente. Tenía claro que quería estar un poco más estable en un lugar. En un momento dado el cuerpo me pidió aventura, pero ya no me apetecía lo de estar de saltimbanqui de un país a otro. Ahora estoy en un tiempo de reflexión, aunque en realidad no paro. Mis viajes a lo mejor no son geográficos, pero sigo haciendo mogollón de proyectos musicales.

Este año se cumple la década desde que dejó el de Deluxe, ¿ya ha recuperado esa esencia que buscaba cuando decidió romper con todo?

Sí. Volví a esa esencia de la juventud, a cuando tocaba solo por el hecho de descubrir. Esa avidez la recuperé en América Latina. Lo que buscaba era conectarme con mi yo más profundo, porque trabajar en esto muchas veces te desconecta de la propia música. Al final hay algo mecánico, que es hacer un repertorio, giras...

¿Le engulló la rutina?

Hubo un momento con Deluxe en el que sentía que había un bucle. En el que pensaba que, si no rompía, no iba a poder salir de eso. Había conseguido vivir de la música, e ir con una armadura que me blindaba, pero necesitaba quitármela para descubrir nuevos caminos. Y me costó, tuve que remangarme. El viaje a América Latina fue un suicidio comercial, pero al mismo tiempo también una apuesta de futuro. Creo que no me equivoqué.

Su último disco, Sueños y pan

Yo siento que cierra una etapa. Hay cuestiones personales mías que terminan, pero también artísticamente. Ahora ya estoy trabajando en otras cosas. Lo siguiente ya no quiero que sea un disco hecho solo por mí. Quiero que me ayude alguien, estoy pensando en trabajar con gente...

¿Alejarse del cantautor?

Efectivamente. Cada vez tengo más ganas de compartir mi proyecto y que sea un poco más coral. Ya llevo muchos discos, y no tengo la necesidad de contar otra vez mi película desde un único punto de vista. Me apetece hacer cosas más poperas, aunque tengo mucho repertorio, y eso me permite elegir qué concierto quiero hacer en función de la canción que elija.

Para el directo de esta semana, el público le pedía por las redes sociales Tierra

A mí me hace gracia. ¿Tenían alguna duda de que la iba a tocar? [risas]

¿Cuesta encontrar un hueco para los nuevos temas con iconos como esos?

Eso pasa cada vez más. Pero no me imagino un concierto sin Tierra. Es una canción de la que ni quiero ni podré desprenderme nunca. También es verdad que, si un tema no lo siento, lo dejo. Prefiero defraudar con el repertorio que defraudar con la honestidad, por eso le presto una especial atención al último disco, porque es lo que más me representa.

El título de este da juego. ¿Ha tenido que debatirse mucho entre los sueños y el pan?

Sí. Si te digo la verdad, yo pensaba que vivir de la música era algo inviable. Era un chaval en A Coruña, que empezaba a componer con 15 años. Tenía alguna grabación, pero siempre pensé que iba a ser una cosa que iba a hacer en los ratos libres.

¿Le sorprendió conseguirlo?

Puse mucha leña en el fuego. Aunque pensara que no podría ser, había algo de mí que creía y al final se dio. Tuve la suerte de que me coincidió además todo el cambio musical en España, en el que la música que antes se consideraba alternativa se fue haciendo hueco, y fui encontrando mi lugar.

Antes de eso comenzó Turismo, Magisterio... Lo dejó todo

Yo lo que quisiera haber estudiado realmente es cancionismo [risas], pero como eso no existía... Me decían que estudiara Magisterio Musical, o en el Conservatorio, pero eso era clásico, no era lo que quería. Yo no encajaba en ningún molde, es algo que muchos en mi generación tuvimos que crear.

Hace poco decía que su música estaba en tierra de nadie, ¿eso no es un lujo hoy en día?

Es verdad que siempre estuve entre ser conocido y no. No soy [David] Bisbal, que lo conoce todo Dios, pero tampoco esos grupos alternativos que tocan para 40 personas. Estoy en lo que creo que es una clase media popular. No sé si eso es tierra de nadie. Para mí es un equilibrio interesante, en el que estoy feliz.