Admiten que se pelean "como buenos hermanos", pero también que no sabrían qué hacer el uno sin el otro. César y Jorge Cadaval, integrantes de Los Morancos, han forjado sobre escena un lazo que trasciende el arte, el humor y la propia familia. "Nos miramos y ya sabemos lo que quiere decir el otro", asegura César, que apostilla que llevan ya "40 años" juntos. La efeméride la celebrarán los días 19 y 20 de julio con un repaso de sus éxitos en el Palacio de la Ópera (21.00 h.), hilados por la organización de una fiesta sorpresa y una fingida crisis profesional.

El encontronazo que simulan en este espectáculo, ¿ha sido alguna vez real?

La verdad es que no. Jorge y yo nos peleamos, pero tenemos la suerte de ser amigos aparte de ser hermanos. Cada uno tenemos una opinión y vidas totalmente opuestas, pero nos conocemos muy bien. Tenemos mucha sintonía.

También más hermanos, ¿la suya fue siempre una unión especial?

No creas. Lo que pasa es que el vínculo se ha ido haciendo más fuerte, porque estamos todo el día juntos. Nos miramos y ya sabemos lo que quiere hacer el otro. Yo sin mi hermano no sería nadie.

Es extraño que no unieran fuerzas desde el principio. Usted subió al escenario antes.

Yo empecé un poco de cachondeo. Estaba estudiando, y él se enteró de que estaba trabajando con un amigo y fue a vernos a un pub. Y tuvo la bendita osadía de salir a interrumpirnos como si fuera un mormón americano. Nosotros le seguimos el rollo, y nos dimos cuenta de que la gente se lo había tragado. Y ya después nos quedamos los dos, y no nos ha ido mal.

¿Se reconocen hoy en esos chicos de los 80?

Te reconoces y no, porque en esa época pasábamos de todo. Yo tenía 16 años al principio. Ahora, como te haces profesional, la gente espera mucho de ti. Cambia el que te exiges más en tu día a día, el ser responsable ante tu público. Antes era una afición.

¿Cómo observaba su familia en aquella época su creciente popularidad?

Empezaron a seguirnos y se volvieron incondicionales. Yo creo que los colegas fueron nuestros primeros críticos. A unos les gusta todo, pero también está el típico que dice: "Esto no". Tener gente cerca que te vaya haciendo crítica con cariño es bueno, porque te hace mejorar.

Decía su hermano que a partir de los cincuenta uno aprende a decir que no a muchas cosas, ¿qué rechazan hoy que no se sentían capaces de rechazar entonces?

Yo creo que la personalidad se te acentúa a partir de una edad. Antes alguien te hacía un comentario más bien feo y tú te callabas, y ahora no, ahora contestas. Le respondes y le dices las cuatro verdades. Eso te lo va dando la edad y el estar seguro de ti mismo. Ves que tú no le haces daño a nadie para que la gente venga con esa guasa.

¿Esos comentarios han crecido o decrecido con el tiempo?

Es una cosa salpicada, a nosotros el público nos quiere muchísimo. Lo ves en la calle, cuando te dicen que les has quitado la depresión o que te veían en el hospital. Te das cuenta de que a la gente la haces feliz, y eso satisface mucho.

Al público se presentaron en el 1,2,3 ...

A nosotros donde realmente nos conoció la gente fue en unos programas que se hacían en fin de año en Televisión Española. ¿Y qué pasaba? Que solo había un canal y la segunda. Nos vieron ese día 20 millones de personas.

Y en comparación con aquello, ¿qué opina de la televisión de ahora?

Es muy diferente. Antes hacíamos los fines de año en directo, con una cantidad de artistas como Concha Velasco, Miguel Bosé... Ahora ha cambiado la sociedad. Nosotros hemos abierto una nueva vía con nuestras canciones en Internet, porque las redes sociales son las que mandan, y te tienes que adaptar a los tiempos.

El mundo cambia, pero Antonia y Omaita siguen triunfando. ¿Es el poder del costumbrismo?

Yo creo que sí, porque en el barrio siempre vemos a una Omaita y a una Antonia. En A Coruña imagino que las habrá con acento gallego, en Madrid con acento madrileño... Yo a Omaita y Antonia las veo en todos los lados, porque son personajes de toda la vida. Creo que fue un acierto en nuestra carrera descubrirlos.

Otro con el que también triunfan es con Rosalía. ¿Es un modo de conectar con los públicos más jóvenes?

Sí. Se está acercando gente jovencísima a nuestros vídeos. Este último que hemos sacado [ Con Basura], hablando de la cantidad de plásticos que tiramos al mar, ya no sé cuántas visitas lleva. Lo que hacemos es coger esos temas que tanto escucha la juventud y cambiarlos un poco para, a través del humor, darles caña a los políticos...

"Cómo se ríen del pueblo nuestros gobernantes", decían en su parodia de Malamente .

Y es verdad. Damos caña a todo el mundo. Intentamos captar la crítica urbana del pueblo y plasmarla en canciones.

¿El humor tiene una parte de ajuste de cuentas?

Pues quizá sí. El humor siempre ha sido un arma. Nosotros somos tipos muy positivos, y tratamos de darle menos importancia a todo, porque la gente está muy quemada. Hemos pasado una crisis muy grande, y lo que intentamos es salir de eso a través de la comedia. Creemos que la risoterapia es buena para el corazón.