Asegura que su intención nunca fue innovar, pero se plantó en la escena de los 90 con un proyecto independiente, libre de ortodoxias y abrazado al anonimato. Veinte años después, Guille Milkyway (Barcelona, 1974) sigue huyendo de las grandes corporaciones, pero no de las pantallas. "Son miedos que he ido superando", apostilla el líder de La Casa Azul, que retoma con fuerzas renovadas su grupo tras un largo periodo sin trabajo discográfico. Con La gran esfera, su último lanzamiento, el músico abre "una nueva etapa" en la trayectoria de la banda, con la que tocará esta noche a las 23.00 horas en los Jardines de Méndez Núñez dentro del Atlantic Pride.

¿Estamos ante La Casa Azul versión 2.0?

Querría pensar que sí. Yo tengo esa sensación, porque hicimos un parón de bastantes años, y ahora estamos en una nueva etapa claramente diferenciada a todos los niveles. Pero también porque, por primera vez, concibo al grupo como tal, que es algo que durante este tiempo nunca me había pasado. Ahora mismo, la banda suena muy cercana a como yo quería que sonara hace 20 años.

¿Por qué le ha costado tanto sentirse arropado?

Porque siempre ha sido un proyecto muy unipersonal. Me acostumbré mucho a trabajar solo, y he tenido cierto pánico a hacerlo en equipo. Precisamente monté La Casa Azul huyendo de eso, porque ya había estado en otros grupos y no quería más problemas. Pero la clave es rodearte de la gente adecuada, y para eso tienes que tener suerte.

Trabajar en equipo, abandonar el anonimato... ¿Va saliendo de su burbuja?

Sí. No es muy glamuroso asumirlo [ríe], pero sí. Yo lo que tengo claro es que el elemento que hay que salvaguardar es toda la parte de fantasía alrededor del grupo. Eso sigue siendo importante, pero no quita que si yo de golpe me siendo cómodo dando la cara, haya que esconderlo. Y efectivamente, ahora me pasa. Antes me daba pánico salir a un escenario, y ahora me muero de ganas por tocar. Son miedos que he ido superando con el tiempo.

En La gran esfera, su último trabajo, el tiempo también ha sido clave, hasta el punto de desechar un disco por el camino. ¿La música tiene fecha de caducidad?

Yo creo que es bueno que no pase mucho tiempo entre la creación y el momento en el que se publica. Van cambiando las percepciones, y yo nunca he entendido el arte como un ejercicio de nostalgia. En este disco, por circunstancias personales, he tenido que ir haciendo parones largos. Todo se ha ido haciendo una bola enorme...

Parte de esas preocupaciones las refleja en el álbum. ¿Cómo maneja toda esa angustia que se entrevé en sus canciones?

Precisamente el mismo hecho de poder plasmar esas angustias en canciones ya es terapéutico. Yo he aprendido mucho a liberarme a través de la música. También diré que he intentado muchas veces escribir acerca de historias ajenas, pero no me sale muy bien [ríe]. Así que siempre acabo centrándome en mi experiencia personal, aunque, a medida que te haces mayor, te planteas que a lo mejor ya no solo te incumbe a ti.

Suena a que le ha pesado eso de hacerse adulto.

Es un poco ambivalente la sensación que tengo al respecto. No siento que haya cambiado mucho mi perspectiva artística. Me cuesta tratar el tema de la madurez, porque no sé si es real o no. Yo me veo más de vuelta que algunos amigos míos que están con esas crisis raras de los 40. Y, hace 20 años, también me veía mucho más maduro que la gente de mi edad.

El paraguas que creó entonces para La Casa Azul era el de la falta de prejuicios, ¿le aguanta contra los que hay ahora?

Yo creo que ahora hay menos. Tengo la sensación de que la generación posmillenial tiene bastante menos prejuicios que los que tenía la nuestra. Ya no hacen esas diferencias que se hacían entre un estilo u otro, entre lo indie y lo mainstream. Antes la gente desde el underground criticaba lo mainstream por el estilo, y eso es algo que yo no entiendo. ¿Por qué una canción que es número 1 en el mundo tiene que ser peor que una de un grupo poco conocido? Eso los jóvenes lo tienen mucho menos.

Precisamente con ellos se vio las caras en Operación Triunfo. ¿Ha sido un nuevo impulso para La Casa Azul?

No fue nada buscado, porque coincidió un poco todo. La aparición de los nuevos singles de La gran esfera coincidieron en el tiempo con mi participación como profesor en OT, y lo quiero ver más desde ese prisma. De hecho, yo creo que tuvo más impacto en ese sentido que decidieran cerrar las giras con La revolución sexual. Eso sí que tiene un impacto más directo, y me parece bien. Si una canción es una ventana para que gente que no te conocía lo haga, es estupendo.

La revolución sexual y ahora su actuación en el Atlantic Pride. Se está convirtiendo en un icono de la diversidad.

Es algo no premeditado, pero que me llena de orgullo. Aparte, que está claro que La revolución sexual tomó su propio camino al margen del grupo. Te puedes encontrar hoy en día gente que tararea la canción y no sabe de quién es. Sea como sea, yo creo que la potencia que tiene el colectivo lo trasciende. Ha probado que la lucha mantenida en el tiempo contra el establishment da frutos, y yo creo que eso es muy inspiracional para mucha gente.